“El anarquismo también es enigma, sorpresa, azar, pasión, misterio, alzamiento y poesía”
Conversación Libertaria - Parte II
Continuación de la entrevista con el anarquista de Uruguay Daniel Barret. Primera parte en: http://caosmosis.acracia.net/?p=475
ANA > Este despertar del anarquismo en América Latina, ¿tú crees también que comenzó con “Seattle”, u otros factores, como el “cacerolazo” en la Argentina también tienen cierto peso?
Daniel Barret < Referirse a las movilizaciones de Seattle o al levantamiento argentino de diciembre de 2001 es referirse a acontecimientos claves y emblemáticos; los que, por añadidura, son fácilmente ubicables para casi cualquier observador. Sin embargo, esos momentos no lo son todo sino que hay que interpretarlos como condensaciones formidables de tendencias que operan en el subsuelo de la política; tendencias que necesitan ser rastreadas y descifradas con anterioridad a los acontecimientos mismos. La caída del Muro de Berlín no produjo la debacle del “socialismo real” ni las movilizaciones de Seattle son la explicación última del fracaso del Consenso de Washington pero ambas resultan ser las rúbricas inmejorables de tales cosas y, en el último caso, también el momento de presentación “oficial” en sociedad de un movimiento de proporciones planetarias; un movimiento que, insisto en ello, habría tenido características distintas 20 años antes, cuando una densa trama de organizaciones internacionales hegemonizadas por los Partidos Comunistas pro-soviéticos lo hubiera canalizado de un modo bien diferente. El levantamiento argentino, mientras tanto, es también una rúbrica -insustituíble en su fuerza y en su capacidad de irradiación, por supuesto- de tendencias que desembocaron en él y que están muy lejos de haber desaparecido o haber sido resueltas.
Del mismo modo, yo no creo que el despertar anarquista latinoamericano se explique exclusivamente por los sucesos de Seattle o luego por los de Argentina, sino que el mismo responde, en última instancia, a navegaciones submarinas y de menor visibilidad. Pero no hay duda que ambos acontecimientos fueron susceptibles de una lectura libertaria y, de esa manera, reforzaron extraordinariamente las tendencias subyacentes.
Yo no hice un relevamiento minucioso en tal sentido y no puedo ser exacto en el dato, pero parece evidente que una buena parte de los grupos anarquistas latinoamericanos de nuestros días se formaron luego de las movilizaciones de Seattle. Y en Argentina, donde la influencia anarquista directa fue muy escasa en diciembre de 2001, se han formado grupos en Bariloche, en Paraná, en Mendoza, en Neuquén, etc.; lugares donde no había actividad libertaria organizada. ¿Por qué ha sido así? Porque el discurso y la práctica de impronta anarquista ofrecen explicaciones y respuestas a cosas tales como la crisis de la representación político-partidaria, las experiencias autogestionarias, las asambleas populares, etc. Y lo mismo ocurrió en Bolivia luego de octubre de 2003 hasta el punto de que la publicación alternativa de mayor difusión en la levantisca ciudad de El Alto fue por momentos un modesto periódico anarquista. Ése es el campo de oportunidades de que hablaba y de nosotros depende nada menos que saber aprovecharlo o no.
ANA > ¿Qué corriente del anarquismo tú consideras hoy cargada de sentido? Veo particularmente un campo enorme para que el “anarquismo verde” crezca, como viene creciendo. (risas)
Barret < Naturalmente que la incorporación de consideraciones ecológicas al núcleo del pensamiento libertario es hoy un imperativo insoslayable. Sin embargo, creo que esto debería ser teóricamente acotado. Para mí el ecologismo radical es la ecología social de Murray Bookchin o de Takis Fotopoulos o de Joan Martínez Alier, por ejemplo, pero no la deep ecology que se cultiva en los países anglosajones y que nos introduce en un farragoso e incontrolable terreno de imprecisiones teórico-ideológicas. Según la primera vertiente adquirimos, entre otras cosas, la posibilidad intelectual de ejercer una crítica a fondo del productivismo a ciegas mientras que la segunda nos conduce, dicho también a modo de ilustración, a un fraternal encuentro con la ultra-derechista Brigitte Bardot y al supuesto profundamente erróneo de que las ballenas azules son tan importantes como el Movimiento de los Sin Tierra. Hechas estas precisiones, te diría que prefiero definir el tema desde un ángulo distinto.
