Esta naciendo una nueva inteligencia del oikos, la casa del mundo. El aire, el agua, la energía, devienen asuntos humanos. Los paisajes, las cosas de la vida vegetal y animal unidos a los de la red de ciudades, tanto como a los de los continentes de la miseria. Las configuraciones geopolíticas se modifican a toda marcha mientras que los universos de la tecnociencia, de la biología, de la asistencia por computador, de la telemática de los medios desestabilizan cada día más nuestras coordenadas mentales. La miseria del tercer mundo, el cáncer demográfico, el crecimiento monstruoso y la degradación de los tejidos urbanos, la destrucción insidiosa de la biosfera por las poluciones, la incapacidad del sistema actual de recomponer una economía social adaptada a los nuevos datos tecnológicos: todo debería concurrir a movilizar los espíritus, las sensibilidades y las voluntades. En lugar de esto, la aceleración de una historia, que quizá nos arrastra a los abismos, es enmascarada por la imaginería sensacionalista, y en realidad banalizante e infantilizante, que los medios nos confeccionan a partir de la actualidad.
La crisis ecológica remite a una crisis más general de lo social, de lo político y de lo existencial. Lo que se cuestiona aquí, es una especie de revolución de las mentalidades a fin de que dejen de garantizar un cierto tipo de desarrollo, fundado sobre un productivismo que ha perdido toda finalidad humana. Entonces, lancinante, retorna la pregunta: ¿cómo modificar las mentalidades, como reinventar las prácticas sociales que volvieran a dar a la humanidad, si alguna vez la ha tenido, el sentido de la responsabilidad, no solo respecto a su propia supervivencia, sino igualmente al porvenir de toda vida sobre este planeta, la de las especies animales y vegetales, como la de las especies incorporales, tales como la música, las artes, el cine, la relación con el tiempo, el amor y la compasión por el prójimo, el sentimiento de fusión en el seno del cosmos? Conviene ciertamente recomponer los medios de concertación y de acción colectivos adaptados a una situación histórica que ha devaluado radicalmente las antiguas ideologías, las prácticas sociales y las políticas tradicionales. Señalemos, a este respecto, que no se puede excluir que los nuevos instrumentos informáticos contribuyan a la renovación de semejantes medios de elaboración y de intervención.
Pero no serán ellos, como tales, quienes desencadenan los centelleos creadores, que engendrarán los focos de toma de conciencia capaces de desplegar perspectivas constructivas. A partir de empresas fragmentarias, de iniciativas a veces precarias, de experimentaciones titubeantes, de comenzar a buscar nuevos agenciamientos colectivos de enunciación, otras maneras de ver y hacer el mundo, otras maneras de ser y actualizar inéditas como de aprender y de crear, sobre los modos fácticos, las virtualidades existenciales mutantes. Esta toma en cuenta de los factores subjetivos de la Historia y el salto de libertad ética que entraña la promoción de una verdadera ecología de lo virtual, no implican de ningún modo un repliegue sobre sí (tipo meditación trascendental) o una renuncia al compromiso político. Requiere, al contrario, una refundación de las prácticas políticas.
Desde finales del siglo XVIII, el impacto de las ciencias y de las técnicas sobre las sociedades desarrolladas ha estado nutrido de una bipolarización ideológica, social y política entre las corrientes progresistas frecuentemente jacobinas en su aprehensión del Estado y las corrientes conservadoras que preconizan una fijación a los valores del pasado. A nombre de las luces, las libertades, el progreso, después de la emancipación de los trabajadores, se ha constituido un eje izquierda-derecha como una especie de referente de base. Hoy los social-demócratas se han convertido sino al liberalismo al menos al primado de la economía de mercado, mientras que el hundimiento generalizado del movimiento comunista internacional ha dejado abierto uno de los términos extremos de esta bipolaridad. ¿Debe pensarse, en estas condiciones, que esta está llamada a desaparecer, como lo proclama la consigna de algunos ecologistas: “ni izquierda, ni derecha”? ¿No sería lo social mismo lo que estaría llamado a esfumarse como un señuelo, como lo han afirmado ciertas tendencias post-modernistas? Al encuentro de estas posiciones, considero que está llamada a reconstruirse una polarización progresista a través de esquemas más complejos, según modalidades menos jacobinas, más federativas, más disensuales, con relación a las cuales se re-situarán los diferentes refritos de conservadurismo, de centrismo, incluso de neo-fascismo. Las formaciones partidistas tradicionales están demasiado entremezcladas en los diferentes engranajes estatales para desaparecer de la noche a la mañana de los sistemas de democracia parlamentaria. Y esto a pesar de su evidente pérdida de crédito, que se traduce en una creciente desafección del electorado, tanto como por una falta de convicción flagrante de la parte de los ciudadanos que continúan votando. Es claro que los juegos políticos, sociales y económicos escapan cada vez más a las justas electorales que se vuelven frecuentemente hacia las grandes maniobras mass-mediaticas. Una cierta forma de “política politicastra” parece llamada a desaparecer frente a un nuevo tipo de práctica social mejor adaptada a la vez a las cuestiones de los asuntos locales y a los problemas planetarios de nuestra época.
