domingo, 19 de junio de 2011

El mapa del despertar anarquista: su expresión latinoamericana (Daniel Barret)

EL MAPA DEL DESPERTAR ANARQUISTA:
SU EXPRESIÓN LATINOAMERICANA
LISTADO DE NUCLEAMIENTOS, PRESENCIAS Y ACTIVIDADES ANARQUISTAS

A Sergio Terenzi (Urubú) de Argentina, a Claudia López Benaiges de Chile, a Nicolás Neira de Colombia, a los muchachos presos ayer en Guadalajara y hoy en Oaxaca y a aquella sangre joven todavía en grado de ebullición sobre la cual se edifica el movimiento anarquista latinoamericano de nuestros días y de los días por venir. Y a Bradley Will, por supuesto, porque “anarchy” quiere decir “anarquía” y “libertad” también puede pronunciarse “freedom”.

Un objetivo, un deseo o quizás un anhelo básico, apremiante, de urgida palpitación y que tiende a volverse obsesivo, ha animado la confección del listado y de las reflexiones que aquí se presentarán: ofrecer el sustrato informativo y conceptual mínimo e imprescindible para el establecimiento de redes de relación libertarias en América Latina; una tarea que, en algún futuro impreciso y sin embargo preferiblemente próximo nos gustaría extender a aquellos países del continente cuyas lenguas oficiales o extra-oficiales no son de origen latino, pero cuentan en cambio con una proximidad geográfica que los vuelve tentadores compañeros de ruta. Si bien no podremos extendernos demasiado aquí sobre el punto cabe decir, a modo de aperitivo, que esa promesa, esa posibilidad, ese anuncio de redes anarquistas latinoamericanas sería, en su eventual materialización, algo así como la expresión contemporánea de lo que en sus respectivos momentos fueran la Asociación Continental Americana de Trabajadores (ACAT/AIT) y la Comisión Continental de Relaciones Anarquistas (CCRA); realizaciones regionales, una y otra, de las dos configuraciones básicas de organización y acción que el anarquismo, en tanto movimiento de raigambre histórica, ha presentado hasta el momento: el anarcosindicalismo y el “especificismo”. Estamos ahora frente a un tiempo nuevo y ya considerablemente lejano de los escenarios históricos que dieron lugar y justificación a esas concreciones orgánicas: un tiempo que no parece recomendar la repetición textual de nuestros viejos diagramas o modelos de organización y acción sino que exige de nosotros un enorme esfuerzo de re-elaboración en el campo de la teoría y de la práctica. Un tiempo también en el que, afortunadamente y sin ningún lugar a dudas, nos vemos colocados ante un nuevo despertar de las tensiones, inquietudes y algaradas libertarias al que América Latina no ha sido ajena; y que, por esa misma razón, se nos presenta como especialmente propicio para afrontar nuestras asignaturas pendientes, nuestras materias sin rendir y nuestras tareas postergadas. Y ubicarlas, por cierto, en el contexto que ahora les corresponde sin confusión posible. Este listado, entonces, puede y debe ser leído e interpretado como el mapa regional, seguramente incompleto, tentativo y algo más que provisorio, de ese despertar; y también como la guía actualmente disponible de aquellas referencias básicas a través de las cuales esa exigencia de renovación y puesta a punto busca los soportes de carne y hueso, individuales y colectivos, que le den respuesta y satisfacción.
Digámoslo nuevamente; ahora desde un punto de vista complementario. En Los sediciosos despertares de la anarquía nos manejamos con una convicción básica: el anarquismo como propuesta revolucionaria radical experimenta un resurgimiento fuerte que fue incubándose de diferentes modos a lo largo de la década de los 90 y que “oficializa” ese espontáneo e inesperado auge, a los ojos del mundo y del propio movimiento que lo encarna, fundamentalmente a partir de las grandes movilizaciones de Seattle, a fines de 1999 y en ocasión de la reunión de la Organización Mundial de Comercio; algo que tal vez encuentre su equivalencia latinoamericana en el entrañable grito de “¡que se vayan todos!” que distinguió al levantamiento popular argentino de diciembre de 2001. Sin embargo, la percepción de este nuevo repunte, de este sedicioso despertar, no debería agotarse en su mera constatación triunfalista sino que reclama distinguir y destacar algunos elementos que es necesario atender.
En primer lugar, este resurgimiento dista de ser homogéneo y no se presenta con la misma fuerza ni los mismos rasgos en las distintas regiones del mundo; el fenómeno no se expresa de idéntica forma en Europa continental, en los países anglosajones, en América Latina o en Africa y Asia -lugares, estos dos últimos, donde parece, por razones casi obvias, ser considerablemente más débil o presentar, en algún país, el carácter de novedad histórica absoluta. En segundo término, nuestro despertar se manifiesta a través de múltiples ejes y no todos los agrupamientos surgen y evolucionan a partir de entendimientos comunes sino que, antes bien, parecen adoptar siluetas diversas luego de haber afirmado su lejano origen compartido. Por último, la propia configuración de este nuevo florecimiento está planteando implícitamente una ardua labor de comprensión y acercamiento que permita re-elaborar el sustento teórico-ideológico que lo justifica y que, a su vez, habilite darle al mismo desarrollo y profundidad. El establecimiento de un denso tejido conectivo, de múltiples redes provisorias, superpuestas y de prioridades intercambiables, que potencien y amplifiquen nuestras posibilidades, que liberen las capacidades de diálogo y entendimiento, que abran espacios de actuación conjunta, parece ser la herramienta más apropiada a nuestro escenario histórico. El objetivo de este trabajo, entonces, será también producir una primera o segunda aproximación a las condiciones materiales de esa posibilidad, de esa necesidad y de esa urgencia, ciñéndonos estrictamente a los mensajes que ya es factible descifrar en el espacio latinoamericano.

En tanto ésa es la idea básica, nos hemos permitido aprovecharnos, a nuestro modo y según nuestras propias intenciones, de un esfuerzo, de unos años de indagación empírica y de unos resultados que no nos pertenecen y que son un mérito exclusivo de los compañeros venezolanos de la Comisión de Relaciones Anarquistas (CRA); especialmente de Nelson Méndez y Alfredo Vallota, que ya ofrecieran valiosos anticipos parciales en la misma dirección contenidos en las sucesivas versiones de su Bitácora de la Utopía, en la posterior lista de Enlaces web anarquistas y afines en castellano emprendida por Méndez en solitario y de cuya persistencia y reorientación surgió luego un fermental directorio anarquista latinoamericano constituído ahora en material de referencia imprescindible sobre el tópico. Más allá del presente trabajo, dicho directorio sigue y seguirá siendo, por supuesto, una herramienta insustituible para cualquiera que pretenda dedicarse con los fines que sea a investigar la presencia anarquista en lenguas castellana y portuguesa. De nuestra parte, hemos hecho ciertas supresiones y también ciertos agregados; pero, sobre todo, lo hemos ordenado y adecuado a nuestros propios propósitos de reflexión.
El directorio original de la CRA -en su versión de enero de 2005, que es la que nosotros habremos de manejar- consta de un minucioso listado de direcciones referidas al anarquismo latinoamericano; localizadas en los países correspondientes pero también en Estados Unidos, Canadá, España, Francia, Reino Unido y Alemania; y, finalmente, compuesto por todos aquellos nucleamientos que voluntariamente resolvieron integrarlo. Cuando decimos que la confección de dicha lista es un “mérito exclusivo” de los compañeros venezolanos, no se nos escapa que seguramente los mismos recibieron múltiples respaldos informativos a su esfuerzo de recopilación, pero ello no puede ir en desmedro de una tarea y de unos logros monumentales que -hasta donde llega nuestro conocimiento- no cuentan con antecedentes de ese porte ni equivalentes en otros ámbitos lingüístico-territoriales. Pero, a nuestros efectos, no podemos menos que distorsionarla en grado extremo y acomodarla a fines que seguramente son coincidentes pero que adoptan otro formato de presentación.
Siendo así, las amputaciones sufridas por el directorio original han sido drásticas y caudalosas. Por lo pronto, evitando sobrecargar innecesariamente el texto, no manejaremos aquí las direcciones electrónicas y/o convencionales sino que nos interesará dejar constancia de las presencias en sí, al tiempo que suprimimos todas las referencias localizadas fuera del espacio territorial latinoamericano; aun cuando el castellano o el portugués fueran su lengua fundamental y originarios de estas tierras sean sus autores o sus temáticas. Por añadidura, y ahora no por razones territoriales, hemos purgado ocasionalmente la lista también de buena parte de aquellas referencias -verificables en el listado original a través de las correspondientes páginas web y direcciones electrónicas- que pueden ser entendidas como afines o familiares a nuestras posiciones pero que no participan enteramente de ellas. Esa “exclusión”, obviamente, no está alentada por el sectarismo ni por el cultivo de una ortodoxia estricta en la que no creemos. En su lugar, en tanto entendemos que el manejo de nuestra propia lista debería orientarse a un intercambio más estrecho y más acotado y, eventualmente, a la producción de algún tipo de consecuencia organizativa específicamente anarquista, parece preferible que tales cosas queden reservadas -al menos inicialmente- a círculos de mayor intimidad y de acuerdo a los trazados más definidos que cada cual quiera darles. Otros cambios operados en nuestra lista con respecto a la original de la CRA han consistido en dar de baja también a aquellas referencias cuyas direcciones hemos constatado no se mantienen, ya sea por cambios en los servidores utilizados ya por la mera desaparición de esa presencia particular. Nada de ello debería ser extraño si sabemos que tenemos frente nuestro un atlas de los anarquistas y que, por lo tanto, no habrá de parecerse a una inmutable cartografía de ríos y montañas: en nuestros mapas, los cursos de agua estarán siempre buscando los lechos que les resulten más apropiados y las elevaciones pueden transformarse en eruptivos volcanes que cambian su propio aspecto e incendian su alrededor. Debe quedar claro, no obstante, que nuestra intención no es ni cuenta con los medios para ser competitiva con el directorio de la CRA y que el trabajo de los compañeros venezolanos seguirá siendo holgadamente una cuidada labor de orfebres y de pioneros de la que todos pudimos servirnos y seguiremos haciéndolo.
Entonces, lo que hemos manejado es un criterio de incorporación “compulsiva” a nuestro listado de forma que ahora pueda considerarse también a aquellos que por decisión o por omisión no se encuentran incluidos en el directorio de la CRA; razón por la cual las amputaciones mencionadas serán provechosamente compensadas con un importante caudal de agrupaciones. Ese trabajo empírico de localización de nuestra parte hubiera querido contar con la paciencia y los conocimientos de que sí dispone la CRA para aportar referencias imprescindibles, como sin duda lo son las procedentes de Haití, de las Guayanas o de los países caribeños de lengua inglesa, de las que aquí no intentaremos hacer ni siquiera una muy pálida reseña; unas ausencias que, momentáneamente, ni disimularemos ni dejaremos de lamentar. Esta mención, que ya se ubica decididamente fuera del campo de las lenguas latinas, puede ser especialmente útil para recordar, reformular y reafirmar el quimérico objetivo del presente listado: el planteo de una guía básica de referencias para la construcción de redes anarquistas en esta región del mundo.
En el contexto de trabajo que nos hemos definido, entonces, cabe decir también que el tendido de redes se plantea en diferentes planos; planos que se superponen y se imbrican entre sí. Los criterios de presentación del listado, por lo tanto, deberían ser múltiples y hemos intentado conducirnos según ese principio. Sin embargo, la tarea de presentar tantos listados como dimensiones imaginables haya nos resulta abrumadora y, por ello, hemos elegido tres ejes que, sin ser los únicos, seguramente revistan entre los más importantes. El primer eje se explica por sí mismo y sólo intenta reunir las distintas referencias según el país que las acoge; el segundo podría concebirse como el que se corresponde con el perfil, el formato o el porte organizativo en presencia; y el tercero, mientras tanto, será una muy incompleta aproximación a las eventuales afinidades de concepción o temáticas que actualmente pueden rastrearse. Tales cosas permitirán tener -así lo esperamos- una idea panorámica sobre la situación del movimiento anarquista en América Latina y su desarrollo presente desde diferentes ángulos de observación. Al mismo tiempo, esta triple presentación pretende insinuar también, subrepticiamente y no tanto, un supuesto que mucho nos gustaría acaudalar y es el de que no sólo puede formarse una red latinoamericana sino tantas como sean necesarias y según criterios superpuestos cuyas discriminación y prioridad respondan a diferentes cálculos de oportunidad, de posibilidad y de deseo; algo que, en los hechos, ya ha comenzado a insinuarse de ese modo. Pero, pasemos de una buena vez a cada una de esas clasificaciones y dejemos la aclaración de los criterios sucesivos y complementarios a los momentos en que ello resulte específicamente oportuno.

1.- El despertar anarquista: país por país

Los problemas clasificatorios con los que luego habremos de enfrentarnos no hacen aquí acto de presencia ni generan las desavenencias que más tarde tendremos que discutir. El primer criterio clasificatorio es largamente obvio y sólo nos exige presentar el mapa libertario latinoamericano según el país en que desarrolla predominantemente su actuación cada uno de los nucleamientos. En la medida en que los problemas clasificatorios han sido considerablemente menores, el listado podrá asistir en este mismo instante a un ensanchamiento que luego no podremos mantener. Inmediatamente tendremos frente nuestro bastante más de 300 presencias o espacios de actividad libertarios efectivamente registrados, por distintas vías, en el sub-continente en el que nos ha tocado vivir. Como ya se ha dicho -y tal cual ahora se habrá de insistir- este listado no puede dejar de ser un dibujo imperfecto, parcial y severamente incompleto. Ello es así por cuanto nada nos permitirá suponer, ni siquiera ahora en que las dudas clasificatorias todavía no nos atormentan, que estamos siendo enteramente justos con la floración real de nucleamientos anarquistas que tiene lugar en la región latinoamericana. No obstante, tendremos sí la posibilidad de aquilatar, aproximadamente y país por país, el grado y el ritmo en que se desarrolla este nuevo y sedicioso despertar de la anarquía; apreciar, además, las diversidades, los rasgos y las eventuales prevalencias de organización y acción que puedan estar planteándose en diversos rincones de América Latina; anticipar, quizás, los problemas, las necesidades y los desarrollos virtuales que plantea cada situación particular; soñar, también, con el trazado de caminos, de itinerarios, de recorridos que vayan y vengan para volver a reunirse y dirigirse hacia un horizonte común.