Si desplegamos frente nuestro el mapa del actual movimiento anarquista, podremos apreciar que los grupos organizados en torno a una temática particular -medio ambiente, género, contra-cultura, anti-militarismo, cárceles, etc.- tienen un peso y una gravitación mucho mayores que en otros períodos. A su vez, esos grupos son recíprocamente independientes y ya no resultan ser, como en épocas pasadas, “comisiones de trabajo” de organizaciones anarcosindicalistas o federaciones específicas sino que se pretenden “completos” en sí mismos.
Ahora bien, observada la situación desde el punto de vista de esa necesaria renovación de que hablaba cabe concluir que los efectos son ambiguos: por un lado, esos grupos son vehículos reales de renovación y actualización pero también le ponen un límite a sus alcances. La renovación teórico-ideológica y político-práctica que yo entiendo como imprescindible debe realizarse en un mayor nivel de abstracción y ser capaz de abarcar cualquier particularismo sin dejarse colonizar por ninguno. Esa renovación tiene que ser un discurso-práctica apoyado en dos contenidos que en sí mismos no tienen nada de novedoso: la recreación de una crítica del poder y la recreación de una ética de la libertad capaces de subvertir realmente el entramado social del que forman parte. Los particularismos, mientras tanto, pueden y deben ser nutrientes imprescindibles de la renovación pero ninguno cuenta -ni el anarquismo “verde” ni ningún otro- con la virtualidad de resolverla por entero.
ANA > ¿Brigitte Bardot? ¡No! (risas) Lo que sucede es que el “anarquismo verde” es un poco difuso, en él que tú vas a encontrar corrientes primitivistas, anti-civilización, indígena, vegana, hasta la ecología social. Sinceramente desconozco alguna corriente de eso que cité de fondo anarquista que tenga cierta relación con Brigitte Bardot o la extrema-derecha, u ONGs; muy por el contrario. En la verdad, la gran mayoría de estas corrientes tiene influencias de la práctica y del pensamiento salvaje, de los pueblos originarios. Pero concuerdo cuando hablas de los particularismos, realmente no existen las luchas parcelares, porque las luchas se completan y extienden, algunas más otras menos, ¿no?
Barret < Sí, estamos de acuerdo: yo tampoco conozco anarquistas que hayan coordinado nada con Brigitte Bardot; pero, precisamente, sus anti-cuerpos ideológicos residen en el anarquismo y no en la deep ecology. Simplemente quise referirme a una cierta lógica de razonamiento y tal vez sea bueno que aclare los términos. Pienso que debe distinguirse una conceptualización centrada en las relaciones con la naturaleza y que acaba, por fuerza, adoptando inflexiones libertarias de otra en la cual una redefinición de las relaciones con la naturaleza se plantea como consecuencia de una crítica radical del poder en sociedad. Esas diferencias de construcción ideológica dan lugar, no siempre pero sí en algunos casos, a órdenes diferentes de prioridad. Y pueden dar lugar también a prácticas diferentes. Es por eso que creo que la formulación ideológica debe plantearse en el nivel de abstracción propio a las relaciones de poder en sociedad, entre personas. Pero, de todos modos, ésta es una cuestión teórica altamente compleja que seguramente no estamos en condiciones de resolver aquí y ahora.
Por su parte, me gustaría hacer una precisión adicional en torno al tema del particularismo en su relación con la renovación teórico-ideológica y político-práctica. Como se deduce de la propia formulación, esta renovación tiene dos dimensiones que deben caminar juntas pero que también deben ser diferenciadas a efectos analíticos. En ese sentido, cabe decir que hay un “momento” teórico cuyo nivel de abstracción no puede ser cubierto por ningún particularismo; pero también hay un “momento” práctico que sólo puede echar raíces en lo local, en lo vivencial, en lo inmediato, en la concreta experiencia de lucha de cada colectivo libertario. De lo contrario, caeríamos en ese absurdo tan frecuente en filas trotskistas por el cual cada uno de sus militantes cree formar parte del Partido Mundial de la Revolución pero nadie conoce al tal Partido en lugar particular alguno. Por tanto, uno de los trabajos de creación que tenemos por delante es el de fusionar correctamente ambos niveles.
ANA > ¿Y la corriente que está “caducando” con la velocidad del tiempo?