¡La cuestión de la cuestión! Eso es lo que se plantea con la problemática ecologista. Hay una cuestión social que hoy en día toma formas nuevas, hay una cuestión urbana, una cuestión de las energías no-renovables, una cuestión geopolítica, una cuestión demográfica. La cuestión de la cuestión es ¿cómo se articulan estas cuestiones, en un sentido procesual, hacia una salida creadora; cómo, también, un universo heterogéneo complejo, una constelación de universos de valores representan ciertas promesas: el universo del politeísmo medioambiental (ríos, peces, árboles, etc.), la constelación urbana de las redes de socialidad, el universo político de las colectividades locales, la expresión de un rechazo profundo frente a la crisis de las formas políticas, la apertura sobre agenciamientos comunicacionales y sobre una dimensión mundialista? ¿Tiene un sentido articular la cuestión urbana y la cuestión ética, se puede trabajar la cuestión? Asunto de práctica. El problema está planteado: de ahí la ambigüedad total de la cuestión ecológica. Si no se hace de esta una cuestión natural, corremos el riesgo del lastre de los modos de cuestionamiento en la vía del totalitarismo. Pero al mismo tiempo, a través de la cuestión ecológica, ¿Qué otros asuntos se plantean?
La izquierda, el movimiento obrero se construyeron sobre la cuestión social, la de la miseria. En cierta medida, hoy ese capítulo solo permanece abierto en el antagonismo con el tercer mundo. ¿Cuál va a ser el factor de finitud, de angustia existencial hoy? Pasa por la finitud de la biosfera y esta gestión de la finitud introduce un lazo con la preocupación del tercer mundo, de la pobreza, del otro lado de las fronteras. La ecología representa un riesgo de totalitarismo pero igualmente una palanca extraordinaria para las prácticas sociales y los diversos cuestionamientos: mentales, sociales, éticos. Puede conducir a un descentramiento de la subjetividad. En ese dispositivo, los “Khmers verdes”, estigmatizados por Actuel, son, por su obcecación, un elemento esencial de palanca: si estamos por el disenso, hay que asumir la ambigüedad de los Verdes.
Realmente golpea constatar en cuanto el movimiento ecologista francés, en sus diversos componentes, se ha mostrado incapaz, hasta ahora, de hacer vivir las instancias de base. Está por entero consagrado a un discurso de orden medioambiental o político. Si usted interpela a los ecologistas sobre lo que van a hacer para ayudar a los desempleados de su barrio, generalmente responden que no es su asunto. Si les pregunta como van a salir de sus prácticas grupusculares y de cierto dogmatismo, muchos de ellos ven bien fundada la pregunta, pero ¡se sienten en un aprieto como para aportar respuestas! Entonces en verdad, el problema hoy en día, para ellos, ya no es posicionarse a igual distancia de la izquierda y de la derecha, sino contribuir a reinventar una polaridad progresista, re-fundar la política sobre otras bases, rearticular transversalmente lo publico y lo privado, lo social, lo medioambiental y lo mental. Para ir en ese sentido se deben experimentar nuevos tipos de instancias de concertación, de análisis, de organización, primero a pequeña escala y luego más ampliamente. Si el movimiento ecologista, que hoy en día en Francia se presenta bajo un sol prometedor, no se consagra a está tarea de recomposición de instancias militantes en un sentido nuevo, es decir de agenciamientos colectivos de subjetivación, entonces, sin duda, perderá el capital de confianza del que se encuentra investido, los aspectos técnicos y asociativos de la ecología serán recuperados por los partidos tradicionales y el poder de Estado. El movimiento ecologista deberá entonces, a mi modo de ver, preocuparse prioritariamente de su propia ecología social y mental.
Hacía una era post-media, Octubre de 1990. La unión entre televisión, telemática e informática está operándose bajo nuestros ojos y se cumplirá sin duda en el decenio por venir. La digitalización de la imagen televisual llegará hasta que la pantalla de tele sea al mismo tiempo la del computador y la del receptor telemático. Así las prácticas, hoy separadas, encuentran su articulación. Y las actitudes de pasividad, estarán, tal vez, obligadas a evolucionar. El cable y el satélite nos permitirán zapear entre cincuenta canales, mientras la telemática nos dará acceso a un número indefinido de bancos de imágenes y de datos cognitivos. El carácter de sugestión, de hipnotismo, de la relación actual con la tele irá esfumándose. Se puede esperar, a partir de entonces, que se operará una modificación del poder mass-mediático que aplasta la subjetividad contemporánea y se entre en una era post-media consistente en una reapropiación individual y colectiva, y un uso interactivo de las máquinas de información, de comunicación, de inteligencia, de arte y de cultura.