1.1.- Argentina

Argentina es, sin duda, el mejor espejo de los derroteros seguidos, en líneas generales, por el movimiento anarquista en tierras latinoamericanas. Éste fue el país del continente en que se desarrolló la más vigorosa de sus federaciones anarco-sindicalistas ; y también, con posterioridad, a la hora de la declinación del modelo anterior, una organización específica de alcance nacional que se constituyó en referencia cierta para los movimientos de los países vecinos: la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) y la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA), respectivamente. , Siguiendo devenires y ritmos que fueron propios del movimiento anarquista internacional y comunes a casi todas sus expresiones locales, el anarquismo argentino también comenzó a perder posiciones gradualmente a partir de la revolución rusa; con divisiones primero y un retroceso después que luego sería reforzado en su caso por el populismo peronista, que acabó por sustituirlo en el movimiento obrero y pareció redondear así el camino de su extinción. El sindicalismo programático y maximalista de la FORA es puesto en cuestión desde dentro de la organización misma y acaba abriendo espacios para la constitución de la Unión Sindical Argentina, que ya basa su afiliación en la pertenencia de clase y en un perfil más definidamente reivindicativo que ideológico. Claro que los agoreros frustrados que pronosticaron entonces una muerte genérica y sin resurrección posible se equivocaron una vez más puesto que despertares y empujes libertarios hubo, con el paradigmático antecedente de las agitaciones sesentistas, en las “restauraciones democráticas” de los años 70 y 80 del siglo pasado. Una expresión no única pero sí propia de los años 70 fue, por ejemplo, la organización Resistencia Libertaria, de actuación básicamente clandestina aunque centrada en los núcleos sindicales más combativos; organización finalmente diezmada por la cruenta represión desatada por la dictadura militar. Ninguno de esos empujes, sin embargo, tuvo la fuerza y la extensión del actual; ahora con el detonante del levantamiento popular de diciembre de 2001 y de las interpretaciones teórico-ideológicas y los cursos de acción subsiguientes.
El sindicalismo burocrático, tradicionalmente anexo a la estructura y a la gestión del Estado desde los años 40 del siglo pasado, debilitado respecto a sus mejores momentos pero todavía poseedor de una implantación considerable en la sociedad argentina, no constituye un escenario precisamente alentador para las prácticas anarco-sindicalistas. No obstante, la vieja Federación Obrera Regional Argentina, desde sus modestas posibilidades actuales, reemprendió por enésima vez el ascenso de Sísifo. Consiguió recrear cuatro Sociedades de Resistencia -en Capital, Morón, Bahía Blanca y Mendoza- y denota un esfuerzo importante de seguimiento de los conflictos laborales de la Argentina de nuestros días. Se sabe también de un intento de organización de un sindicato gastronómico de clara orientación anarco-sindicalista en Buenos Aires pero nada podemos decir del mismo en este momento, aunque sí certificar su existencia fehaciente hasta muy poco tiempo atrás.
Mayor fuerza parece tener el empuje de los agrupamientos “especificistas”. Por un lado, la decana de las organizaciones específicas, la Federación Libertaria Argentina, mantiene actividades en Buenos Aires y Rosario así como reconoce la incorporación reciente de los grupos jóvenes Aprender de Trenque Lauquen y Bandera Negra de la propia Capital Federal. Junto a ella conviven las agrupaciones “plataformistas”, cuya conformación en el período más reciente se remonta a fines de los años 90. Originada en el Grupo Caín, la de actuación más estable es la Organización Socialista Libertaria, radicada originalmente en Buenos Aires y reforzada luego con la incorporación de la Organización Libertaria de Paraná. Una vida paralela ha tenido la hoy desaparecida Auca Socialismo Libertario de La Plata y a esta franja del espectro libertario se han integrado más recientemente la Organización Revolucionaria Anarquista, el Colectivo Comunista Libertario y Rojo y Negro Comunismo Libertario. Finalmente, en un registro aparentemente distinto al de la FLA y al de los núcleos “plataformistas”, se ubican nucleamientos como la Red Libertaria en Buenos Aires o el Movimiento Anarquista Libertario, con presencia en el Chaco y en Corrientes.
Como “informales” podríamos clasificar a una serie de grupos que responden a constantes ideológicas y prácticas propias de la agitación anarquista clásica y que han renunciado a ceñirse a un formato organizativo determinado. Entre ellos cabe mencionar al Grupo Anarquista Libertad, Anarquistas de Rosario, la Cruz Negra Anarquista de Buenos Aires, la Coordinación Anticarcelaria del Río de la Plata, el Ateneo Anarquista Ángela Fortunato, Anarquistas Autónomos Autoconvocados, Mariposas del Caos o la revista La Anarquía en el contexto más amplio de las Ediciones Insumisos.
En un espacio de actividad infaltable deberíamos agrupar ahora a editoriales, bibliotecas, centros de estudio, agencias y nodos informativos. Ha llegado el turno de presentar, por lo tanto, a la vieja Biblioteca Popular José Ingenieros, a la Biblioteca Alberto Ghiraldo, a la Biblioteca Alternativa Tilo Wenner y a la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata. Y editoriales, claro, como el Colectivo Editorial Letra Libre o la colección Utopía Libertaria de Libros de Anarres. O verdaderos nodos en formato web que se encargan tanto de ediciones electrónicas como de una fecunda labor de difusión de informaciones y noticias: tal es el caso de Barricada Libertaria, Glóbulo Negro, Anarquía.org, En torno a la anarquía, Espadas y serpien77es y algunos otros que seguramente se nos escapan.
Con un impulso y una autonomía mayor que en otros tiempos es importante identificar hoy un espacio de actividad con perfiles propios: el de los grupos contraculturales, musicales, teatrales y de índole similar. Aquí encontraremos al Colectivo Anarkopunk de Buenos Aires, Punks Unidos de Córdoba, Anarkopunks en Lucha, Dekadencia Humana, Resistencia Anarkopunk de Rosario, Farsa Realidad, K-Gate Records, Matakarneros, Kamenish, Vitamina A, Kome Mierda/A.L.A., Kolectivo Libertario Germinal de Mar del Plata, Resistencia Activa, La fuerza de los de abajo zine y Okupación en LaFe de la localidad de Laferrere. En una relación de proximidad con los anteriores, al menos en cuanto a la esencia contracultural de sus prédicas y sus prácticas, tal vez quepa situar a un par de grupos de actuación en el campo ecologista y de liberación animal: Tu libertad zine y la Agrupación de Ideas Libertarias de Entre Ríos; y también, ahora en la cuerda feminista, a Mujeres Libres de Buenos Aires.
Mientras tanto, designaremos de aquí en más como “autónomos” -aunque sea con las reservas del caso- a aquellos grupos a los que no hayamos podido ubicar en ninguna de las categorías ya reseñadas , y entonces habrá que mencionar a la Unión de Anarquistas Zona Oeste, la Organización de La Plata, Organización Anarquista de Córdoba, el Colectivo Anarquista Apoyo Mutuo de Córdoba, el Colectivo Anarquista Pensamiento y Acción de Rosario, Tambuinti Posta Komunitaria de La Rioja, Evolución Libertaria de 25 de mayo, Organización Libertaria de Chascomús, el Colectivo Autónomo de Humanidades de Mar del Plata, la Agrupación Germinal de Tandil, el Colectivo Judas de la Universidad de Buenos Aires, el Colectivo Sin Uniforme, Your Emotions, Mentes Precoces-Futuros Prósperos, Novae Libertatum, el Espacio Social y Libre Hormiguero Negro de Neuquén, la Organización Neuquina Antonio Soto, el Colectivo Tierra y Libertad de Río Negro, Ensamble Libertario de Neuquén, la Coordinadora Libertaria de Córdoba y la Okupación Centro Social de la misma ciudad.
Esta reseña sería incompleta si no redondeáramos la misma dejando constancia de la pertinaz existencia propia de La Protesta; una de las publicaciones anarquistas más antiguas del planeta y que a lo largo de su recorrido clásico estuvo fuertemente asociada a la FORA, de la cual fue durante décadas su órgano extra-oficial. Ahora sí tenemos un panorama que abarca buena parte de la geografía argentina, cubriendo por capilaridad localidades que quedaron fuera de los despertares libertarios de los años 70 y 80 e irrumpiendo con fuerza en diversos planos de actuación que no tienen por qué repelerse recíprocamente. Es evidente, además, que se trata, en la abrumadora mayoría de los casos, de nucleamientos jóvenes, que no responden a una deliberada tarea de proyección y socialización definida desde los focos tradicionales del movimiento anarquista y que sí representan la respuesta proteica y probablemente provisoria de las generaciones libertarias más recientes a las interrogantes de nuestro tiempo: una constante que habremos de encontrar en todos los países que nos quedan por delante y en la que ya no valdrá la pena insistir en cada una de las ocasiones que se nos presentarán de aquí en más.

1.2.- Bolivia

Bolivia sigue aproximadamente y con rasgos propios las pulsaciones del movimiento anarquista internacional. También allí hubo núcleos anarco-sindicalistas a principios del siglo XX, los que luego decantarían su impronta en la Federación Obrera Local, hacia los años 20 de la centuria, y una década después en la Federación Agraria Departamental. Esa influencia se diluye hacia los años 40 en la Central Obrera Boliviana; en la que, no obstante, nunca dejó de haber una cierta cultura libertarizante de sólido arraigo en el comunitarismo propio de los pueblos originarios andinos. Anarquistas fueron, por ejemplo, Víctor López y Líber Forti, secretario general y secretario cultural respectivamente de la Central Obrera Boliviana hasta principios de los muy próximos años 90. Pero, a nuestros actuales efectos, lo que interesa destacar es la nueva asociación establecida entre las posiciones anarquistas y los sucesivos levantamientos populares: entre los cuales, la llamada Guerra del Agua, librada en el valle de Cochabamba en abril del 2000, opera a modo de pila bautismal; y luego, la Guerra del Gas, dirimida sobre todo en El Alto y en La Paz, en octubre del 2003, que juega a modo de confirmación ya rotundamente anti-gubernamental.
Actualmente, en Bolivia se cuenta con una instancia de relacionamiento entre los grupos: la Coodinadora Libertaria, formada en el encuentro realizado en octubre del año 2004 en la localidad de Paukarpata. A diferencia de Argentina, el mapa libertario boliviano es considerablemente simple y se plasma a través de grupos de implantación básicamente regional: el Grupo de Apoyo a los Movimientos Sociales en Cochabamba, Combate en La Paz y El Alto, Acción Anarquista Quepus en Sucre, Quilombo Libertario e Infrarrojo en Santa Cruz y el Colectivo Libertario Gritos en Tarija. Asignándole pretensiones de alcance nacional y una perspectiva más pro-libertaria que propiamente anarquista, es necesario reconocer la formación de una Organización del Poder Popular Libertario. En un tono más burlón, intimista y provocativo cabe situar al Colectivo Inexistente, también de la ciudad de Cochabamba y fuertemente influido por el anarquismo ontológico de Hakim Bey. Con mayores repercusión e impacto a lo largo y a lo ancho de la geografía boliviana habrá que mencionar, por su parte, a Mujeres Creando; un grupo, obviamente feminista, de prolongada actuación. Más difícil resulta la ubicación de grupos aparentemente efímeros y de previsible reciclaje en otras instancias como el Movimiento Anarco Punk, la Tojpa Anarca , Kolectividad Libertaria, Acción Rebelde o Resistencia Anti-Estatal. Por último, como elemento atípico y del que no se ha encontrado símil alguno en el resto de los países, señalemos la existencia de la comunidad virtual Cristianismo Libertario.

1.3.- Brasil

La presencia anarquista en Brasil es también de larga data; desde aquellos lejanos tiempos en que Manuel de Mendonça y Fabio Luz encontraran en revueltos anaqueles algunos textos de Kropotkin o desde la llegada de Giovanni Rossi a Paraná para fundar la Colonia Cecilia. Rápidamente, aquellos tiempos pioneros se confundieron con los del anarco-sindicalismo y dieron lugar, en 1906, a la formación de la Confederación Obrera Brasilera. Los anarquistas fueron, en las dos primeras décadas del siglo XX, los principales animadores de la agitación social de la época, hasta que la confluencia de la represión, las expectativas generadas por la revolución rusa y luego la imposición de un sindicalismo estatal redujeran su influencia a una expresión virtualmente testimonial. Recluídos en archivos y centros de estudio, permanecen en la oscuridad por lo menos hasta la aparición en 1979 de la emblemática publicación O Inimigo do Rei, de la ciudad de Bahía. A la salida de la dictadura militar, ya en los años 80, se produce un florecimiento que asume perfiles anarco-sindicalistas hasta que éste ingresa en su fase conflictiva. Ese conflicto ideológico y organizativo está muy lejos de haberse superado, pero ello no impidió, desde la segunda mitad de los años 90 en adelante, la multiplicación de los espacios de actividad libertaria hasta configurar el actual arcoiris.
De aquel intento de reorganización anarco-sindicalista de los años 80 del siglo pasado, persisten dos nucleamientos: la pro-Federación Obrera de Río Grande do Sul y la pro-Federación Obrera de San Pablo; relacionados ambos en el intento de recreación de la vieja COB. En paralelo con dichos núcleos, se reconoce también la existencia de sus expresiones “especificistas”: el Colectivo Libertario de San Pablo y la Federación Anarkista de Río Grande do Sul.
Pero es claro que éstos no son los únicos nucleamientos específicos que habremos de encontrar. Allí están, para demostrar lo contrario, la Federación Anarquista de Río de Janeiro y, en el más acotado registro “plataformista”, la Federación Anarquísta Gaúcha, la Federación Anarquista Cabocla, la Federación Anarquista Insurrección -también de Río de Janeiro-, el Comité pro Lucha Popular de Bahía (COMLUT), la Rede Libertaria da Baixada Santista y la Uniâo Popular Anarquista. Además, con las dificultades propias de un país de dimensiones continentales, se ha constituído también -básicamente a impulsos de la Federación Gaúcha- el llamado Forum del Anarquismo Organizado (FAO), el que concita expectativas y compromisos en núcleos de San Pablo, Porto Alegre, Bahía, Belém, San Luis, Maceió, Goiás y Macapá.
En Brasil se cubre también esa área de actividad que hemos delimitado en torno a centros de estudio, bibliotecas, editoriales, agencias y nodos informativos. Es así que encontramos a la Agencia de Noticias Anarquistas , el Centro de Contra-Información y Material Anarquista, la Biblioteca Social Fabio Luz de Río de Janeiro, el Centro de Cultura Libertaria Fabio Luz de Bahía, el Laboratorio de Estudios Libertarios, el Colectivo de Estudios Anarquistas Domingos Passos, el Centro de Cultura Terra Livre, el Núcleo de Sociabilidad Libertaria, el Archivo de Historia Social Edgar Rodrígues, la Asociación Cultural Quilombo Cecilia, Index Librorum Prohibitorum, el Círculo de Estudios Libertarios Ideal Peres y el Grupo de Estudios Babilonia.
Entre los grupos de acción contracultural hemos conseguido localizar a la Banda RHC, Batukaçao, Conspiraçao Anti-cultural Universidade Invisível, Detritozine, Evoluçao, Execradores, el Grupo Motim de Teatro, la Organizaçao Anarco Punk y la Unión Libertaria de Maranhâo. Sin demasiadas dificultades, podría inscribirse también en esta categoría al Colectivo Anarquista Brancaleone y las experiencias de somaterapia que promueve en diferentes ciudades de Brasil. Y, como ya lo hicimos en el caso argentino, inscribiremos aquí a dos grupos ecologistas -Colectivo Ambientalista Revolucionario Autónomo de Manaus y Movimiento Ambiental Revolucionario- así como a dos expresiones feministas -el Colectivo Lua de la ciudad de Fortaleza y el Grupo Anarco-Feminista Dandara. Sin perjuicio de lo que se ha señalado, estamos enteramente persuadidos que en este caso nuestra labor de relevamiento ni siquiera llega a ser mediocre y que es más que probable que los nucleamientos de acción contracultural distribuídos en la vasta geografía brasilera excedan con creces nuestros registros.
Finalmente, ubicamos ahora como “autónomos” a la Cruz Negra Anarquista de San Pablo, al Frente Anarquista de Organización Solidaria, al Colectivo Canto Libertario, al Colectivo de Resistencia Libertaria, al Colectivo Ruptura de Fortaleza, al Frente de Ação Libertária, a la Juventude Organizada com Ideais Anarquistas (JOIA) y a Bandera Negra de Bahía. Mientras tanto, nos han resultado inubicables algunos grupos registrados con anterioridad: Coletivo Acrático Proposta, Autonomía, Luta Libertaria, Núcleo de Propaganda Anarquista, Comunidade Mocambo de Recife, Grupo de Estudios Anarquistas de Piaui, Unión Libertaria de Poesía Ávida de Teresina, Núcleo AnarcoPunk de Aracajú, Unión Libertaria Activista de Manaus, Tranca-Rua y la Red de Divulgación Libertaria de Camboriu.