Barret < Hasta ahora no hay nada que demuestre que alguna de las muchas corrientes libertarias caduque completamente. Observemos el mapa de este despertar anarquista en el mundo y en América Latina y veremos que incluso las corrientes más tradicionales -anarcosindicalismo y “plataformismo”- han crecido en los últimos tiempos. Veámoslo según la siguiente imagen: la extensión de los servicios y de los “círculos de calidad” no acabó con las fábricas ni la revolución industrial hizo desaparecer por entero en su momento el trabajo rural sino que todo ello es resignificado históricamente en el correr del tiempo. Lo mismo ocurre con las corrientes anarquistas tradicionales: son reubicadas en un contexto diferente a aquel para el que fueron pensadas originalmente, pierden una parte importante de su pertinencia, carecen de la mística exclusivista que alguna vez pretendieron tener, etc.; pero no desaparecen ni tienen por qué hacerlo, al menos por el momento. En cambio, sí pierden su condición de paradigma libertario excluyente: es decir, ya no pueden concebirse a sí mismas como modelos seguros y eficaces o como el desideratum ideológico indiscutible sino que están forzadas a aceptar un contexto que las desborda holgadamente.
Pero esto se constituye, además, en una de las claves de la renovación: su clave organizativa. Una vez más habrá que recurrir a la perspectiva histórica para evaluarlo.
Tanto el anarcosindicalismo como las federaciones específicas -sean de raíz malatestiana o plataformista- son el resultado de sus respectivas experiencias históricas y no modelos a priori que fuera posible encontrar en el principio de los tiempos. Sin embargo, acabaron transformándose en modelos de organización y acción que ofrecieron, cada uno en su propia circunstancia de tiempo y de lugar, un cierto marco de certezas. El problema es que ya no pueden cumplir el mismo papel, precisamente porque nuestra circunstancia histórica es distinta. Nuestro pasado debe ser incorporado como lección y no como tradición inviolable y por eso más nos vale deformar que repetir. Entonces, yo creo que uno de los desafíos de la renovación consiste en producir -no en una sala de lectura sino en el seno de las luchas sociales de nuestro tiempo- el modelo de organización y acción más adecuado a nuestras propias circunstancias. El anarcosindicalismo clásico y el plataformismo ya no pueden aspirar a ser el modelo mismo pero todavía tienen cosas importantes para decir en este trabajoso proceso de construcción.
ANA > Es gracioso, muchos dicen que el anarco-sindicalismo está sobrepasado, pero si tomamos la CNT española, la USI italiana, evidenciamos que vienen creciendo en los últimos tiempos. Cada vez más se implican en conflictos sociales, laborales… Y lo queramos o no, las organizaciones anarquistas más grandes son anarco-sindicalistas.
Barret < Sí, de eso no hay duda; seguramente la mayor organización de matriz o de intención libertaria en la actualidad sea la CGT española, con alrededor de 100.000 afiliados. Pero es precisamente allí donde deben analizarse las limitaciones del paradigma clásico y las razones por las cuales ya no puede aspirar a ser un modelo excluyente de organización y acción. Esto ya lo visualizó claramente un grupo de la propia CGT y fue así que dieron lugar a la Red Libertaria Apoyo Mutuo, a efectos de disponer de un espacio de elaboración y nucleamiento que se mantuviera relativamente inmune a los condicionamientos en que opera el sindicalismo actual y, supongo, siendo concientes que esos mismos condicionamientos ponían en tela de juicio algunas de las tradiciones más arraigadas; como, por ejemplo, la no concurrencia a elecciones en los comités de empresa bajo la supervisión estatal y la no aceptación de funcionarios rentados. Pero, a su vez, tales cosas son parte de una trama más compleja en la que también intervienen las formas de contratación propias de los Estados benefactores, las décadas de sindicalismo mediatizado y negociador, los cambios en la composición y en el perfil de la clase trabajadora o, quizás más fuertemente, la alta desocupación estructural generada por los cambios tecnológicos. Y, a nuestros efectos, lo que también interesa destacar sobremanera es la propia pérdida de centralidad cultural del trabajo.
Ahora bien, insisto en que esto no lleva a la desaparición del anarcosindicalismo y los hechos están a la vista. Pero insisto también en que éste ya no puede considerarse como el modelo a seguir en cualquier lugar y en cualquier circunstancia concebible. En todo caso, la situación nos invita a analizar caso por caso: habrá circunstancias y lugares en los que el anarcosindicalismo continúa siendo una práctica oportuna y encuentra condiciones favorables a su desarrollo y habrá otras circunstancias y otros lugares donde lo más recomendable será buscar cursos de acción distintos. Creo que, en este terreno, lo importante es no ceñirnos a una regla fija e inmutable y sí ensayar las formas de organización y acción más ajustadas a cada situación. Y pienso que precisamente eso es lo que han estado haciendo estos últimos años los diferentes movimientos anarquistas “nacionales” a lo largo y a lo ancho del planeta.