A través de esta trasformación, lo que se encuentra modificado es la triangulación clásica: el eslabón expresivo, el objeto referido y la significación. La foto electrónica, por ejemplo, ya no es la expresión de un referente unívoco, sino la producción de una realidad entre otras posibles. La actualidad televisiva resulta de un montaje a partir de componentes heterogéneos: figurabilidad de la secuencia, modelización de la subjetividad en función de los patrones dominantes, presión política normalizante, fuente de un mínimo de ruptura singularizante. En el presente, en todos los dominios, pasa a primer plano una tal producción de realidad inmaterial, frente a la producción de vínculos materiales y de servicios.
¿Debemos volver a los “buenos viejos tiempos” en que las cosas eran lo que eran, independientemente de su modo de representación? Pero jamás ha existido ese tiempo, solo en el imaginario cientifista y positivista. Ya en el paleolítico, con sus mitos y sus rituales, la mediación expresiva había tomado sus distancias con la “realidad”. Cualquiera que sea, todas las antiguas formaciones de poder y sus maneras de modelizar el mundo han sido desterritorializadas. La moneda, la identidad, el control social pasan bajo la égida de la carte à puce. Los acontecimientos de Irak, lejos de ser un retorno a la tierra, nos hacen despegar en un universo de subjetividad mass-mediático propiamente delirante. Las nuevas tecnologías secretan, en el mismo movimiento, de la eficiencia y de la locura. El poder ampliado de la ingeniería del software no desemboca necesariamente sobre la del Big Brother. Está más fisurado de lo que parece. Puede explotar como un parabrisas bajo el impacto de prácticas moleculares alternativas.
Modelo de coacción o Modelización creadora, Abril de 1991. Después de Michel Foucault, y sin pretender dar una interpretación histórica general de las formaciones de poder, se pueden distinguir las sociedades de soberanía, las sociedades disciplinarias y las sociedades de control. El soberano deducía su parte del trabajo humano a partir de instancias de poder dominando y sobrecodificando los conjuntos sociales que conservaban una cierta identidad y autonomía territorial -etnias, pueblos, corporaciones-. La modelización social permanecía, así, relativamente exterior a las herramientas y a los dispositivos de explotación económica. Con la disciplina capitalista la división del trabajo, el peso creciente de las máquinas energéticas, los instrumentos semióticos re-actuan sobre la economía “desterritorializando” los antiguos grupos sociales para constituir espacios productivos constituyendo dispositivos de encierro materiales, institucionales y mentales. El capitalismo remodeliza lo social en sus menores detalles, desde los aparatos de estado, los equipamientos colectivos hasta los comportamientos y afectos individuales. Por su parte, la máquina urbana funciona como una especie de proto-computador que secreta, en la medida de la evolución de las necesidades del sistema, las oposiciones duales entre sus clases explotadas y sus “elites”, sus ciudadanos respaldados y sus excluidos, sus normales y sus locos.
En la edad del control generalizado, la modelización se hace más totalitaria y hegemónica. La producción de subjetividad no procede solamente por grandes conjuntos y por masas sino por una programación molecular. El catecismo del nuevo Dios programador ya no se hace de la boca a la oreja, sino directamente sobre las estructuras modulares nerviosas y psíquicas. El niño tiene desde la cuna esquemas pilotos que le son trasmitidos por la tele y que modelizan su percepción, su imaginario y sus valores de referencia; el obrero está cogido en el engranaje de los sitios productivos asistidos por computador, por comandos numéricos de todo tipo; los comportamientos del consumidor y del elector son teleguiados en bucles de retroacción por la publicidad, los sondeos y la hipnosis televisual.
La sociedad de control esta dominada por una especie de pulsión determinista colectiva que, paradójicamente, no está menos minada desde el interior por la necesidad imperiosa de preservar un mínimo de grados de libertad, de creatividad, de inventividad, en el dominio de las ciencias, las técnicas, las artes, a riesgo de que el sistema se hunda en una especie de inercia entrópica. Este régimen de modelización programada desde el exterior, quizá es solo una fase llamada a desaparecer frente a una modelización reasumida del interior por los agenciamientos colectivos de enunciación que desarrollarían sistemáticamente esta dimensión de creatividad. Tal evolución depende, de una parte, del desarrollo de las ciencias, de las técnicas y de las artes y, de otra parte de la recomposición de prácticas sociales adecuadas.
Tomemos dos ejemplos: la teoría científica, concebida como un cuerpo de restricciones cerrado sobre si mismo, tiende ya a dar lugar a sistemas de modelización evolutivos dejando totalmente abierta la definición de sus objetos y el estatuto de sus procedimientos. En el dominio de la película, nuevas tecnologías conducirán, quizá, al espectador a tomar parte activa en el espectáculo, dirigiendo el mismo su punto de vista, su posición, sus primeros planos, sus zooms, sus picados. Ulteriormente se posicionará como espectador-narrador de la acción. Por ejemplo, podrá, a su gusto, cambiar de campo en un western o en una guerra como la del Golfo.
Félix Guattari
(*Marzo 1992; Traducción de Ernesto Hernández B.)
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