1.4.- Colombia

Con cierto rezago respecto a otros países de la región, también en Colombia hubo una reconocible influencia sindical libertaria en las primeras décadas del siglo XX. Algunos episodios destacan la misma con contornos más marcados, como la gran manifestación del 15 de mayo de 1916 en Bogotá -con cientos de detenidos y varios trabajadores muertos- o la huelga de obreros portuarios en Cartagena, en 1920. El movimiento colombiano acompañó en décadas posteriores el extendido declive de las prácticas anarco-sindicalistas y habrá que esperar hasta las décadas más recientes -excepción hecha de apariciones aisladas y de baja conexión recíproca- para encontrar algunas instancias de reanimación. Las mismas continúan en lo que va del siglo y ya cuentan con su propio tributo de dolor y de sangre: la muerte de Nicolás Neira, un adolescente de 15 años, fallecido el 7 de mayo de 2005 a consecuencia de la brutal golpiza recibida en las demostraciones del 1º de mayo inmediatamente anterior.
El actual panorama del movimiento anarquista en Colombia se define a partir de un conjunto de agrupaciones existentes en Bogotá, Cali y Medellín. Entre ellas, se identifica un activo Centro de Cultura Libertaria, la Cruz Negra Anarquista de Bogotá, Individu@s Kolectiv@s de Cali, el Colectivo Gritos de Rabia de Medellín y el Colectivo El Horizontal; expresiones musicales contestatarias como el Colectivo Contracultura, el sello Persistencia Records y la banda Rechazo; la agencia de contra-información Anakaona Prensa Libre o grupos feministas como Isachishacta (Mujeres Libres) y Polikarpa y sus viciosas.
Aparentemente, no logró consolidarse el esfuerzo de construcción de una red de alcance estatal; esfuerzo encarnado en su momento por la Coordinadora Libertaria Banderas Negras. También aparece al menos como reducida la actividad del grupo Alas de Xue, que en algún momento constituyó la sección colombiana en calidad de Amigos de la AIT. Por último, no hemos podido contar con información actualizada del Movimiento Social Anarquista, de la banda punk Anomia o del fanzine Lo Ke Keda.

1.5.- Costa Rica

Tal como ocurriera en otros lugares de América Latina aunque siempre en relación con las condiciones de posibilidad y los ritmos propios de cada país, el anarquismo costarricense nace al influjo de la labor de trabajadores inmigrantes procedentes de España y de Italia, quienes se encargarán de dar forma a las primeras sociedades de socorro mutuo y también, ya en 1909, a una Sociedad Federal de Trabajadores de Costa Rica. En 1913, a instancias de algunos nucleamientos obreros y del activo Centro de Estudios Sociales Germinal, tendrá lugar por primera vez la celebración del 1º de mayo. En 1921, una importante huelga general convocada por la Confederación de Trabajadores de Costa Rica obtendrá importantes conquistas y, en su desarrollo, sabrá albergar también algunas prácticas de acción directa. Naturalmente, la influencia libertaria decae en los años subsiguientes, pero ello no impedirá que en los años 60 y 70 del siglo pasado se mantenga todavía una presencia lúcida a través de los periódicos El Sol y La Opinión; siempre al calor de los impulsos de José Néstor Mourelo, una presencia que se extenderá también en las décadas subsiguientes.
El despertar reciente, mientras tanto, ha visto el surgimiento más o menos rápido, en los pocos años del corriente siglo, de una serie de agrupamientos: el Colectivo Anarquista Libertad y Solidaridad, la Organización Resistencia Libertaria, la Organización Anarquista Comunista y su Centro de Estudios Germinal, el Colectivo Unión y Resistencia de Cartago, el Kolectivo Unión Ácrata en Lucha también de Cartago, el Colectivo Anarquista Puntarenas, las revistas Acracia y Vía Libre, el anarcosindicalista Grupo Solidario y la banda Manifiesto Ácrata.
En el fermental panorama costarricense parece haber lugar para cruzamientos más que interesantes entre las agrupaciones existentes. Cruzamientos que seguramente deben considerarse como tentativos, experimentales y quizás provisorios, pero que ya mismo pueden dar cuenta o insinuación de un envidiable clima de fraternidades y entendimientos que otros países de América Latina ya querrían para sí. Así, el Colectivo Anarquista Libertad y Solidaridad y la Organización Anarquista Comunista participan en conjunto de la Cruz Negra Anarquista mientras que el primero de los grupos mencionados y la Organización Resistencia Libertaria publicaron en común el periódico Inquietudes. Siendo así, no es extraño que ya se hayan editado los primeros tres números de La Libertad; publicación que, aparentemente, responde al esfuerzo conjunto de miembros pertenecientes a distintos nucleamientos y que hacen suya la invocación de una Federación Anarquista Costarricense.

1.6.- Cuba

La actual situación del movimiento anarquista en Cuba no permite establecer analogías con ningún otro país latinoamericano. No obstante, los tramos iniciales de su existencia se aproximan, con cierta demora y luego de la consabida fase formativa, con los del período anarco-sindicalista y se funden con el movimiento obrero de la isla caribeña; fundamentalmente a partir del gremio de los tabaqueros y de la actividad de difusión orientada por Enrique Roig San Martín. Sin perjuicio de esto, y dado el prolongado carácter colonial de Cuba, el anarquismo isleño también es sacudido por la guerra de independencia de fines del siglo XIX, sin por ello abandonar su vocación básica por la organización autónoma de clase. Con esa impronta es que se formará, en los años 20 del siglo pasado, la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). La influencia libertaria sobre el movimiento obrero cubano comienza a mostrar luego signos de agotamiento bajo la dictadura de Gerardo Machado y su peso en la CNOC se reduce prácticamente de inmediato gracias a los servicios de la represión. El anarquismo cubano continuó su actuación a través de sus organizaciones “especificistas” y mantuvo también influencia sindical en ciertos sectores: gastronomía, transportes, construcción, plantas eléctricas, etc. Es sobre la base de esta arquitectura que participará con rasgos propios en los acontecimientos revolucionarios de los años 50. Sin embargo, su compromiso revolucionario -unido, obviamente, a las características libertarias del mismo- también se convertirá en una molestia para el gobierno encabezado por Fidel Castro. Una vez más, ahora bajo la coartada de la “construcción socialista” y las realidades mucho más crudas propias de un proceso de centralización de poder, los anarquistas cubanos deberán enfrentarse a la cárcel, el exilio o la muerte.
Es así que en 1961, bajo el imperio de dichas circunstancias, acaba formándose el Movimiento Libertario Cubano en el Exilio; el que, luego de una prolongada andadura y de la inevitable renovación generacional, acaba recreándose como Movimiento Libertario Cubano a secas. En los años más recientes, el MLC continúa siendo un agrupamiento del exilio, no obstante lo cual ha multiplicado sus pronunciamientos sobre diversos temas -cubanos en particular y latinoamericanos en general- así como sus contactos y respaldos internacionales. Entre los mismos cabe destacar la creación del Grupo de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba (GALSIC), cuya conformación representó la respuesta orgánica de un llamado abierto suscrito por libertarios de distintos países. A pesar de estos movimientos propios del exilio, es poco lo que se sabe del interior de la isla. Distintas versiones insisten en sostener que existe un embrión de presencia libertaria entre los grupos contraculturales juveniles y es prácticamente seguro que ello esté dando lugar a un proceso lento y riesgoso de reconocimientos recíprocos que eventualmente podrían tender hacia alguna forma de expresión colectiva. Sin embargo, el hermetismo oficial y las dificultades comunicativas mantienen por ahora estas cosas en el terreno de las hipótesis.

1.7.- Chile

Se presume que se remontan a 1897 los primeros registros de una presencia anarquista de invocación expresa y colectivamente organizada en Chile, luego de un período formativo de influencia mutualista y tolstoiana. Es al calor de aquellas primeras publicaciones que irá produciéndose en los medios obreros un desplazamiento desde el mutualismo a las prácticas de resistencia. Los anarquistas chilenos aparecen consustanciados con grandes movimientos huelguísticos a principios de siglo: en 1903, en Valparaíso; en la Semana Roja de 1905 o en la tragedia de Santa María de Iquique, a finales de 1907. Luego, en setiembre de 1919, se funda la Federación Obrera de Chile, en cuyo seno se expresarán minoritariamente sectores libertarios, los que se agruparán sobre todo, apenas unos meses después, como sección local de los Industrial Workers of the World. Más tarde, en 1925, la IWW sufre una escisión de sus sindicatos más fuertes y dan lugar a la formación de la Federación Obrera Regional Chilena. En 1931, languideciendo ya la influencia anarco-sindicalista, fuertemente golpeada por la represión del régimen militar de Ibáñez, se constituye la Confederación General de Trabajadores; la que, a diferencia de su predecesora, opta por una organización de base regional antes que por las federaciones de industria características de la IWW. Con posterioridad a esta fecha, se mantiene en Chile una presencia atenuada y de baja organicidad pero real de todos modos. Una presencia que va acrecentándose en los tramos finales de la lucha contra la dictadura pinochetista hasta la actual situación de exuberante despertar; una situación de la cual seguramente su mejor emblema es la joven compañera Claudia López Benaiges, asesinada por los cuerpos represivos el 11 de setiembre de 1998.
Entre los actuales nucleamientos anarco-sindicalistas podemos ubicar a Solidaridad Obrera de Concepción, vinculado a la AIT, y al Grupo Anarquista Germinal, de la localidad de Penco.
Mayor desarrollo parecen tener los grupos “especificistas”: la Organización Comunista Libertaria, el Colectivo Agitación Libertaria de Arica, el Movimiento Libertario Joaquín Murieta de Temuco, el Frente de Estudiantes Libertarios y la revista Hombre y Sociedad. En principio, a falta de mayor información, estaríamos dispuestos a suponer que la orientación de tales nucleamientos se halla en casi todos los casos más próxima a las posiciones que hemos caracterizado como “plataformistas” que a las propias de las federaciones “de síntesis”.
Mientras tanto, también encontramos en Chile algunos espacios que encajan perfectamente en la categoría correspondiente a aquellos grupos cuya naturaleza se define básicamente por el atesoramiento, la reproducción y la difusión de materiales formativos e informativos: el Instituto de Estudios Anarquistas, la Editorial Espíritu Libertario, la página web Anarquía.cl, el Colectivo Anticopyright y el Centro Social Anarquista Claudia López. Seguramente, aunque el colectivo en sí no tiene una definición propiamente anarquista, también deberíamos incluir aquí a los libertarios que forman parte del Colectivo Autónomo de Contrainformación Hommodolars.
Una vez más, también en el caso chileno encontraremos que la categoría más nutrida es la de aquellos grupos de acción contracultural: la distribuidora y sello Desobediencia, las Ediciones DSOBDC, el fanzine Akción Direkta, el Kolectivo Anarco Punk en Lucha de Valparaíso, la banda Malgobierno, los también punks de Terapia Radial, la Orgánica Anarquista La Idea, el Colectivo Libertario Maldita Cruz, Intoxicación, Ruido Libertario de Copiapó, Ñuñoa Rebelde y Libertaria, Anarquía y una rosa, Bomber, Colectivo Proyecto Urbano Anarquista de Antofagasta, el zine Nuevo Extremo y la web Subversión. Tal como lo hemos hecho en otros casos, agruparemos también aquí a dos colectivos feministas: Mujeres Creativas y Amazonas al Choke.
En el plano de actuación propio de aquellos nucleamientos cuyo principal centro de interés está constituído por las instituciones específicamente represivas del Estado mencionaremos a los grupos antimilitaristas GOKE y Ni Casco ni Uniforme así como al grupo de prisioneros políticos Kamina Libre.
Por su parte, entre los grupos “autónomos”, hemos conseguido relevar al menos los siguientes: Colectivo Esperanza Libertaria de la Comuna de Puente Alto, Bandera Negra de Santiago, Senda Libertaria de La Serena, Organización Libertaria ¡J@!, Coordinadora de Jóvenes Libertarios, Kolectivo de Acción Antifascista, Red Anarquista del Sur y Corriente Revolución Anarquista.
Finalmente, a diferencia del relevamiento anterior, no hemos podido constatar actividad actualizada del grupo feminista Las Clorindas, de la Coordinadora de Acción Libertaria Rizoma, del colectivo Zoociedad Anarkista y de los zines Nueva Era y La Otra Visión.

1.8.- Dominicana

No disponemos de información respecto a algún tipo de presencia anarquista en la historia dominicana. En el período clásico del anarco-sindicalismo, donde dicha presencia hubiera sido de esperar, República Dominicana sólo llegó a contar con débiles sindicatos artesanales circunscritos a la ciudad de Santo Domingo. Más tarde, en 1929, se forma una Confederación Dominicana del Trabajo que rápidamente quedó sometida a los designios de Rafael Trujillo y sólo muy penosamente logra atravesar la larga noche de su dictadura personal. En estos momentos, abocados a la esforzada tarea de arraigar las ideas y las prácticas anarquistas al quehacer social quisqueyano encontramos a la Cruz Negra Anarquista del país. Aparentemente, la misma se encuentra asociada -tal como lo encontramos repetidamente en otros países- a la escena anarco-punk; quizás una constante del período formativo de un movimiento anarquista en aquellos lugares en los que no ha habido tradiciones libertarias importantes ni agrupamientos que aseguraran un mínimo de continuidad.

1.9.- Ecuador

Las informaciones disponibles nos dicen que hacia los años 20 del siglo pasado se formó en Ecuador una Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana, de inspiración anarquista. En 1922, se embarcaron en una gran huelga ferroviaria, seguida de una feroz represión y del desmantelamiento de las organizaciones involucradas. Los libertarios respondieron conformando una federación específica: la Federación de Grupos Anarquistas Miguel Bakunin. Pero ni aun así fue posible eludir la acción represiva y muchos libertarios hubieron de marchar al exilio forzado en las Islas Galápagos. Durante décadas, el anarquismo quedó confinado a pequeños círculos intelectuales, vinculados con sus pares del exterior pero sin una incidencia social real. Entre quienes mantuvieron encendida la llama en los años más recientes y lo hicieron con encomiable perseverancia hasta el día de hoy, habrá que destacar aquí la convencida prédica del músico Jaime Guevara. Finalmente, las ideas y las prácticas libertarias comienzan a resurgir en los años 90: ésa es ya la historia del presente del anarquismo ecuatoriano.
El nodo vinculante del movimiento libertario en Ecuador es una coordinadora en torno a la cual gravitan núcleos e individualidades de Quito, Guayaquil, Riobamba y Ambato. En Quito encontramos al Colectivo Autónomo Reincidiendo por la Libertad, al Ateneo Libertario, a Productores Autónomos, a Hijas de Eva, a Generika, a Libres entre Rejas, a la Comuna Estudiantil Universitaria, al grupo insurreccionalista Miliciano Urbano, a La Libre, al AntiTaurino, a PFN, a Radio (A) y también -como no podía ser de otra manera- la presencia señera del siempre activo Jaime Guevara. En Guayaquil encontramos grupos básicamente contraculturales: la Koordinaria Libertaria Difundista, Resistencia Records, Demencia Extrema y Ruido de Odio. En Riobamba tenemos en solitario a los también contraculturales de Kriminalística y, finalmente, en Ambato, dos contactos de filiación punk unidos a la Coordinadora aparentemente en forma individual.
A los mencionados, habría que agregar otros espacios de actividad contracultural: Am-Necia, Bandera Negra de Guayaquil, Kontestatario Zine de Riobamba, Deconstruxión, La Resistencia Está En Tu Cabeza, Lasergrind Trading, Rebelión Disidente, Wanchaka Record, X.P.E.rimentar zine y el G.R.A. también de Guayaquil.
En líneas generales, la situación del movimiento anarquista ecuatoriano se corresponde bastante bien con algunas características de época, quizás circunstanciales pero seguramente significativas. Esto es así en cuanto se trata de un movimiento abrumadoramente juvenil, compuesto por grupos autónomos con diversos centros de interés, sin tradiciones fuertes a las que atribuir su origen y de expresión básicamente contracultural.

1.10.- El Salvador

El Salvador no parece contar con una tradición libertaria reconocible y nada nos dicen las investigaciones clásicas respecto a una presencia anarquista en el período de implantación y desarrollo del sindicalismo revolucionario. Es de señalar, sin embargo, que en 1914 se formó en este país centroamericano una Confederación de Obreros y bien puede sostenerse, al menos como hipótesis a confirmar o no por investigaciones más detalladas en tal sentido, que es probable haya habido en ella -así sea como reflejo tenue o como contagio de lo que ocurría en otros países latinoamericanos- algún germen de práctica social libertaria. En nuestros días se destaca la presencia del Movimiento Anarquista Salvadoreño/Célula de Liberación Animal, de orientación anarco-vegana con las características propias de dicha corriente de surgimiento reciente y del que información fragmentaria permite suponer su participación en algunas instancias recientes de agitación social.