ANA > Sobre CGT existen controversias, pero vamos a dejar esta controversia para otros. (risas) Hoy, ¿qué experiencia en el universo anarquista, o libertario, destacarías? ¿La Federación Municipal de Base, en Spezzano Albanese, en Italia, es un buen ejemplo de ideas y prácticas? ¿Destacarías alguna cosa en América latina?
Barret < Sí, estoy de acuerdo contigo; la mención a la CGT sólo quiso ejemplificar los condicionamientos sociales e históricos del anarcosindicalismo pero pasando por el costado de la polémica misma; una polémica que -así lo espero- debería ser trascendida por el curso de los acontecimientos y por las próximas experiencias de lucha. Con el mismo ánimo te diría que prefiero no destacar ninguna experiencia en particular en América Latina. Es seguro que las experiencias particulares son un aporte y que algunas habrán de serlo más que otras, pero estoy convencido que lo realmente importante es el desarrollo del movimiento en su conjunto. A veces tenemos la tendencia a sobredimensionar la importancia de las experiencias que se desarrollan con cierto suceso pero la historia toda nos está diciendo que las mismas son pasajeras o estarán mediatizadas si no se incorporan a una corriente más vasta que las exprese en un plano más inclusivo. Nuestros mayores logros constructivos siguen siendo la Majnovchina y las colectividades libertarias en Cataluña y Aragón; y no debemos olvidarnos que a una le faltó Rusia y a las otras les faltó España. Siempre será preferible, sin embargo, que haya parcelas de libertad a que no las haya; pero más preferible todavía es un “mundo” de libertad.
ANA > Noam Chomsky es tenido como uno de los principales intelectuales del mundo, y hace 13 años atrás cuando le preguntaron “cuál era la responsabilidad de los intelectuales”, contestó: “decir la verdad y exhibir mentiras”. En 2004, por primera vez, fue para Cuba, para dar una conferencia, y en la ocasión encontró al dictador Fidel Castro. En este período algunas decenas de cubanos disidentes habían sido encarcelados, otros fueron sumariamente asesinados. De acuerdo con historias de la gran prensa su conferencia solamente ha dado vueltas alrededor de críticas y de ataques a los Estados Unidos, y ninguna palabra sobre el régimen dictatorial cubano. Por otra parte, es común encontrar declaraciones de Chomsky elogiando al PT (Partido de los Trabajadores, hoy en el poder) brasileño, entre otras ideas que tiene, en mi opinión equivocadas. Una vez hablé con un anarquista de EUA, y me dijo que Chomsky era muy contradictorio, que estaba solamente en los medias haciendo declaraciones sobre politica americana, internacional… y que nunca había visto a este señor en una asamblea anarquista, o en el calor de una manifestación. En fin, será que es este perfil del intelectual que el anarquismo necesita?
Barret < A Chomsky le comprenden “las generales de la ley” de lo que ya sostuviéramos sobre los intelectuales; pero, en su caso, tal vez valga la pena realizar algunas especificaciones. Comencemos contextualizando su labor intelectual. Chomsky es un lingüista de vastísima reputación y también ha realizado una extraordinaria y documentadísima sucesión de denuncias sobre las políticas gubernamentales de los Estados Unidos; todo lo cual es sumamente valioso. Pero -más allá de su concepción de que el lenguaje es una práctica social de libertad; algo que lamentablemente no desarrolló- Chomsky no ha sido un pensador libertario original; y, hasta donde yo sé, tampoco parece mantener nexos estables con el movimiento anarquista norteamericano. Pienso que la base de su actuación es la convicción de que en el mundo hay un solo, único y excluyente monstruo: las agencias gubernamentales de los Estados Unidos; las que, por cierto, son realmente monstruosas. Ése es su espacio de coherencia y, siendo así, sus intervenciones políticas están normalmente reguladas por ese principio típicamente leninista de la acumulación de fuerzas frente al enemigo principal; algo parecido a lo que en algún momento se llamó en filas libertarias “doctrina del mal menor”. Por eso, las posiciones de Chomsky descuidadamente simpáticas hacia los movimientos nacionalistas en América Latina, Africa y Asia son bastante desafortunadas si se las piensa desde el punto de vista de las políticas que puedan estar desarrollando los núcleos libertarios en cada uno de esos lugares; algo que a Chomsky parece no interesarle demasiado o le interesa menos que vincularse a cualquier cosa que aparezca como vagamente anti-imperialista. Por otra parte, yo descartaría la ingenuidad como hipótesis y es harto probable que el Chomsky más anarquista se sepa utilizado -por el gobierno cubano o el Foro Social Mundial, por ejemplo-, lo acepte como parte de un intercambio de servicios y haya resuelto convivir con un cierto margen de ambigüedad o de imprecisión.