1.11.- Guatemala

Tampoco Guatemala cuenta con una tradición anarquista importante. De todos modos, no falta algún estudio clásico que reconoce la existencia de una fracción libertaria en el seno de la Confederación Guatemalteca de Trabajadores, fundada en 1944; algo que también queda sujeto a estudios más detenidos que no estamos en condiciones de ofrecer ahora. En la actualidad podemos encontrar a la Brigada Antifascista del Centro; la que, como dato especialmente interesante, se encarga entre otras cosas de la distribución de fanzines guatemaltecos (Kaos Koherente, Desadaptados y Luchando desde Hoy), salvadoreños (Rechazzo social) y costarricenses (Grito de Alerta). Este solo hecho es especialmente significativo por cuanto estaría dando a entender una cierta circulación de materiales entre grupos juveniles contraculturales de la región centroamericana.

1.12.- México

La historia del movimiento anarquista mexicano es una de las más ricas y variadas del continente; no sólo por la reconocible gravitación demográfica de las comunidades indígenas -rasgo compartido aproximadamente en el mismo grado por Perú, Bolivia y Guatemala- sino también por la perdurable influencia de la agitación revolucionaria que ganó al país durante el bienio 1910-1911. Surgido tempranamente, ya en 1868 vio el surgimiento del grupo La Social, animado por Plotino Rhodakanaty y sus secuaces, los cuales dejaron una profunda huella inspiradora en los movimientos agrario y obrero del país. Puede decirse que, al igual que en otras partes, ese primer período se movió bajo un signo mutualista y proudhoniano; el que, inmediatamente da paso a los que serían los primeros brotes de tipo anarco-sindicalista y sus características sociedades de resistencia unidas a los infaltables ateneos y bibliotecas. Es así que, el 5 de marzo de 1876 se reúne el primer Congreso General Obrero de la República Mexicana. Paralelamente, las ideas anarquistas van adquiriendo también carta de ciudadanía en la intensa agitación agraria mexicana y el anarquista Francisco Zalacosta será el principal animador en la creación del Gran Comité Central Comunero; el que, sin demasiados preámbulos, se aboca de inmediato a la preparación de una revolución campesina. Para entonces, México vivía ya bajo el interminable porfiriato y, por supuesto, la represión contra la agitación anarquista no se hace esperar ni se expresará con demasiadas delicadezas. Abreviando groseramente las cosas podemos decir que ésa fue la tónica de las décadas siguientes, hasta la creación, a principios del siglo XX, del Partido Liberal Mexicano; el que, más allá de su denominación y de su origen, se transformará, en menos que canta un gallo y bajo el influjo de los hermanos Flores Magón, en un nucleamiento anarquista insurreccional “con todas las de la ley”. Será en el círculo “magonista” que germinarán las prácticas orientadas a darle a la revolución mexicana de 1910 un claro cariz libertario: la emancipación de los trabajadores, la expropiación de la tierra, la colectivización de todos los medios de producción y el rechazo a que todo ello fuera absorbido y mediatizado por un nuevo gobierno. Mientras tanto, en 1912, se funda la Casa del Obrero Mundial, como expresión anarco-sindicalista propiamente dicha. La influencia libertaria se canalizará más tarde en la Confederación General de Trabajadores, fundada en 1921, hasta que, hacia 1930, la misma comienza a declinar, como ya había ocurrido en la mayor parte de América Latina. No obstante, los anarquistas encuentran la forma de manifestarse socialmente en los años 40 y también, desde 1941, a través de la Asociación Mexicana del Trabajo y de la Federación Anarquista Mexicana, cuya existencia llega hasta los años 70. Por último, ya en los años 80 y 90, nos toparemos con la combativa presencia de la Federación Anarquista Amor y Rabia, que en algún momento agrupó también a militantes de Estados Unidos y Canadá. Sin descuidar la mención, por cierto, de la presencia sindical anarquista que se expresa a través del Frente Auténtico del Trabajo.
En la actualidad, en cuanto a lo que serían las formas de expresión más tradicionales, encontramos en México una agrupación específica que se reclama a sí misma como anarco-sindicalista; la Organización de Propaganda Sindical Revolucionaria Mártires de Cananea. Y también un núcleo “especificista” de claro perfil “plataformista”: la Alianza Comunista Libertaria.
En un renglón distinto corresponde ubicar al emprendimiento de software libre Base|espora.org, a la Cooperativa Libertaria Cultura Libre y a la Agencia Akrata Press; la cual resulta de la fusión de La Rosa Negra, Infoycaos, Resistencia Global Press y Murphy Doom. Sin olvidar, por supuesto, a dos espacios de larga y continuada actuación: la Biblioteca Social Reconstruir y Ediciones Antorcha.
Entre los grupos “autónomos” cabe mencionar al Colectivo Autónomo Magonista (CAMA) -el que, a su vez, participa en la Alianza Magonista Zapatista y activa el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón- al Colectivo Autogestivo de la Protesta a la Resistencia, a Hijos del Pueblo, a Caravana Libertaria Carlo Giuliani, al Colectivo Media Luna Negra Anarquista y a la Coordinadora Apoyo Mutuo de Monterrey.
Como no podía ser de otra manera, existe también una constelación de grupos contraculturales, preferentemente ubicados en el espectro anarco-punk: Colectivo Anarko Punk Aktitud y Lucha, Estoiko/Filibuster Distro, Colectivo Jugo Gástrico de San Luís Potosí, No Mientras Vivamos, R.I.V.A.L., Rockultura de Chiapas, Fallas del Sistema, Juventud Antiautoritaria Revolucionaria, Movimiento Social Lucha Libertaria de Nuevo León, Kolectivo Libertario Anti-Todo de Morelos y Chiapas, Oveja negra y su distribuidora Estajanovismo records y Bebe y Lucha de Guadalajara. En el espacio contracultural, pero en un ámbito más definido de actuación, se puede incluir también a los anarquistas que actúan dentro del grupo ecologista Sonora Earth First.
No falta en México tampoco la rama local de la Cruz Negra Anarquista; la que, entre otros núcleos, recibe el respaldo del Grupo Libertad. Pero lo más significativo y propio está constituído por agrupaciones cuyo ámbito de actuación son las comunidades indígenas como es el caso del Consejo Indígena Popular de Oaxaca Ricardo Flores Magón y Organizaciones Indias por los Derechos Humanos de Oaxaca; las que, sin ser propiamente anarquistas en el sentido restringido del término, reciben una inequívoca influencia de las ideas y las prácticas libertarias.
Al no contar con información suficiente, hemos renunciado a clasificar al Colectivo Nogales -grupo que trabaja sobre los problemas de la región fronteriza con Estados Unidos- y a Marcha al Norte. Asimismo, no pudimos recabar datos actuales de una serie de grupos activos hasta hace poco tiempo atrás: Colectivo Cambio Radical, Subversiv@s, Stress, Uno Menos, ADIXION e-zine, DICIDENCIA - zine, Resistencia, EskiZofréNikO ParAnóicO zine, La Página Libertaria, Radio Kehuelga, Radio Sublevarte, Revolución Organizada Basada en la Anarquía, Colectividades contra la globalización, Cos@ Nostr@ y la Biblioteca de Crítica y Alternativas Radicales. En líneas generales, dadas las dimensiones del país y la diversidad de realidades regionales no estrictamente equiparables estamos enteramente persuadidos que nuestra reseña sobre el panorama libertario mexicano es un reflejo extraordinariamente pobre de una escena rica y compleja que la desborda ampliamente; algo que -lo sospechamos firmemente- repite lo que ya habíamos afrontado en el caso de Brasil.

1.13.- Panamá

En 1905, George Davis, gobernador estadounidense de la Zona del Canal de Panamá, tuvo por divisa la no contratación de anarquistas en las obras de construcción. Ni eso ni la ley 72 que prohibía el ingreso de anarquistas al país pudieron evitar la conformación de núcleos anarcosindicalistas; protagonistas de monta en los movimientos huelguísticos de 1907 y 1925 y también participantes de primera línea en la formación del Sindicato General de Trabajadores. Como en tantas otras partes, esas historias desaparecieron de la vida política panameña y quedaron alojadas luego sólo en los rincones de la memoria. Según algunas crónicas, vuelve a haber anarquistas en Panamá desde fines de los años 80 en adelante y hoy los caminos de reincorporación de prácticas libertarias tienen lugar en una activa escena contracultural, integrada por grupos como Los Ramiros, PHB, Caras de Hambre, Conspiración Piromaníaca, Los Tímidos, Libertad Perdida, Capitán Ponche, Calibre 57, Los Rajuelas, No hay día….en mi provincia, Chiriquí, Arroz Kon Poroto, Tío Patata, Los de Raquel, Los Hijos del Maltrato y Emphyzema. No sería de extrañar, tal como ya ha sucedido en otros países latinoamericanos, que ese nutrido escenario juvenil vaya adquiriendo paulatina o bruscamente perfiles y formas de actuación que desborden las características exclusivamente expresivas que ha asumido hasta el momento.

1.14.- Paraguay

La historia del anarquismo paraguayo no debió tener comienzo más bello que el que supo darle a través de su pluma la sensibilidad entrañable de Rafael Barrett, relatando en frases desgarradoras la realidad del trabajo esclavo en los yerbatales del país. No obstante, no puede olvidarse que algunos años antes, Asunción fue uno de los puntos que tocó el itinerante anarquista italiano Pietro Gori, quien en 1901 pronunció una serie de conferencias y colaboró en la formación del Sindicato de Albañiles, entre otros antecedentes dignos de igual destaque. El punto orgánico de inflexión puede situarse en abril de 1906; momento en el que tiene lugar la formación de la Federación Obrera Regional Paraguaya, de inspiración anarco-sindicalista y replicación del conocido modelo argentino. Pero, como ha ocurrido aproximadamente en el resto de los casos, también aquel añejo sindicalismo paraguayo -combativo, intransigente y de acción directa- va perdiendo fuerza y gravitación social a expensas de sus variantes conciliadoras. Aun así, la decadencia de la FORP es sucedida por la creación del Centro Obrero Regional Paraguayo; el que, en calidad de tal, llega a formar parte del esfuerzo fundacional de la Asociación Continental Americana de Trabajadores, perdiéndose luego todo rastro de influencia libertaria de cierta repercusión. Actualmente, inclinados al esfuerzo de reimplantación libertaria, encontramos a la página Bandera Negra -dedicada durante años a una interesante tarea de difusión ideológica pero abocada actualmente a promover un foro de debate- y al grupo contracultural Diatriba, vinculado fundamentalmente al apoyo de grupos similares y a la edición de una publicación con artículos de crítica política, social y cultural.

1.15.- Perú

En el Perú, como en otras partes, la historia del viejo movimiento anarquista se funde y confunde con la historia del movimiento obrero; al menos desde el momento en que las ideas libertarias pasan a ser las de mayor predicamento en la Confederación de Artesanos Unión Universal, que existía desde 1884. Fueron libertarios, por ejemplo, los orientadores de la primera huelga significativa declarada en Lima en 1904 y se dice que el mismísimo Víctor Raúl Haya de la Torre concurría a la biblioteca de un centro anarquista. A la notoria influencia sindical se unirá también la que ejercía en el plano intelectual el escritor Manuel González Prada, procedente de la clase alta limeña -su apelativo completo fue José Manuel de los Reyes Gonzáles de Prada y Ulloa- y cuyo nombre fue el de un importante Centro de Estudios Sociales tanto como el de las Universidades Populares en las que colaborarán los anarquistas. En julio de 1919 se funda la Federación Obrera Regional Peruana, de implantación básicamente centrada en la ciudad capital y con escasa incidencia entre el importante campesinado de origen indígena. La FORP sigue el mismo recorrido que ya hemos visto reiteradamente, debiendo los anarquistas compartir su influencia con la de los comunistas y los seguidores de Haya de la Torre y ya en 1926 las tres corrientes dan lugar a la formación de la Confederación General de Trabajadores. La influencia libertaria va diluyéndose con el correr del tiempo y el anarco-sindicalismo deja paso a la formación de una Federación Anarquista Peruana que existió hasta los años 60. Más adelante, se dejará sentir alguna influencia en las experiencias autogestionarias habidas durante la presidencia de Velazco Alvarado. Por último, ya en los años 80 y 90, comenzará a plantearse el presente despertar, fundamentalmente a partir de grupos de acción contracultural.
Actualmente, podemos encontrar en Perú un nucleamiento “especificista” de orientación “plataformista”: Qhispikay Llaqta , continuador del colectivo Estrella Negra. Se cuenta también con algunos grupos de los que hemos denominado “autónomos”: el Grupo Anarquista La Protesta, el Colectivo Arteria Libertaria, el Colectivo Autónomo Yacta Runa y el Colectivo Minoría Activa de Arequipa. Más nutridas parecen las filas contraculturales, con expresiones tales como las del Centro Social Anarkopunk, Resistencia anarcopunk, Kolectivo Anarkopunk Jóvenes en Pie de Lucha de Tacna, la banda Asteroides 500. mg, Axión Anarkopunk y su banda Generación Perdida, Autonomía, Feria Libertaria Kallejera y Hombres y Mujeres en Nuestra LuchAnarquista. Hasta hace un tiempo existían también la Revista Invasión Ácrata, Kontesta Editores, la Koordinadora Libertaria y Barricada zine, sin que hayamos tenido la ocasión ahora de confirmar sus actividades en tiempo presente pero sin que esto signifique prueba alguna de su extinción. Tal como ha ocurrido en otros países, también en Perú nos acompaña la sensación de que el panorama libertario es más rico y fermental que el que podemos describir y presentar con nuestros pobres recursos informativos.

1.16.- Puerto Rico

Los estudios sistemáticos sobre la historia del anarquismo en Puerto Rico nos son desconocidos. No obstante, sí es posible encontrarse con relatos que nos dan noticias al menos fragmentarias de una presencia libertaria directa o lateral inequívoca. Sabemos, por ejemplo, de las relaciones entre el patriota puertorriqueño Ramón Emeterio Betances y el anarquista Michele Angiolillo; compinches inesperados en el magnicidio de Cánovas del Castillo, sustanciado en 1897. Sabemos también que, diez años después, hubo importantes huelgas agrícolas en Arecibo -ciudad puerto que, como tal, acogió el consabido trasiego de ideas libertarias- a través de la vida emblemática de Luisa Capetillo; una adelantada del feminismo libertario en las primeras décadas del siglo XX. Por su parte, Ángel Cappelletti señala que en Puerto Rico, a diferencia de la mayor parte de los paises latinoamericanos, la influencia se dio más entre literatos y poetas ubicados en los irreverentes márgenes de la cultura oficial que en el movimiento obrero propiamente dicho.
En la actualidad, el espectro libertario puertorriqueño se expresa fundamentalmente en el espacio contracultural a través del grupo Cojoba y su Anaconda Records; de Desintegrados, que simultáneamente activa la Cruz Negra Anarquista; de Entre Barrotes y su Puerto Rico Hardcore E-zine; de la página La Barba de Bakunin; y de los zines Dispositivo Alteración Mental y La cuestión social. En cambio, no existen noticias recientes de un Kolectivo de Alternativa Libertaria, que en su momento fue el producto de la migración teórico-práctica de un grupo marxista de tendencias nacionalistas.