De cualquier manera, para responder a tu pregunta concreta, yo te diría que no es ése el perfil de intelectuales que necesita nuestro movimiento. Para decirlo en términos parecidos a los ya usados cuando vimos el tema de las relaciones entre anarquismo y ecología, yo creo que son preferibles los anarquistas intelectuales a los intelectuales anarquistas porque las actitudes se definen realmente a partir de cómo se concibe y desde dónde se construye cada uno. Pero esto no es más que un juego de palabras porque en realidad tampoco habría que hablar de anarquistas intelectuales y tampoco habría que fomentar la centralidad en forma de espectáculo de compañeros cuyo exclusivo papel consista en pontificar desde los muchos púlpitos del saber. Esto no implica promover el anti-intelectualismo -algo que a mí me parece peligroso- sino jerarquizar, antes que a los intelectuales de “profesión”, el trabajo de reflexión y elaboración a fondo desde dentro de los movimientos y de sus luchas; que no otra cosa fue el recorrido del mismísimo Bakunin. Los intelectuales de “profesión”, mientras tanto, seguirán existiendo y lo mejor será poder disponer críticamente de su información sistematizada, de sus métodos y de sus herramientas y que el movimiento sepa servirse de los mismos según sus propios objetivos y sus propios fines.
ANA > Gustaría que tú hablase del siguiente pensamiento de un indio Yaqui: “Un hombre de conocimiento vive actuando y no pensando como deve actuar, y, todavía, menos pensando en lo que pensará una vez la acción haya sido terminada. Un hombre de conocimiento elige un camino que tiene corazón y lo sigue”.
Barret < (Silencio sepulcral y risas) Eres “cruel” conmigo, Moésio, pero igual intentaré una respuesta. Lo primero que se me ocurre es que la frase sólo puede ser cabalmente entendida dentro del universo cultural respectivo y yo sólo estoy en condiciones de traducirla a mis propios códigos; lo cual de por sí es ya una deformación de su sentido original profundo. Hay un dicho italiano que lo expresa magníficamente bien: “Traduttore, tradittore”. Inmediatamente, te diré que me sorprende un poco la lógica binaria que allí se maneja y la escisión tajante entre el pensar y el actuar; la que, curiosamente, es propia de la racionalidad que se nos ha hecho adoptar a nosotros. Con estas salvedades, pienso que puedo darte dos respuestas divergentes.
Por un lado, en una línea de continuidad con la lógica que he seguido en esta entrevista, te diría que no es posible actuar sin habernos representado mentalmente, así sea en forma imperfecta y aproximada, la acción y los objetivos hacia los cuales se orienta. Incluso, aunque la acción adopte la forma de un “reflejo”, ese “reflejo” fue pensado y establecido como respuesta en un pasado impreciso; de modo que el pensamiento propiamente dicho parezca limitado a establecer súbitamente una relación de identidad con situaciones similares ya vividas. Además, cuanto más compleja es la situación y mayor la experiencia acumulada, tanto mayor y más compleja será la carga de pensamiento involucrada en cada nuevo diagrama de acción. Pero, en definitiva, es muy difícil establecer una rotunda línea divisoria y el hecho de que nos planteemos el asunto en estos términos responde a esa lógica binaria de que te hablaba. Tal vez nuestro propio y acotado discurso se extienda algún día y podamos decir que estamos “pensactuando” o “actupensando”; algo que hoy desborda las condiciones de posibilidad dentro de las cuales nos movemos. Mientras tanto, conformémonos con saber que el sólo hecho de imaginar una sociedad contra el poder es la cima conocida de nuestras capacidades de destrucción y creación.