1.17.- Uruguay

El movimiento anarquista uruguayo siguió, en los primeros tramos de su peripecia, el ritmo de su similar argentino. En ese especial cánon a dos voces da lugar, en 1905, a la formación de la Federación Obrera Regional Uruguaya; claramente mayoritaria en el movimiento obrero del país durante las primeras dos décadas del siglo XX. La revolución rusa producirá luego el consabido cimbronazo y la FORU acabará escindiéndose para abrirle paso a la Unión Sindical Uruguaya; reflejando así una problemática aproximadamente igual a la argentina. En los años 20 hubo una Federación Anarquista uruguaya que aglutinó a los grupos específicos de la época, pero la misma resultó tener escaso suceso y breve duración. Más perdurable fue la influencia de las Juventudes Libertarias, creadas en 1938. Es de su labor continuada, junto a la del periódico Voluntad y a la del Ateneo Libre de los barrios obreros del Cerro y La Teja en Montevideo así como de la presencia paralela de un sindicalismo autónomo y de acción directa durante los años 40 y 50, que se generarán las condiciones para la formación de una nueva Federación Anarquista Uruguaya en el año 1956. Dicha Federación se escinde a su vez en 1963 como consecuencia de diferencias insalvables en torno a la interpretación de la revolución cubana y de sus derivaciones. Sin perjuicio de lo que esta división representó en términos de debilitamiento inmediato, lo cierto es que las fracciones que compusieron en su momento la Federación mantuvieron y desarrollaron sus espacios de actividad. No obstante esta afirmación, fue el segmento que continuó actuando como FAU el que obtuvo mayor resonancia en su actuación, fundamentalmente a partir de sus bases sindicales y de la creación de un aparato pensado para la ejecución de acciones de guerrilla urbana. La repercusión estrictamente libertaria de la FAU, sin embargo, se vio sensiblemente atenuada por la adopción de posiciones que implicaron un acercamiento o una “síntesis” con cierto marxismo revolucionario y heterodoxo. El resultado fue la creación del Partido por la Victoria del Pueblo en 1975; partido que, luego de la feroz represión sufrida en 1976, acaba adoptando un año después, en un encuentro en el exilio realizado en París, una definición estrictamente marxista. De tal modo, ya en plena dictadura militar, la presencia anarquista quedó limitada a pequeños grupos clandestinos y en el exilio que emprendieron la larga marcha de recreación de una organización específica. Finalmente, luego de la “restauración democrática”, en 1986, acaba constituyéndose una nueva Federación Anarquista Uruguaya; la que a diferencia de su predecesora, no conseguirá abarcar ahora a la mayoría de las expresiones libertarias existentes en el país.
Actualmente existen tres espacios de actividad de larga data que, de un modo o de otro, remiten a las expresiones libertarias que dieron lugar a la FAU de 1956: la mencionada Federación Anarquista Uruguaya, la Comunidad del Sur y el Grupo de Estudio y Acción Libertaria (GEAL). De acuerdo a nuestros criterios clasificatorios, la FAU debería ser considerada como un nucleamiento “plataformista”. La Comunidad del Sur, mientras tanto, está planteada desde su formación en 1955 como una experiencia integral de vida según pautas libertarias que conoció los altibajos propios de una exigencia de esa naturaleza, pero también desarrolló una prolongada actividad editorial que en la actualidad se manifiesta a través de Nordan. El GEAL, por su parte, tiene su principal eje de actuación en torno a la Biblioteca Luce Fabbri; la que seguramente se cuenta entre los principales centros de documentación del continente.
“Especificistas” en la acepción “plataformista” del término son también la Organización Libertaria Cimarrón, la Federación Libertaria y el grupo Bandera Negra; todos ellos de composición básicamente juvenil y de conformación relativamente reciente. Como “autónomos” respecto a las concepciones más tradicionales cabría clasificar al Taller Anarquista -partícipe en el Ateneo Heber Nieto, en la revista Alter y en la distribuidora Gato Negro- a Bisagra, a Hijos del Estado y a Santabárbara. Entre los “informales” probablemente quepa incluir a la Biblioteca Anarquista del Cerro y el Ateneo Anarquista de Villa Española, ambos vinculados a la Cruz Negra local y en relación de empatía con la ya mencionada Coordinadora Anticarcelaria del Río de la Plata. Finalmente, entre los grupos contraculturales es del caso mencionar a Apátridas del departamento de Canelones y Rebelión Animal de Maldonado. El listado sería incompleto si, por último, no mencionáramos también la clara influencia libertaria presente en el grupo feminista Las Decidoras.
Asimismo, resulta auspicioso que el movimiento anarquista uruguayo haya limado buena parte de las rispideces del pasado y habilite actualmente espacios de actuación conjunta; quizás débiles si se los observa desde un grado máximo de exigencia pero promisorios si se los mira desde una perspectiva histórica. En el año 2003 se realizó un encuentro general en el que participó todo aquel que quiso hacerlo. Y en el año 2006 se constituyó una coordinadora cuya finalidad puntual fue la realización de eventos comunes conmemorativos del 70º aniversario de la revolución española; coordinadora que continuó actuando luego de esas fechas y que, aparentemente, tendería a estabilizar su funcionamiento como tal. Es de señalar, no obstante, que dicha coordinadora no incluye a todos los nucleamientos puesto que, por diferentes razones, algunos grupos se mantuvieron al margen. En contrapartida, la misma habilita también la participación de militantes a título individual.

1.18.- Venezuela

Pocos o ninguno de los países latinoamericanos sintió tanto como Venezuela -desde el punto de vista de las oportunidades para la emergencia de organizaciones populares autónomas- la nefasta influencia de los regímenes militares; un rasgo del que no carecieron la mayoría de los demás, pero que en el caso venezolano alcanza niveles de exageración. La cooptación estatal llegaba a tal punto y la sujeción a tal extremo que, en agosto de 1922, el llamado Decano de la Confederación de Obreros y Artesanos del Distrito Federal homenajea con una medalla al dictador Juan Vicente Gómez. No obstante este sombrío panorama el mismo no impidió la circulación de ideas libertarias, ya sea en forma directa a través de sus militantes definidos y convencidos como tales, ya indirectamente y en hilachas por intermedio de algunos pensadores venezolanos de avanzada. Es así que pueden rastrearse desde fines de la segunda década del siglo XX formas incipientes de prácticas sindicales anarquistas a través de emigrantes españoles en Caracas o de italianos en Yaracuy, Puerto Cabello y Barquisimeto. En la década de los 20, se hace sentir también en las explotaciones petroleras del Zulia la influencia anarco-sindicalista de trabajadores guatemaltecos y nicaragüenses imbuídos de las ideas de los IWW. Luego de ese período, la presencia anarquista es absorbida fundamentalmente por el Partido Comunista y Acción Democrática hasta el comienzo de las actividades recientes, ya en los años 90 del siglo pasado.
Actualmente, el anarquismo venezolano se expresa fundamentalmente a través de un conjunto de grupos “autónomos”; el más estable y activo de los cuales resulta ser la Comisión de Relaciones Anarquistas, que edita El Libertario -ya con casi 50 ediciones a cuestas- y mantiene un Centro de Estudios Sociales Libertarios, oficiando a su vez como elemento de conexión entre los restantes nucleamientos. En las proximidades del mismo destaca también la existencia de la Cruz Negra Anarquista de Venezuela y Náufrago de Ítaca. Una más que interesante y esforzada actividad realiza La Libertaria, en la apartada localidad de Biscucuy. Asimismo, hay que mencionar también el ciberactivismo de Despierta Transmite en la ciudad de Valencia y el proyecto radiofónico Utopácrata de la Comunidad de P.A.Z. -Proyecto anarquista Zanjar- de Mérida.
Más absorbidos por la acción contracultural propiamente dicha aparecen las banda Apatía No, Doña Maldad de Maracaibo, Los dólares, Los Residuos de San Cristóbal y las distribuidoras Deskontento, Repudio, Siempre Rebelde, Noseke Records y la Columna Insurreccionalista de Payasos Anarquistas. El listado sería incompleto si no mencionáramos ahora a Amantes del Ruido, Grito de Resistencia Animal y Colectivo Herencia Verde de Barquisimeto, al Colectivo Resistencia Activa de Falcón así como a Unidad Autónoma Libertaria y Perdida la Confianza de Maracay.

2.- El despertar anarquista: los formatos organizativos

Ordenar este listado según lo que hemos llamado formato, perfil o porte organizativo se nos aparece como una necesidad, pero en modo alguno resulta ser algo automáticamente evidente sino que requiere de cierta fundamentación. Por lo pronto, parece claro que el grado de incidencia de las propuestas anarquistas debe guardar algún tipo de relación con el ámbito de actuación que definen para sí los agrupamientos libertarios propiamente dichos. Primariamente, y sin perjuicio de otras consideraciones que en algún momento habrá que hacer, podemos suponer que la incidencia será tanto mayor cuanto mayor o más abarcativo sea el nivel de actuación que el agrupamiento en cuestión haya definido como de su incumbencia. Por esa razón, entendimos oportuno conducirnos según un cierto degradé que fuera desde aquellas organizaciones que se extienden efectivamente a lo largo de un territorio nacional dado, o tienen la intención de hacerlo, hasta esa forma mínima de organización que es todo individuo dispuesto a realizar al menos una labor de difusión inmediata de las concepciones libertarias. Así encontraremos, en un extremo, organizaciones con pretensiones de alcance nacional mientras que, en el otro, habremos de toparnos con páginas web unipersonales; adquisición ésta absolutamente actual, que la tecnología moderna ha puesto a disposición de los más voluntariosos y de los más creativos en el manejo de este medio en particular. Más allá de cada uno de esos límites veremos abrirse unos espacios todavía nebulosos pero insinuantes: por “encima” de las organizaciones de alcance nacional parece configurarse un terreno de encuentros, jornadas, seminarios, canales de discusión y redes en los que furtivamente se reunen libertarios de un mismo país o de varios -o, al menos, se abrió y se abre la posibilidad para que así sea- y por “debajo” de las páginas web individuales veremos cómo algunos anarquistas o simplemente simpatizantes y curiosos realizan una provechosa labor de irradiación y rescate con gestos unitarios que satisfacen algunas necesidades nucleares de información y divulgación.
No obstante, es de tener presente que, si los extremos funcionan bastante bien en el plano conceptual, lo hacen considerablemente menos en el plano de sus materializaciones concretas. Del mismo modo, las situaciones intermedias no pueden dejar de plantear sobresaltos e incongruencias que nos resultaron insalvables; como ocurre casi toda vez que se intenta presentar en forma simplificada y fácilmente comprensible una realidad que resulta ser infinitamente más compleja. Algunos ejemplos tal vez permitirían ahora ilustrar en forma más acabada las dificultades de construcción y ordenamiento del listado, pero preferimos ir haciendo las aclaraciones que correspondan en el momento de enfrentarnos con cada nivel de actuación. De ese modo, esperamos justificar la pertinencia de este ordenamiento y ofrecer una visión panorámica cuyas derivaciones habremos de comentar sobre el final de este trabajo.

2.1.- Coordinaciones, redes, encuentros, agencias de noticias, listas de correo.

Las pulsiones y compulsiones epistolares de Bakunin seguramente son un lejano antecedente de este territorio de fusiones libertarias. Las errabundas existencias de Líber Forti y de Víctor García, tejiendo telarañas compañeras por los caminos de América, son también un ascendiente entrañable; ahora más familiar, más próximo y con latidos que todavía podemos sentir. La quimera de la conspiración universal -es decir, el deseo de respirar juntos, acompasadamente y entre iguales- encuentra aquí su lugar natural de despliegue. Pero, además, nuestro tiempo ha querido que las cosas no se limiten ya a correos que demoran meses en llegar o emisarios que tardan otros tantos en volver. Ahora, las posibilidades se han multiplicado, los espacios se han reducido y el tiempo se ha vuelto un ejercicio de simultaneidad. Este territorio de proteica plasticidad probablemente sea una de las principales vertientes expresivas de este nuevo despertar anarquista y en él se incuban, con toda certeza, algunas de nuestras mejores y más ambiciosas apuestas de futuro. Si es que en alguna parte existe con mayor fuerza o capacidad de insinuación la posibilidad de redes libertarias latinoamericanas, ello seguramente acontece a este nivel. Sin embargo, el carácter declaradamente incompleto de nuestra indagación no nos permitirá ahora más que una lista brevísima de menciones que seguramente habrá de estar muy por debajo de la cantidad de acontecimientos o de logros organizativos que aquélla querría resumir.
Si en este período las comunicaciones han sido uno de los elementos fundamentales de contagio, no puede dejar de destacarse a punto de partida la labor cumplida por A-Infos. Nacida a principios de los años 90 como una red de correos convencionales a la que cada núcleo local volcaba las informaciones de su propio entorno, produjo un avance sustancial a partir de 1995 en la versión web que se mantiene hasta el día de hoy en varios idiomas, constituyéndose en una de las principales fuentes de información sobre el acontecer y los quehaceres del movimiento anarquista del mundo entero; y, por supuesto, también de América Latina. Con menos recursos, pero con un entusiasmo que no le va en zaga, han surgido otras agencias más o menos inspiradas expresa o tácitamente en la experiencia de A-Infos -como es el caso de las ya mencionadas Agencia de Noticias Anarquistas y Akrata Press- ocupando nichos informativos que habitualmente no son volcados a ese medio. Por otra parte, bien puede decirse que este campo de actuación es especialmente propicio en cuanto a favorecer confluencias que vayan más allá de las corrientes establecidas y seguramente es mucho todavía lo que se puede avanzar en él.
Las listas de correo constituyen un espacio más restringido pero más fecundo de intercambios por cuanto permiten entablar discusiones y elaboraciones comunes entre todos aquellos interesados en ciertas áreas temáticas más o menos amplias o más o menos acotadas, según los casos y las circunstancias. Dichas listas van desde aquellas que nuclean unas pocas decenas de adherentes hasta las que se aproximan o incluso superan el millar de suscriptores. Tal vez la primera en ser creada y la más variada en cuanto a su composición sea Anarqlat, administrada desde el año 1997 en Venezuela y compuesta actualmente por anarquistas de una veintena larga de países. Asimismo, las agrupaciones más estables y con mayores pretensiones se sirven en forma regular de este novedoso mecanismo de distribución a través del cual dan a conocer sus posiciones y preocupaciones: así lo hacen desde los “plataformistas” más estrictos hasta quienes han optado por pautas organizativas “informales”, como es el caso de la lista de la Coordinadora Informal Anarquista.
Los encuentros también son, por supuesto, una destacada instancia de reconocimientos recíprocos y de búsquedas, cuando no instancias más formales de definición y de presentación pública de las mismas. Probablemente, el primero del período más reciente haya sido el celebrado en Montevideo, en 1996, en ocasión del 40 aniversario de la Federación Anarquista Uruguaya. Con composiciones variables, pero generalmente limitadas a las organizaciones afines a la FAU y a la Federación Anarquista Gaúcha, dichos encuentros han continuado realizándose y se orientan de hecho a la formación de una Coordinación Anarquista Latino Americana (CALA); planteada aproximadamente como expresiva de la corriente “plataformista” en la región y más propiamente en el Cono Sur de la misma. No han faltado, por cierto, los encuentros estrictamente anarco-punks, de los cuales se han realizado cinco hasta el momento: desde Uruguay en 1998 hasta Perú en el 2006, pasando bianualmente por México, Brasil y Argentina. A nivel de combinaciones distintas, que apuntan más a las proximidades regionales, es oportuno citar las Jornadas Libertarias Internacionales celebradas en Caracas en el año 2001 de la cual resultó una red provisoria entre agrupaciones de Venezuela, Colombia y Ecuador o los encuentros habidos entre nucleamientos del sur peruano y el norte chileno. Ninguna de esas instancias, sin embargo, tuvo la amplitud “geográfica” alcanzada por el evento realizado en Caracas en enero de 2006; el que reunió, una vez finalizado el Foro Social Alternativo, a anarquistas de 18 países.
Por último, es de señalar que en los últimos años vienen procesándose lentamente algunas instancias de coordinación “nacional”. La Coordinadora Libertaria boliviana, formada en el 2004, es un buen ejemplo de ello y en Ecuador parece que estamos en presencia de un fenómeno similar. En Uruguay comenzó a funcionar una coordinación en el 2006; y, aunque no reúne a todos los nucleamientos existentes, ha conseguido poner en común algunas relevantes cuestiones de orden práctico que todavía no han dado todo de sí. Con intenciones más limitadas al espectro “plataformista”, el Forum del Anarquismo Organizado en Brasil, apunta también más allá de las actuales realidades orgánicas. En México se ha realizado también una convocatoria recientísima a la formación de una red que abarque a todo el Estado. Finalmente, en Argentina, desde hace unos años está planteado el funcionamiento de la Red de Enlaces del Movimiento Anarquista, pero la misma no parece haber estado en condiciones de reunir en su seno la explosiva floración de agrupaciones que tuvo lugar desde el levantamiento popular de diciembre del 2001. Más allá de las marchas y contramarchas que puedan registrarse en este plano, lo cierto es que el mismo parece ser un camino cierto de reconocimientos recíprocos, de admisión de la diversidad de opciones y de imprescindible colaboración en torno a las necesidades comunes y a las prioridades compartidas.