Pero también es posible articular una respuesta diferente, más acorde con nuestra sensibilidad espontánea. Piensa, por ejemplo, en la siguiente frase de Rafael Barrett, una de mis fuentes más duraderas de inspiración ética: “Estamos en camino; no sabemos adónde, pero no podemos detenernos”. Y, es realmente así. Existen esas bases del pensar según las cuales establecemos un cuadro de relaciones entre medios y fines como racionalización de la práctica; pero también hay algo más. Los anarquistas sabemos aproximadamente qué queremos y, tentativamente, cuáles son los caminos que nos conducirían en esa dirección. Sin embargo, no tenemos ninguna certeza respecto a un hipotético “triunfo final”; si es que hay un final. ¿Y eso nos paraliza? ¡Evidentemente, no! ¿Por qué? Porque la propia práctica libertaria es un objetivo en sí mismo y el sólo hecho de transitar un camino propio constituye una meta y una victoria. O sea: pienso que el anarquismo y sus prácticas responden a su propia lógica y a su propia racionalidad pero el fundamento libertario nuclear no es más que una intuición y un deseo, un axioma y un punto de partida. Dicho de otro modo: el anarquismo también es enigma, sorpresa, azar, pasión, misterio, alzamiento y poesía. Y tal vez, en un mundo regido por el cálculo contable como el padre putativo de todos los saberes, sea ésa la explicación última de por qué seguimos siendo anarquistas y estamos cada vez menos sólos.
ANA > ¿Cómo la gente interesada puede hacer para recibir tus folletos? ¿Cuáles son los títulos que tú ya lanzaste hasta ahora?
Barret < Me pones en un apuro, Moésio, porque estoy “obligado” a ser coherente con lo que acabo de decir. (Risas) Yo no creo tener una obra en el sentido convencional del término y solamente guardo la costumbre de ordenar por escrito mis ideas; ideas que nunca consideré acabadas ni dignas de una consideración especial. Por supuesto que me importan en tanto ideas y prefiero que sean tenidas en cuenta antes que ignoradas. Pero mi mayor aspiración es que esas ideas se incorporen al movimiento mismo y sean sobre todo momentos de una reflexión colectiva. Además, creo no haber abordado todavía los problemas de mayor hondura teórica, lo cual ciertamente me preocupa y lo considero como una deuda con mis compañeros y conmigo mismo; una deuda que, dicho a modo de disculpa, no es sólo mía sino del movimiento en su conjunto. Mientras tanto, en todos estos años sólo creo haber desarrollado una escritura de ocasión que no sobrevive mucho más allá de las circunstancias que la vieron nacer. Aceptando esas características, te imaginarás que nunca llevé un registro de mis trabajos; quizás algo más de un centenar de artículos publicados en diferentes lugares, con distintos nombres y adoptando muchas veces una firma colectiva. Tal vez la mayor parte de esas cosas no tenga demasiada utilidad al día de la fecha y yo mismo no sabría cómo hacer para reunirme con sus expresiones tangibles. En todo caso, y para no parecer demasiado antipático contigo, puedo decirte que algunos de los artículos más recientes pueden encontrarse todavía en la página web de El Libertario de Venezuela.
Sin embargo, estos “descuidos” de mi parte no deberían ser tomados como modelo sino todo lo contrario. Creo que debemos jerarquizar la elaboración teórica y dedicarnos realmente a producir ideas nuevas en ese terreno. Personalmente lo tengo definido como necesidad, pero hasta ahora sigo siendo un activista -algo maltrecho y sin la agilidad de otros tiempos- y no he sabido proporcionarle una dedicación real. Y esa carencia puede volverse dramática en América Latina donde creo que sobran los dedos de una mano para contar los trabajos originales que apuntan en esa dirección; como, por ejemplo, la Sociología de la dominación de Alfredo Errandonea o la Bitácora de la utopía de Nelson Méndez y Alfredo Vallota. Pienso que tenemos que elaborar pensamiento específico sobre la región en que actuamos, pienso que la renovación teórico-ideológica es una urgencia y pienso también que este momento de auge no puede durar indefinidamente y que quizás no tengamos mucho más tiempo para perder.
ANA > ¿Y qué problemas teóricos son éstos? ¿Muchos desafíos teóricos se presentan para el anarquismo?