2.2.- Organizaciones de alcance o de pretensión nacional

En principio, no nos ha sido posible en todos los casos calibrar realmente el alcance nacional de un agrupamiento dado, razón por la cual adoptamos como criterio alternativo el de su denominación, entendiendo que la misma delata, aproximadamente, una cierta vocación implícita por el ámbito de actuación. Por tal motivo, salvo que el conocimiento existente revelara lo contrario, hemos optado por considerar como agrupamientos de alcance nacional o con intención de tal a aquellos que en su denominación incorporan los vocablos “federación”, “organización”, “movimiento” o equivalentes por el estilo; siempre y cuando no estén acotados por una referencia regional o local expresa. El criterio es, por supuesto, harto discutible y puede provocar más de una sorpresa: así, quizás sea posible encontrar agrupamientos con vocación de alcance nacional que tengan menos militantes e incidencia social que otros no tan ambiciosos pero más activos y fecundos en el mismo país. Sin embargo, creemos que de esta forma es posible ofrecer una idea sobre la auto-percepción que un agrupamiento dado tiene de sí mismo y sobre el carácter acabado o provisorio que se ha auto-conferido a punto de partida.
Aún así, nada de ello nos habilitará a ser optimistas en cuanto a la unidad real de los anarquistas de un país dado. Más allá de las denominaciones elegidas y del ámbito de actuación que pueda haberse definido, es un hecho perfectamente constatable que ninguna de las organizaciones que aquí se mencionarán puede considerarse como ampliamente representativa de las diferentes corrientes existentes en ese lugar y generalmente tampoco de la concepción particular a la que pertenecen. Antes bien, como principio de percepción será necesario tener presente que en ningún país latinoamericano parece haberse procesado todavía una unidad completa, cualquiera sea la forma orgánica que ella adopte o la concepción particular de la cual se nutra. Esta ausencia de instancias comunes estables y reconocidas consensualmente como vitales es, precisamente, una de las carencias en las que más cabe insistir, uno de los tantos indicios que delatan nuestras insuficiencias de elaboración y también la excusa mayor en la cual se apoya el planteo de construcción de redes nacionales e internacionales amplias y sin exclusiones.
Entre los nucleamientos de pretensión nacional tenemos, entonces, a la FORA, la FLA, la Organización Socialista Libertaria, la Organización Revolucionaria Anarquista y Rojo y Negro Comunismo Libertario en Argentina; a la Uniâo Popular Anarquista en Brasil; a la Organización Resistencia Libertaria y la Organización Anarquista Comunista en Costa Rica; al Movimiento Libertario Cubano en lo que a Cuba respecta; a la Organización Comunista Libertaria en Chile; a la Organización de Propaganda Sindical Revolucionaria Mártires de Cananea y a la Alianza de los Comunistas Libertarios en México; a Qhispikay Llaqta en Perú; a la Federación Anarquista Uruguaya, la Organización Libertaria Cimarrón, la Organización Bandera Negra y la Federación Libertaria en Uruguay y quizás también a la Comisión de Relaciones Anarquistas en Venezuela.
En cierto sentido, puede decirse también que hay otro tipo de organizaciones de alcance nacional, como pueden serlo el Frente de Estudiantes Libertarios en Chile, la Organización Anarco Punk en Brasil o Mujeres Creando en Bolivia. Sin embargo, es pertinente realizar una distinción con los nucleamientos mencionados anteriormente en el sentido de que ahora estamos frente a expresiones sectoriales que por su propia naturaleza -dicho esto sin pretensiones de emitir un juicio de valor- no están pensadas para albergar en su seno a cualquier individuo de un territorio estatal dado sino que se limitan a agrupar a estudiantes, a quienes han realizado una cierta opción contra-cultural y a mujeres, respectivamente. Sin perjuicio del reconocimiento de estas “restricciones”, parece clara la importancia de prestar atención a este tipo de organizaciones por cuanto el mismo puede quizás estar expresando la tendencia al agrupamiento a partir de identidades menos abarcativas que las clásicas pero igualmente susceptibles de adquirir una extensión a lo largo y a lo ancho de un cierto territorio estatal.

2.3.- Organizaciones de alcance regional

En este caso, hemos reunido en la categoría a aquellos nucleamientos que, en su denominación, incorporan una referencia regional restringida y también a quienes, sin hacerla, circunscriben de hecho su espacio de actuación a un ámbito sub-estatal. Hemos interpretado que tal cosa está insinuando su vocación y sus eventuales trabajos en torno a la constitución de una realidad orgánica que tarde o temprano acabe por integrarlos; aproximadamente en el mismo sentido en que la Federación Anarquista Milanesa forma parte de la Federación Anarquista Italiana. Al mismo tiempo, los hemos ubicado por encima de las agrupaciones de base bajo el supuesto de que, en general, habrán de contar con un radio de actuación más amplio y más ambicioso así como por el hecho de reunir a dos o más de ellas. Es de tener en cuenta, como ya lo dijerámos, que la aplicación de nuestro criterio de ordenamiento de mayor a menor sólo da cuenta de las articulaciones posibles y del grado de completitud o no que un nucleamiento libertario se confiere a sí mismo. En los hechos, es probable que uno o varios de estos nucleamientos de alcance regional cuenten con mayores caudales militantes e incidencia social que alguna de las organizaciones que tienen asignado un alcance nacional expreso. Del mismo modo, es probable también que varias de las agrupaciones de base cuenten con un porte real que esté por encima del que asignaremos en nuestra escala a estos agrupamientos regionales.
Con estas salvedades, podemos entender que son nucleamientos regionales por lo menos el Colectivo Comunista Libertario de La Matanza, la Organización de La Plata, la Organización Anarquista de Córdoba, la Unión de Anarquistas Zona Oeste y el Movimiento Anarquista Libertario de Chaco y Corrientes en Argentina; las agrupaciones de base local en Bolivia (Cochabamba, Santa Cruz, Sucre, Tarija y La Paz-El Alto); los núcleos Pro-FORGS y Pro-FOSP junto a la Federación Anarkista de Río Grande do Sul y el Colectivo Libertario de San Pablo, la Federación Anarquista Gaúcha, la Federación Anarquista Cabocla, la Federación Anarquista Insurrección, la Federación Anarquista de Río de Janeiro, el Comité Pro-Lucha Popular de Bahía y la Federación Anarquista da Baixada Santista en Brasil; los anarco-sindicalistas de Concepción, el Colectivo de Agitación Libertaria de Arica, la Red Anarquista del Sur y el Movimiento Libertario Joaquín Murieta de Temuco en Chile; y, por último, la Coordinadora Apoyo Mutuo de Monterrey, el Consejo Indígena Popular de Oaxaca y las Organizaciones Indias por los Derechos Humanos de Oaxaca en México.

2.4.- Agrupaciones varias

Mientras tanto, cuando la denominación no delata ninguna restricción geográfica pero resulta evocar otro tipo de portes organizativos -como lo harían, por ejemplo, los términos “agrupación”, “grupo”, “núcleo”, “banda” o simplemente “colectivo”- nos hemos limitado a colocar al agrupamiento en cuestión en un nivel “inferior”. No obstante, estamos lejos todavía de haber resuelto los problemas que el criterio clasificatorio habrá de seguir planteándonos. Por lo pronto, es discutible también que una agrupación cualquiera tenga siempre un porte organizativo “superior” que el de un centro de estudios o el de una publicación, siendo que bien podemos encontrarnos realmente con situaciones que rompan esa “lógica”. De todas maneras, una vez más hemos entendido que, cuando un agrupamiento se auto-percibe a sí mismo como algo más que su biblioteca y el órgano de prensa que lo expresa, está reflejando implícitamente una vocación en cuanto a sus campos de actuación que va más allá de tales cosas: concretamente, una práctica colectiva orientada expresamente a producir algún tipo de efecto en la realidad social circundante. Sin embargo, hemos ubicado a este nivel a las bandas de rock, por entender que no constituyen exactamente el equivalente musical de un medio gráfico sino que habitualmente están rodeadas de un entorno más amplio que el de sus componentes en sentido estricto y cuentan con un tipo de irradiación que las vuelve más próximas a las agrupaciones que a las publicaciones y efectivamente lo son. No obstante ello, no se nos escapa que este criterio también ofrece un margen cierto para la objeción y la polémica.
Sea como sea, lo cierto es que, en esta etapa del despertar anarquista que estamos intentando “graficar”, la forma organizativa holgadamente prevalente es precisamente la de la agrupación; entendiendo por tal la propia de un grupo primario, de relaciones directas y cara a cara; apta para una práctica forjada en régimen de asamblea permanente, desde afinidades básicas, intensamente afectiva y facilitadora de la expresividad individual. En este caso, dado lo extenuante y engorroso que sería, nos permitiremos la licencia de no repetir el nombre de las agrupaciones existentes en cada país; sabiendo que, para la localización de quienes se han dado esta forma organizativa, bastará con volver a reunir nuevamente a casi todos los grupos que hemos considerado antes como “autónomos”, “informales” o contraculturales y también a aquellos que desarrollan tareas circunscritas en el campo ecologista, feminista, anti-militarista y de apoyo a presos. Incluso, es harto probable que algunos de los grupos a los que hemos atribuído un alcance regional, funcionen realmente bajo este perfil organizativo y el formato de presentación que le hemos atribuido esté revelando más una intención de futuro que su configuración real. Por otra parte, si comparamos los resultados de este relevamiento con los que obtuviéramos en nuestra versión anterior del mismo, notaremos que es a este nivel que se ponen largamente de manifiesto la mayor cantidad de “apariciones” y “desapariciones”, por lo cual cabe asignarle a la forma agrupacional una adaptabilidad y una plasticidad más fuertes que las encontradas en el resto de los casos. Es por ello, también, que la simple repetición que acabamos de recomendar -confeccionando un listado de agrupaciones sobre la base de las que ya hemos mencionado país por país- sea bastante imprecisa y limitada: es seguro que su número y su gravitación esté por encima de la que nosotros estamos en condiciones de reflejar.

2.5.- Centros de estudios, editoriales, bibliotecas, etc.

Es discutible también que hayamos colocado por “debajo” de las agrupaciones a los centros de estudio, las editoriales y las bibliotecas. Sin embargo, preferimos hacerlo así para mantener la coherencia relativa del criterio y los objetivos de este trabajo en su conjunto. Si se recuerda, entonces, que ese objetivo consiste en presentar un panorama de las realizaciones organizativas anarquistas en el continente latinoamericano y en estudiar la posibilidad de tender redes entre las mismas será lícito que nos manejemos en este caso con un “prejuicio”. Ese “prejuicio”, entonces, consiste en el supuesto de que las agrupaciones medianamente estables están generalmente pensadas para el desarrollo de una práctica de proyección hacia el medio más abarcativa que las de un centro de estudio, una editorial o una biblioteca. Por ello, lo que intentamos circunscribir aquí es aquel tipo de instancia organizativa específicamente abocada al atesoramiento, el ordenamiento, la “manipulación” y la circulación de materiales formativos libertarios. Es innecesario señalar que dicha tarea resulta absolutamente imprescindible y que -más allá de ese “límite” arbitrario que define a estas instancias organizativas y que nos lleva a ubicarlas por “debajo” de las agrupaciones- no deja de ser obvio que muchas veces las mismas requieren para su puesta en funcionamiento de recursos y complejidades que casi siempre habrán de estar por encima de éstas.
Seguramente algo de eso debe haber pensado Eugen Relgis -conmovido por el espectáculo europeo del fascismo y la cavernícola quema de libros a la que ya se habían abocado los nazis- cuando se transformó en promotor de la Biblioteca Archivo Internacional Anarquista (BAIA); la que, a su entender, debía estar ubicada en el país más “liberal”, más “neutral” y menos expuesto a pérdidas drásticas y sumarias de toda América: Uruguay. Así se hizo y allí se instaló, con materiales de diversas procedencias la BAIA americana, en simetría con su similar suiza. Lo que Relgis no pudo imaginar a punto de partida fue que también Uruguay experimentaría años después de la instalación del proyecto un proceso de radicalización de las luchas sociales y el consiguiente desborde represivo estatal que dejaría solamente trizas y cenizas del que fuera en su momento el más importante archivo documental y bibliográfico del continente.
La pérdida es, con entera certeza, todavía irreparable; pero ahí están para demostrar que aún perduran acervos documentales importantes la Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios de la FLA en Argentina, la Biblioteca Social Recontruir en México y la Biblioteca Luce Fabbri en Uruguay. En este rubro tenemos además a la Biblioteca Popular José Ingenieros, a la Biblioteca Alberto Ghiraldo, a la Biblioteca Alternativa Tilo Wenner y a la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata junto con editoriales como Letra Libre y la colección Utopía Libertaria o grupos de investigación como el Centro de Estudios Miguel Bakunin en Argentina; la Biblioteca Social Fabio Luz de Río de Janeiro, el Centro de Cultura Libertaria Fabio Luz de Bahía, el Laboratorio de Estudios Libertarios, el Colectivo de Estudios Anarquistas Domingos Passos, el Centro de Cultura Terra Livre, el Núcleo de Sociabilidad Libertaria, el Archivo de Historia Social Edgar Rodrígues, la Asociación Cultural Quilombo Cecilia, Index Librorum Prohibitorum, el Círculo de Estudios Libertarios Ideal Peres y el Grupo de Estudios Babilonia en Brasil; el Centro de Cultura Libertaria en Colombia; el Centro de Estudios Germinal en Costa Rica; el Instituto de Estudios Anarquistas, la Editorial Espíritu Libertario, el Colectivo Anticopyright y el Centro Social Anarquista Claudia López en Chile; el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón, la Biblioteca Social Reconstruir, la Cooperativa Libertaria Cultura Libre y Ediciones Antorcha en México; las editoriales Nordan y Recortes así como la Distribuidora Gato Negro en Uruguay; y, por último el Centro de Estudios Sociales Libertarios de la Comisión de Relaciones Anarquistas en Venezuela.

2.6.- Otras variantes

¿Alguien puede dudar que la primera idea que surge de una reunión inicial de dos o más anarquistas es la de poner en la calle una publicación escrita cuya periodicidad habrá de quedar permanentemente en suspenso? Siendo así, no es extraño que una publicación centenaria como La Protesta renueve su vigencia y que una pléyade de nuevos intentos inunden de papel y tinta -negro sobre blanco, inacabables verborragias libertarias- las áridas selvas de cemento latinoamericanas. Una constelación inabarcable de recientísimas publicaciones se encarga una vez más de transmitir palabras de inconformismo y rebeldía. A ellas se agregan ahora algunos medios que no eran tan frecuentados o no estaban tan disponibles en las décadas pasadas: las páginas web, las radios piratas, los discos, los videos, etc. Ni siquiera intentaremos presentar una lista al respecto, pues la misma sería, con absoluta certeza, un reflejo pobrísimo de todo lo que los anarquistas puedan estar haciendo en estos momentos a lo largo y a lo ancho de América Latina. Baste decir, a efectos de brindar una imagen aproximada, que la gran mayoría de los nucleamientos mencionados en nuestra clasificación por países cuenta por lo menos con un medio de difusión. Además, debe recordarse que el listado original se basa en un rastreo realizado básicamente a partir de las páginas web existentes; razón por la cual no registra la muy probable constelación de fanzines improvisados y episódicos o relativamente regulares y de cuidada elaboración que deben estar editándose en este momento. Por lo tanto: ¿será una exageración sostener que la cantidad de publicaciones y otros medios circulantes de divulgación supera con creces los tres centenares largos de espacios de actividad anarquista que hemos conseguido listar y que los mismos expresan sólo una parte de las protestas libertarias escritas, cantadas o simplemente habladas que circulan en nuestro continente?
Las páginas web unipersonales, mientras tanto, no parecen ofrecer mayores problemas interpretativos y no habrá inconveniente alguno en situarlas en este nivel de realización. Como ya se ha dicho: en tanto hemos privilegiado lo colectivo, no realizaremos una enumeración de dichas páginas, pero ello no conspirará, por supuesto, contra el elemental reconocimiento que se impone a quienes, con los recursos tecnológicos disponibles y con la fuerza individual que se requiere para transitar una ruta permanentemente condenable desde el poder, han liado sus bártulos para emprender en solitario el iracundo viaje de la anarquía y marcar con su sello personal los obstáculos, los goces y los placeres de tan singular derrotero.
Llegamos al final del recorrido, entonces, en lo que respecta al segundo criterio clasificatorio que nos definiéramos. En este último peldaño de la escala que nos ha permitido constatar empíricamente el reciente despertar anarquista estamos por “debajo” de cualquier logro organizativo medianamente estable. Hay, en cambio, voces y mensajes que portan memorias y proyectos; hay discursos y elaboraciones a través de las cuales se rescata el pasado y también se recupera actualidad. El anarquismo deja de ser un asunto lejano y olvidable; incluso aunque buena parte de los artículos que recorren el continente latinoamericano esté enfocado desde un punto de vista histórico. Ahora, hay un magma subterráneo de quimeras, de propuestas, de reflexiones, de acontecimientos, de personas que se vuelven inmediatamente visibles. ¿Alguien puede dudar que también a través de la mayor o menor densidad de esa algarabía de proclamas estruendosas, de análisis más serenos y de confidencias silenciosas pero irreprimibles es posible explicar que un pensamiento repetidamente condenado a la sepultura sea capaz de recuperar periódicamente sus latencias?