Barret < En principio, creo que es bueno comenzar matizando y no realizar un ejercicio de estéril masoquismo. Por un lado, y aun pese a una sensación genérica de carencia, el movimiento anarquista ha avanzado en su renovación teórica y podrían citarse algunos ejemplos en los que ahora no es posible abundar; y, por el otro, también cabe recordar que la teoría en abstracto no lo es todo y que muchos de nuestros problemas están siendo abordados y respondidos en la práctica misma. Pero siguen quedando algunos vacíos, los esfuerzos de renovación se mantienen generalmente aislados en su esfera intelectual sin articularse orgánicamente y con las zonas de mayor temperatura antagonista y quizás pueda resultar interesante definirnos un “programa” de trabajo en tal sentido.
Intentemos revivir, por ejemplo, la atmósfera intelectual en la que cobra cuerpo el movimiento anarquista original. Allí encontraremos la influencia -directa o indirecta, conciente o inconciente, en proporciones variables según los casos- del kantismo, del positivismo comtiano, del evolucionismo y de la dialéctica hegeliana: una influencia que se ejerce tanto sobre las formas de producir pensamiento teórico como sobre las propias representaciones de la sociedad y del cambio social. Ése es el sustrato desde el cual pensaron Proudhon, Bakunin y Kropotkin por cuanto ahí residían las epistemes propias de su época y allí quedaban delimitados los confines y las posibilidades mismas del pensar. En forma muy gruesa y aproximativa puede decirse que se trata de un pensamiento “centralista”, arborescente, jerárquico, binario, etc. mientras que algunas tendencias de nuestro tiempo apuntan, por el contrario, a la adopción de una alternativa “localista”, rizomática, caótica, compleja, etc. En fin; no creo que sea posible profundizar estas cosas en una entrevista y, a modo de justificación personal, te diré que una buena selección de textos sobre el tema está contenida en Il pensiero eccentrico, realizada en Italia, en 1992,por el grupo editor de Volontá.
Ahora bien, las formas de pensar condicionan fuertemente a los objetos del pensamiento. Tomemos un ejemplo privilegiado y preguntémonos si hoy nos resultaría satisfactorio contar con una teoría del Estado completa y autosuficiente. La respuesta que yo me doy es negativa y que hoy deberíamos disponer, en lugar de lo anterior, de una teoría del poder que lo concibiera como un no-lugar y como algo que no se agota en posiciones institucionalizadas de dominación o en ciertos símbolos claves. Los parisinos derribaron la columna Vendôme en 1871 y 130 años después los porteños quemaron sillones del Congreso, pero nada de eso produce una alteración real sobre las formas de circulación del poder en sociedad. La revolución ya no puede ser entendida como la toma del Palacio de Invierno, en su versión leninista, pero tampoco como su destrucción y ni tan siquiera como su mítica sustitución por un “poder popular”.
Estos problemas son de la mayor importancia pero distan de ser los únicos. Carecemos también de una visión más o menos acabada del proceso de “globalización”, de una actualización razonable de la vieja lucha de clases, de una conceptualización en profundidad de los nuevos movimientos sociales, de un modelo de organización y acción adecuado a nuestra época y ampliamente aceptado y así hasta el infinito.
Pero, te repito, no quiero ofrecer una imagen pesimista: pienso que los problemas teóricos son reales y sería preferible tenerlos mínimamente resueltos o que el movimiento como tal adoptara un “programa” de trabajo en tal sentido. Aun así, entiendo que la práctica misma procesa sus propios avances, explora y encuentra caminos inéditos. Nos movemos según una lógica de experimentación y de ensayo capaz de producir y ofrecer sus propios resultados. Eso tal vez sea suficiente en el actual momento de ebullición por el que pasamos y, en lo personal, me conformo con no conformarme y esperar todavía algo más.
ANA > Para descontraer, si tú fueses un científico, ¿que “Frankenstein anarquista” crearías? ¿Cuáles serían tus personajes anarquistas en esta mezcla?
Barret < La pregunta me toma por sorpresa y nunca me había formulado las cosas en esos términos pero igual acepto el desafío. Imaginemos, entonces, que es posible combinar a Bakunin, a Malatesta y a Buenaventura Durruti. Nuestro Frankenstein anarquista tendría, por lo tanto, aquella intuición intransigente y salvaje de la libertad, aquella desmesura destructivo-creadora, aquella capacidad para romper todos los esquemas institucionales preconcebidos y, simultáneamente, inventar mundos nuevos detrás de una barricada que nos legara Bakunin. Malatesta, mientras tanto, le agregaría a nuestro Frankenstein una sistematización “realista” y su insobornable perseverancia para entablar diálogos libertarios con las gentes más humildes. Y a Durruti le correspondería dotarlo de ese activismo nómade que siempre guardó la entrañable particularidad de pensarse no como una empresa de aislado heroísmo ni como un empujón de élite sino en tanto parte de un multitudinario movimiento organizado que siempre estuvo en el origen de sus decisiones.