3.- El despertar anarquista: corrientes, espacios y tareas

El tercer y último criterio clasificatorio que hemos manejado presenta también algunos problemas propios a su naturaleza y que, en modo alguno, queremos ocultar. Para empezar, no nos ha sido posible construir una escala exhaustiva, situada en una única dimensión comprensible y relevante y de la cual resulten categorías bien delimitadas, no superpuestas y no sujetas a las dudas que efectivamente tendremos; razón por la cual un agrupamiento cualquiera bien podría incorporarse pertinentemente a dos o más de ellas. En segundo término, la ubicación de cada nucleamiento en las categorías finalmente definidas no deja de ser un tema altamente opinable, por cuanto muchas veces ello no resultará de una expresa inscripción propia en una concepción dada o de una fuerte adhesión identitaria sino de nuestra propia interpretación. Por último, esta misma interpretación tiene al día de la fecha la insalvable limitación de no poder apoyarse en un conocimiento directo y acabado de cada uno de los nucleamientos y, probablemente, en una estimable cantidad de casos no vaya mucho más allá de una primera impresión. Frente a estas dificultades, y ante la necesidad de contar con este instrumento informativo a la mayor brevedad, hemos optado por dejar librada a la intuición la ubicación de muchos de los nucleamientos, reservando incluso para el futuro inmediato la colocación de algunos de ellos en la categoría que les resulte más apropiada.
Existe, sin embargo, una convicción plena que queremos poner enteramente de manifiesto ahora y es que la corriente más caudalosa de este nuevo despertar anarquista no discurre como la mera reproducción de las formas tradicionales que adoptara nuestro movimiento en términos históricos ni es el producto de la acción deliberada de sus viejas expresiones orgánicas. Antes bien -y sobre esto habremos de insistir en los comentarios finales- el nuevo despertar anarquista se produce en un punto de cruce entre ciertas condiciones históricas intransferibles, la defección de los proyectos revolucionarios de mayores circulación y arraigo hasta hace apenas dos décadas y la necesidad de inaugurar un intenso proceso de experimentaciones y de búsquedas en el seno del cual las ideas libertarias recuperan su viejo y perdido lugar. Por tales motivos, creemos desde ya que las dificultades de ubicación de buena parte de los nucleamientos libertarios y su no adscripción a un modelo de organización y acción bien preciso responde a la ausencia de paradigmas renovados y de contornos nítidos o, mejor todavía, a un indefinido y borroso proceso de elaboración de los mismos. Esta clasificación, entonces, pretenderá reflejar esa situación, e intentará destacar a los nucleamientos que, de un modo o de otro, se ubican más definidamente en esas coordenadas de experimentación y de búsqueda; algo que no impedirá destacar también a aquellos nucleamientos que efectivamente poseen un modelo de organización y acción fundamentado en alguna de las corrientes libertarias de más larga y nutrida trayectoria histórica.
Más allá de esto, se impone una última aclaración. Tal como ya lo precisáramos, nuestra lista ha purgado del listado original de la CRA, hasta donde nos fue posible detectarlo, las referencias no específicamente anarquistas y, por ello, casi no habrán de aparecer aquí nucleamientos que de todos modos dejan sentir una reconocible influencia libertaria en diversos campos -movimientos okupas, ecologistas, anti-militaristas, anti-globalización, juveniles, de comunicación alternativa, etc.- en los cuales seguramente se apoya algo del componente más innovador de la militancia y las preocupaciones anarquistas en América Latina. Será oportuno, entonces, tener especialmente presente que en dichos terrenos se ubica también buena parte de ese proceso de experimentaciones y de búsquedas al que recién hiciéramos mención y que las características definidas para nuestro listado vuelven imposible recoger y expresar aquí muchas de sus mayores y mejores potencialidades. Por esta razón y por las dadas anteriormente, también ahora deberemos contentarnos con lo que no pretende ser más que una aproximación y, una vez más, intentaremos excusarnos y escudarnos en el carácter de borrador, altamente falible y provisorio, que desde un principio hemos querido darle a este trabajo.

3.1.- Anarco-sindicalistas

Estamos aquí en presencia de lo que, en Los sediciosos despertares de la anarquía, hemos conceptualizado como anarquismo clásico. Los nucleamientos que ahora se listarán encuentran sus modelos de organización y acción más remotos en lo que bien podríamos considerar como la “edad de oro” del anarquismo; la que, a nuestro modo de ver, se extiende o se prorroga hasta el momento de la derrota de la gesta revolucionaria española. La enorme mayoría de las organizaciones que fueran la columna vertebral de las luchas anarquistas hasta las décadas del 30, del 40 o del 50 del siglo XX, según los casos, se extinguieron en la larga noche de los tiempos bajo el imperio de circunstancias históricas que les llevaron a perder no sólo actualidad sino también existencia; salvo la FORA, que nunca desapareció formalmente pero que sólo tuvo -desde el ascenso peronista hasta nuestro días- una sobrevivencia pertinaz y entrañable aunque sólo letárgica y testimonial. Ello no significó, por cierto, la desaparición, la deserción o la ausencia de militantes sindicales anarquistas que, en distintos países latinoamericanos, continuaron ejerciendo su influencia y ejercitando su vocación revolucionaria desde el seno de las organizaciones obreras. Pero es claro sí que tales cosas se inscribieron ya en un marco bien diferente, donde el trastorno de las estructuras productivas, los cambios en la composición de la clase trabajadora, las insinuaciones de Estados “benefactores” que ofrecían marcos nuevos a la negociación laboral y a la “integración” social, el creciente predominio ideológico de las corrientes comunista, social-demócrata y social-cristiana, etc., fueron confinando las prácticas anarco-sindicalistas clásicas en un espacio reducido y de baja intensidad. El reciente despertar anarquista, mientras tanto, reactualiza el interés histórico por el período en que las organizaciones anarcosindicalistas marcaran con su impronta las luchas obreras del continente y, junto con la crisis de las organizaciones sindicales hegemónicas en los últimos 50 o 60 años, ofrece también un marco a la posible reconsideración de aquellas propuestas. Sin embargo, no es seguro que ello represente la posibilidad automática de que nuevas organizaciones asimiladas a aquel viejo esquema puedan contar con un florecimiento inmediato y una proyección cierta que les permita tener los protagonismos de antaño; aunque parece obvio de todos modos que también el viejo anarco-sindicalismo ha recogido los frutos del resurgimiento libertario y participa del mismo en un espacio que, de momento, plantea más interrogantes que certezas. Sea como sea, a nuestros efectos, es imprescindible considerar de pleno derecho a las organizaciones anarco-sindicalistas como una de las concepciones en presencia; la que, por añadidura, será la que cuente en su haber con el más nutrido y lustroso de los patrimonios históricos.
Entre esas organizaciones, actualmente en proceso de recreación y de irradiación limitada, encontraremos a la ya reiteramente mencionada FORA en Argentina, a los núcleos pro-COB de Río Grande do Sul y San Pablo en Brasil, al Grupo Solidario en Costa Rica, a Solidaridad Obrera y el Grupo Anarquista Germinal en Chile y a la Organización de Propaganda Sindical Revolucionaria Mártires de Cananea en México. Con mayor o menor contundencia, las mencionadas agrupaciones reclaman su adhesión a la AIT o -cuando esto no es tan meridiano- al menos sus simpatías con la misma. No obstante, este tipo de adscripción a ciertas “casas matrices” internacionales debe ser tomado con las debidas precauciones. Por lo pronto, en este caso, es evidente que la escasa cantidad de adhesiones que recoge la AIT en la región no debería ser considerado como una demostración de indiferencia y mucho menos de rechazo, sino como la expresión de una dificultad insalvable para articular las prácticas correspondientes en el actual contexto sindical latinoamericano.

3.2.- “Especificistas”

La denominación de “especificista”, tal como ya lo insinuáramos en su momento, se presta a algunas confusiones que quizás sea preciso aclarar a punto de partida. Desde el ángulo estrictamente léxico habría que considerar como “especificista” a todo grupo que se identificara a sí mismo como anarquista, puesto que, precisamente, ésa es la “especie” teórico-ideológica que se trata de definir. Sin embargo, la convención generalmente admitida en filas libertarias reconoce y adjetiva como tales a aquellos nucleamientos que, en términos históricos, se han planteado como paralelos a la corriente anarcosindicalista o como alternativos a la misma; sea porque los militantes de la organización específica formaban parte también del sindicato libertario correspondiente y apoyaban de distintos modos su accionar -complementándolo y fortaleciéndolo- o bien porque se mantenían al margen del mismo, respectivamente. Además, es frecuente que los nucleamientos que se inscriben dentro de esta concepción busquen diferenciarse de sus similares reconociéndose como exponentes del “anarquismo organizado”, cuando en realidad no se trata más que de una cierta concepción de la organización anarquista que, en modo alguno, puede ser considerada como la única posible. Esta última inflexión responde a una polémica que ya no parece ser enteramente actual ni adoptar las mismas características y que, en su momento, enfrentó ideológicamente a los “especificistas” con aquellas variantes del anarquismo efectivamente contrarias a la organización y a las que genéricamente cabría reconocer como individualistas. Incluso, las consideraciones son más complicadas todavía si tenemos en cuenta que bajo el rótulo de “especificistas” se han inscrito, de un modo o de otro, tanto las llamadas federaciones “de síntesis” como aquellas inspiradas en las posiciones “plataformistas”; entre las cuales, el eje polémico fundamental se sitúa en torno a los problemas de la autonomía y de la unidad táctica. A nuestros efectos, bastará de momento, que incluyamos a ambos tipos dentro del sub-listado correspondiente, pero aclarando desde ya que tanto éste como los restantes problemas de conceptualización del espacio distan mucho todavía de considerarse como plenamente resueltos.
Como especificismo “de síntesis” debe considerarse a la Federación Libertaria Argentina, a la Federación Anarkista de Río Grande do Sul y al Colectivo Libertario de San Pablo en Brasil y, aparentemente, también a la Federación Anarquista Costarricense actualmente en etapa de construcción. La FLA es miembro pleno de la Internacional de Federaciones Anarquistas y quizás pueda decirse también que los restantes nucleamientos entablan aproximadamente en esa dirección sus afinidades inmediatas y sus correspondientes respaldos extra-regionales.
La situación del especificismo “plataformista” es considerablemente más variada y compleja. Ya vimos en su oportuno momento que como tales debía considerarse a la Organización Socialista Libertaria, Rojo y Negro Comunismo Libertario, la Organización Revolucionaria Anarquista y el Colectivo Comunista Libertario en Argentina; a la Organización del Poder Popular Libertario en Bolivia; a los nucleamientos que giran alrededor del Forum del Anarquismo Organizado y a la Uniâo Popular Anarquista en Brasil; a la Organización Comunista Libertaria, el Colectivo de Agitación Libertaria y el Movimiento Libertario Joaquín Murieta en Chile; a la Alianza Comunista Libertaria en México; a Qhispikay Llaqta en Perú y, por último, a la Federación Anarquista Uruguaya, la Organización Libertaria Cimarrón, la Federación Libertaria y Bandera Negra en Uruguay.
Cabe añadir ahora que esta constelación de agrupaciones ha dado lugar a diferentes círculos de mayor afinidad. Por un lado, se mantiene en una versión reducida la Coordinación Anarquista Latino Americana (CALA); compuesta actualmente por la Federación Anarquista Uruguaya, la Federación Anarquista Gaúcha y el Forum del Anarquismo Organizado de Brasil. Paralelamente, la Organización Socialista Libertaria de Argentina y la Organización Comunista Libertaria de Chile parecen guardar entre sí mayor afinidad que con el resto de los emprendimientos “plataformistas”; incluso aunque todos ellos reconozcan una pertenencia internacional más inclusiva en Solidaridad Internacional Libertaria. Por último, se perfila también una coordinación separada entre la Alianza Comunista Libertaria de México, la Organización Revolucionaria Anarquista de Argentina y la Uniâo Popular Anarquista de Brasil; las que ya han producido algunos llamamientos y comunicados conjuntos.

3.3.- “Informales”

La corriente que en términos de modelo organizativo hemos caracterizado como “informal” resulta ser tanto una réplica actual de los esquemas prevalentes en el anarquismo histórico como un rescate teórico-ideológico consistente y enérgico de las prácticas insurreccionales clásicas. Su incorporación al espectro de corrientes libertarias en Latinoamérica es relativamente reciente y quizás quepa considerarla potencialmente -si no en todos, al menos sí en buena parte de los casos- como una asíntota de lo que en Europa se entiende por insurreccionalismo; una concepción fecunda y abierta que frecuentemente es reducida en términos espectaculares a sus expresiones violentas y que, en esa medida, termina siendo tan vilipendiada como desconocida por propios y ajenos. Su aparición en el tiempo, entonces, impide todavía una visualización clara y por ello es preferible hablar antes de “informalismo” organizativo que de un insurreccionalismo plenamente constituído como tal. En ese sentido limitado podrá decirse, por lo tanto, que en algunos países latinoamericanos -Argentina, Uruguay, México y quizás también, por indicios parciales, en Chile, Ecuador y Venezuela- comienza a abrirse paso con fuerza variable una corriente impugnadora de los modelos organizativos tradicionales. Incluso, es muy probable que la propia naturaleza mercurialmente inasible de tales grupos encubra una incidencia mucho mayor de la que está en condiciones de detectar un trabajo de relevamiento con las características del presente. Es factible, por ejemplo, que ésta sea la concepción prevalente a nivel de las diferentes expresiones “nacionales” de la Cruz Negra Anarquista.

3.4.- Anarco-punks

Los grupos anarco-punks parecen ser -en América Latina al menos- una de las principales vertientes a través de las cuales se expresa el reciente despertar anarquista. Nacidos en forma virtualmente espontánea, productos de un contagio no deliberado, resultados de una cultura en la que se fusionan la desesperación existencial, el desencanto político, la rebeldía generacional y el repudio radical a las instituciones, los grupos anarco-punks se han transformado en uno de los vectores especialmente fértiles para la circulación y multiplicación de propuestas libertarias. Sus formas comunicativas son heterodoxas y se manifiestan habitualmente como contraseña generacional más que como un lenguaje susceptible de traducirse en forma inmediata a los códigos políticos del momento. Han establecido ya encuentros y redes propias, con identificaciones dispares respecto al movimiento más inclusivo del que naturalmente forman parte y con una impronta sub-cultural distintiva, fuerte y de contornos bien dibujados. Sus agrupamientos parecen ser altamente provisorios, extraordinariamente plásticos y con cierta tendencia a la renovación de los elencos que les dan vida y animación. Quizás se trate menos de una concepción redonda y abarcativa que de una vía de acceso y de una forma expresiva diferente y bien reconocible; razón por la cual no se trataría de una corriente en el mismo sentido en que lo son las mencionadas anteriormente y con el mismo margen de completitud. En algunos casos, además, los grupos anarco-punks han experimentado un proceso de transformación interna y dado lugar a nucleamientos basados en otro tipo de identificaciones. Por estos motivos y algunos otros, intentar un listado de sus nucleamientos y sopesar su gravitación real es bastante más difícil que en el caso de las corrientes tradicionales. Incluso, es de tener en cuenta que su presentación no es uniforme y en muchas ocasiones adopta el aspecto de una banda de rock pero en otros casos también la forma de una distribuidora, un fanzine, un grupo promotor de la alimentación vegana, etc.
Sin perjuicio de las características reseñadas, es imprescindible señalar que varias agrupaciones anarco-punks apuntan a trascender los ámbitos locales, afinan sus definiciones ideológicas y también se dan formas organizativas más complejas que las de meros grupos locales de estirpe básicamente expresiva. Así, la Internacional Anarco Punk acepta ciertos ámbitos restringidos de manifestación: “Tenemos la música, el teatro, la indumentaria, la poesía, la alimentación, las comunidades, los espacios libertarios, como formas de luchas relativas a la contracultura punk, que está al margen de la sociedad capitalista”. Pero ello no impide la adopción de formulaciones que se explayan en un mayor nivel de abstracción: “Las características ideológico-culturales de la I.A.P. son, en resumen, las mismas que las de la pluralidad de la filosofía anarco punk; es decir: diversidad sexual y de etnias, anti-autoridad, anti-sexismo, anti-militarismo, anti-capitalismo, anti-fascismo, anti-homofobia, anti-especismo, apoyo mutuo,… además de en contra de cualquier imposición dogmática, manipulación o superioridad religiosa: somos anarquistas”. La propia I.A.P. ha realizado encuentros bianuales en forma regular y afirma contar con adherentes en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y México además de sus grupos europeos y estadounidenses.