Pero, además, el Frankenstein de nuestro tiempo es un hermafrodita al alcance de la tecnología disponible y deberíamos colocarle unas necesarias dosis femeninas en las personas de Louise Michel y de Luce Fabbri. Louise colaboraría con su capacidad para proyectar su talante subversivo más allá de las barreras culturales, de modo que si a Frankenstein le tocara como a ella la prisión-exilio de Nueva Caledonia también podría organizar nuevamente una revuelta de los indios canacas. Y Luce se encargaría de darle a Frankenstein el ingrediente de su serenidad, de su apertura mental, de su tolerancia y de su vocación por tender respetuosos puentes entre los libertarios de todos los colores.
Y, ya que estamos dejando volar libremente nuestra imaginación, ¿por qué no permitir que Frankenstein recorra las profundidades filosóficas que recorrieron Michel Foucault y Gilles Deleuze, aunque éstos no hayan sido propiamente anarquistas? ¿por qué no dotarlo de la impronta andariega de Líber Forti y de Víctor García? ¿por qué no dejar que se permita incurrir en el absurdo y en el humor vitriólico de Antonin Artaud, de Luis Buñuel y de George Brassens? ¿por qué no pensar que Frankenstein jamás envejecería y siempre tendría la edad a la que fue asesinado Salvador Puig Antich? ¿y por qué no tantas cosas más de las que ahora me olvido? En definitiva, Moésio, tal vez Frankenstein no sea más que el movimiento que tú y yo integramos; con todas sus riquezas, su diversidad, sus contradicciones y sus incertidumbres sin resolver.
ANA > Estamos acabando esta conversación, y con certeza han faltado algunas preguntas, pero ¿qué pregunta no hice que tú quisieras haber contestado? (risas) Gracias por todo, la paciencia, generosidad…
Barret < Sea lo que sea que haya faltado, Moésio, puedo asegurarte que en esta conversación he podido explayarme a gusto y sobre una gran variedad de temas. Además, sería poco elegante de mi parte reprocharte la ausencia de una pregunta. De cualquier manera, me gustaría cerrar ampliando una idea que no fundamenté debidamente y que, casualmente, utilicé en mi primera respuesta y en la última: “tender puentes”.
Hemos visto, incluso en detalles, que el movimiento anarquista está atravesando un nuevo período de despertar y en el mismo hemos localizado algunas de sus fortalezas y debilidades. Entre éstas últimas pienso que habría que destacar una que me parece esencial y es que el movimiento estaría resignándose a vivir en un estado de irremediable centrifugación. Carecemos, como se ha dicho, de un modelo común de organización y acción y eso ha dado lugar a una fuerte dispersión cuando no a rencillas inexplicables y fratricidas. Creo que esto obedece a la superposición de corrientes y concepciones que no siempre reconocen la pertinencia de las demás y en ocasiones trasladan las diferencias teórico-ideológicas y político-prácticas, equivocadamente, al terreno de los cuestionamientos éticos. Es esta situación la que no debería prolongarse un minuto más y ser sustituída por un clima de respeto, de reconocimiento y de discusión real de las alternativas existentes.
El momento es fermental pero también conlleva una buena carga de confusión. Todavía son muchos los cambios que debemos procesar y no parece inmediatamente posible que haya entendimientos que den lugar a federaciones totalmente incluyentes de alcance nacional. Pero sí es inmediatamente posible la aceptación recíproca de unos y de otros y la admisión de que el actual diagrama del movimiento es de por sí el el anuncio de algo nuevo. Los anarquistas no podemos ser rehenes de nuestro pasado porque nuestra orientación básica no puede sino dirigirse hacia el futuro. Y tender puentes hacia el futuro exige que tendamos puentes entre nosotros y que desarrollemos nuestra conciencia y nuestra vocación movimientista, aquí y ahora, recuperando en el contexto y en la práctica de las redes el imprescindible ejercicio de la solidaridad.
En fin, Moésio, te estoy infinitamente agradecido por esta conversación y a través tuyo le envío un fraternal y enome abrazo libertario a todos los compañeros de Brasil.
Daniel Barret: agencakrat@hotmail.com
agência de notícias anarquistas-ana
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