3.5.- Identitarios y temáticos

Corresponde hacer hincapié ahora en una serie de grupos cuyo eje de actuación está centrado en conflictos sociales de mayor parcialización; aunque no por ello menos importantes. No se trata, por cierto, de considerar que todas estas áreas de preocupación sean enteramente nuevas pero sí lo es el hecho de que las mismas dan lugar ahora a nucleamientos que se consideran virtualmente “completos” y “autosuficientes” en sí mismos y no, como fue tradicional en el pasado, en tanto secretarías o comisiones de una organización anarco-sindicalista o una federación específica: una situación para nada despreciable y sobre la que habrá que volver en nuestras reflexiones finales.
El primer tipo de grupos en el que habremos de reparar cuenta con un prolongadísimo y justificado linaje en tiendas libertarias: el de quienes se ocupan prioritariamente del apresamiento de anarquistas en particular o de la situación carcelaria en general. El resurgimiento anarquista también está asociado, por supuesto, con una nueva oleada represiva que, en distintos puntos, deja ya sentir sus efectos y, muchas veces también, su saña y su crueldad. En muchos lugares del mundo ha comenzado a retomarse, entonces, esa vieja práctica libertaria: la creación de comités de solidaridad con compañeros presos; de forma tal que sea posible reducir las operaciones de secuestro y aislamiento estatal. Ello se inscribe fundamentalmente en el marco de las redes internacionales de la Cruz Negra Anarquista, la que auspicia la creación de grupos locales, generalmente autonómos, no totalmente comprometidos con ninguna de las expresiones particulares del movimiento libertario y que, por lo tanto, pueden llegar a proponerse como una instancia de acción conjunta en torno a un tema que es especialmente sentido, en el que se atenúan las diferencias y en el que se hacen inmediatamente viables las prácticas de solidaridad. En América Latina, existen ya colectivos con esas características y es de suponerse que las circunstancias y algunos efectos de arrastre favorezcan también su inminente multiplicación; tal como parece estar ocurriendo. De momento, se ha podido localizar secciones de la Cruz Negra Anarquista en Argentina, en Brasil, en Colombia, en Costa Rica, en Dominicana, en México, en Uruguay y en Venezuela. Dentro de la misma categoría, aunque con ciertas especificidades, hay que reconocer además la existencia del grupo de prisioneros políticos Kamina Libre en Chile y de la Coordinadora Anti-carcelaria del Río de la Plata.
En íntima relación con los anteriores y abocados también al enfrentamiento práctico de otra de las instituciones represivas clave del Estado -nada menos que las fuerzas armadas- es de importancia destacar la existencia de grupos anti-militaristas y contrarios a la institucionalización compulsiva del servicio militar. Naturalmente, el surgimiento de tales grupos depende fuertemente de que tal o cual país cuente efectivamente con un servicio militar obligatorio y que éste sea a su vez objeto de un repudio extendido entre la población juvenil que oficia como víctima involuntaria del mismo. Esa problemática sólo parece reunir tales condiciones en Chile y allí encontraremos a los grupos GOKE y Ni casco ni uniforme. Pero la suya no es, afortunadamente, una acción aislada y desconectada del resto de los países latinoamericanos. Tanto es así que en mayo del año 2004 se celebró en Chile -en coordinación con la Internacional de Resistentes a la Guerra- un Encuentro Internacional sobre Antimilitarismo y Objeción de Conciencia que contó con participantes de varios países de la región y de España.
Más extendida es la presencia de grupos feministas; los que tienen frente suyo un vasto campo de actuación. En este rubro encontraremos a Mujeres Libres de Buenos Aires en Argentina, a Mujeres Creando en Bolivia, al Colectivo Lua y el Grupo Anarco-Feminista Dandara en Brasil, a Ishachishacta y Polikarpa y sus viciosas en Colombia, a Mujeres Creativas y Amazonas al Choke en Chile, a Hijas de Eva en Ecuador, a un innominado grupo de reflexión sobre la condición femenina en el espacio del Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón en México y a Las Decidoras en Uruguay. Se nos ocurre además que, tal como ya lo hemos dicho en otras ocasiones, esta reseña no puede ser más que un tímido reflejo de una situación real en la que seguramente tienen cabida actividades libertarias bastante más prolíficas que aquellas de las que nuestro relevamiento está en condiciones de dar cuenta.
Más tentativa es la actuación de grupos a los que podríamos calificar tal vez impropiamente de “indigenistas”. En sentido estricto solamente hemos encontrado dos grupos mexicanos que se reconocen expresamente como tales desde su misma denominación: el Consejo Indígena Popular de Oaxaca Ricardo Flores Magón (CIPO-RFM) y las Organizaciones Indias por los Derechos Humanos de Oaxaca; los que, si bien no se reivindican enteramente como anarquistas en sentido estricto, sí lo son en un sentido ideológico amplio, en sus conexiones orgánicas con grupos y redes específicas tanto como en sus prácticas autónomas y de acción directa. Asimismo, se conocen actividades de apoyo a las comunidades originarias por lo menos en Bolivia, en Chile, en Perú y en Venezuela; países en los que existe una gravitación real del problema indígena y una movlización social reconocible en tal sentido.
Por último, también debemos incluir aquí a grupos reclinados hacia la acción ecologista: la Agrupación de Ideas Libertarias de Entre Ríos y el zine Tu libertad en Argentina; el Colectivo Ambientalista Revolucionario Autónomo de Manaus y el Movimiento Ambiental Revolucionario en Brasil; Sonora Earth First en México; y, finalmente, el Colectivo Herencia Verde en Venezuela. Es probable, a su vez, que no estemos forzando excesivamente el criterio si incluyéramos también a la Comunidad del Sur, de Uruguay, la que si bien responde a un proyecto de mayor amplitud, ha concentrado desde hace una buena cantidad de años quizás la mayor parte de sus trabajos precisamente en este campo.
Más allá de esta módica enumeración, cabe conjeturar que la militancia libertaria en estos terrenos muy probablemente no se distinga por la creación de grupos específicos sino por su dilución en el seno de movimientos más amplios. Un caso del mismo signo pero más notorio todavía es el del movimiento okupa, en el que no hemos podido localizar ningún grupo que se considere a sí mismo como estrictamente anarquista pero en el que es más que sabido existe una fuerte presencia y animación libertarias. Seguramente esto es así por cuanto la propia impronta de todos estos movimientos ya contiene una proximidad cierta con propuestas y valores libertarios o al menos admite constituirse como un campo especialmente propicio de oportunidades y de elaboraciones normalmente huidizas para lo que ha sido tradicional en las tiendas de la izquierda convencional; tanto la parlamentarista como aquella que se reclama de intención revolucionaria.

3.6.- “Autónomos”

En forma enteramente arbitraria y ante la falta de una denominación sintética mejor, llamaremos “autónomos” a todos aquellos nucleamientos que no participan enteramente de ninguno de los paradigmas históricos fuertes del anarquismo militante y tampoco limitan su accionar en torno a alguno de los movimientos sociales o ejes temáticos que se han ido volviendo más o menos clásicos en el correr de los años. El campo de experimentaciones y de búsquedas, de construcción más o menos urgida de nuevos modelos de organización y acción, encuentra a este nivel una de sus expresiones más rotundas; aunque de ningún modo pueda decirse que ello será una prerrogativa exclusiva y excluyente de estos grupos. Es obvio que ese proceso de recreación es asumido también por buena parte de los nucleamientos que ya hemos integrado en las categorías anteriores, pero ahora querremos distinguir a aquellos que, dentro de esa corriente de cambios, tienen un anclaje tradicional menor y que, simultáneamente, parecen querer asumir no sólo algunos aspectos parciales sino todas o la mayor parte de las exigencias y en su mayor grado de abstracción. En este nivel, además, quizás nos hubiéramos dejado llevar por la tentación de listar, lisa y llanamente, a todos aquellos nucleamientos no incluídos en ninguna de las categorías anteriores; aun aceptando que ello no deja de ser un ejercicio optimista de conocimientos que no poseemos y que no están momentáneamente a nuestro alcance. Una segunda tentación tal vez nos incitaría a dejarnos llevar por la denominación e incorporar también aquí a los nucleamientos que se han dado a sí mismos un nombre provocativo y poco convencional; pero es seguro que así estaríamos violentando, con alta probabilidad, las intenciones reales de los grupos y guiándonos por una impresión subjetiva que puede no guardar una asociación estricta con la significación que queremos marcar. Ante estas dificultades, tal como ya lo hemos hecho en la clasificación país por país hemos optado por reducir al mínimo este tramo del listado, incluyendo provisoriamente sólo a quienes ofrecen algunas lecturas insinuantes que probablemente contengan en esbozo el aludido esfuerzo de recreación y concibiendo el resultado apenas como un recipiente abierto que esperamos, entusiastamente, ir colmando en el futuro inmediato. No quedan dudas, por otra parte, que a este nivel habrá de producirse más de una irritación que no es nuestra voluntad provocar: seguramente no habrán de estar todos aquellos que querrían reconocerse a este nivel -sin que ello implique, desde el lugar en que nos ubicamos, intención alguna de marginación- y, probablemente, habremos de incurrir también, en ciertos casos, en el error de ubicar a quienes preferirían gozar de una caracterización diferente. Sea como sea, en ningún otro lugar nuestro intento clasificatorio correrá mayores riesgos ni cometerá más equivocaciones que ahora y no podremos hacer otra cosa que apelar nuevamente a la reiterada disculpa de sostener que el tiempo y los conocimientos disponibles no nos han permitido una mayor precisión y que, de todos modos, no creemos estar realizando mucho más que una segunda pero todavía provisoria aproximación al mapa del despertar anarquista latinoamericano.
Hechas estas salvedades y asumiendo deliberadamente un carácter más que tentativo, consideraremos ahora claramente como “autónomos” al menos a la mayoría de los nucleamientos argentinos que ya describimos como tales, agregando también en este momento a quienes hemos clasificado como “informales”; al Grupo de Apoyo a los Movimientos Sociales, a Combate y a Quilombo Libertario en Bolivia; a los grupos ya integrados de este modo en Brasil; al Colectivo Anarquista Libertad y Solidaridad de Costa Rica; a Bandera Negra, Red Anarquista del Sur y Corriente Revolución Anarquista de Chile; a Reincidiendo por la Libertad y Miliciano Urbano en Ecuador; al Colectivo Autónomo Magonista, Hijos del Pueblo y seguramente alguno más que se nos escapa en esta oportunidad, en México; a Yacta Runa y Minoría Activa de Perú; al Taller Anarquista, Bisagra, la Biblioteca Anarquista del Cerro y el Ateneo Anarquista de Villa Española en Uruguay; y, por último, a la Comisión de Relaciones Anarquistas y los grupos que le son afines en Venezuela.

4.- El despertar anarquista: (in)conclusiones e interrogantes

Hemos llegado al final del recorrido que nos hemos impuesto y ahora tenemos frente nuestro el mapa del despertar anarquista latinoamericano según los tres criterios que definiéramos en lo previo. Algunas opacidades, mayores y menores, grandes y pequeñas, habrán de subsistir todavía y seguramente se renovarán durante un buen tiempo más; pero, de todos modos, creemos estar en condiciones de realizar ciertas interpretaciones que nos parecen ajustadas y pertinentes. Sabemos desde ya que estas interpretaciones -algunas de las cuales fueron anticipadas en los desarrollos precedentes- no serán universalmente gratas y no podremos ni querremos ocultar nuestras preferencias y las orientaciones que, desde nuestro punto de vista, será imperioso defender. No habrá aquí, por lo tanto, opiniones con vocación de unanimidad sino polémicas y discrepancias en ciernes. Sin embargo, hay una convicción absolutamente firme y sin atisbo alguno de demagogia o zalamería que debe quedar enteramente clara a punto de partida: luego de haber listado -incompletamente, de lejos y con dudosa aproximación- más de 300 espacios de actividad específicamente libertarios en América Latina no descubrimos en parte alguna enemigos, adversarios o rivales así como tampoco traidores o descarriados. Habrá, por supuesto, formas distintas de concebir la militancia anarquista que tal vez no se reconozcan como recíprocamente familiares; habrá también concepciones y tendencias que quizás no se encuentren en condiciones de producir una convergencia inmediata convincente y perdurable; pero -al menos desde nuestro punto de vista- también hay una caótica, dispersa y entrañable nube de puntos que sólo podemos concebir como el espacio fraternal e insustituible del compañerismo. Nuestro movimiento podrá ser abrumadoramente pobre o reconocidamente marginal y jamás imputará como suyos otros recursos que los que hayan de derivarse sin duda alguna de su propio trabajo, de su propio esfuerzo o de su propia osadía; pero siempre habrá de recurrir -espontáneamente, en forma natural y poco problemática o por deliberada recuperación- con esa riqueza intangible que ningún libro de contabilidad tendrá la capacidad de registrar y que no es otra cosa que la desmesura, la exageración y hasta el paroxismo de la solidaridad y la empatía con nuestros iguales del ancho mundo. En el momento de la reflexión en profundidad y de las (in)conclusiones -por muy discutibles que éstas puedan ser- ésa será la apuesta de la que no querremos abdicar.

1.- Lo primero que creemos necesario responder y fundamentar es la caracterización misma de nuestro trabajo: ¿existen realmente fuertes elementos de prueba empírica que nos permitan hablar, sin ilusión alguna de nuestra parte, de un despertar anarquista latinoamericano, de un escenario histórico en el que un renovado flujo libertario deja oir sus voces de protesta y de creación con fuerza y convicción mayores de las que sentimos, por ejemplo, cinco, diez o quince años atrás? La respuesta a esta pregunta clave es, sin duda alguna, fuertemente afirmativa. Si hubiéramos intentado trazar el mapa del anarquismo latinoamericano en todos o en cualquiera de los quince o veinte años anteriores, seguramente nos habríamos encontrado -como tendencia, obviamente- con una presencia cada vez más raleada a medida que nos alejáramos del momento actual. Naturalmente, hay grupos que aparecen y desaparecen y también organizaciones más firmemente constituídas que pueden acreditar una presencia regular prolongada; pero la corriente que tenemos frente nuestro parece manifestarse más claramente en el sentido de una presencia con buscados elementos de novedad, asumiendo dimensiones progresivamente crecientes y con ribetes cada vez más audaces y confiados en sí mismos -aunque esta afirmación, lógicamente, está más de acuerdo con el panorama continental en su conjunto que con lo que pueda haber ocurrido y estar ocurriendo en algún país en particular. Si tomáramos, por ejemplo, el momento de surgimiento de las diferentes presencias que hemos encontrado -o, para ser más formales, la fecha de fundación de los agrupamientos- la conclusión a la que habría que arribar es que sólo un pequeñísimo puñado de ellos puede reclamar un origen anterior a los años 80, un conjunto algo más amplio vio por primera vez la luz en el transcurso de esos diez almanaques y una apreciable mayoría de los núcleos libertarios ha hecho su ingreso a la escena política latinoamericana en la última década o, quizás, incluso en el último lustro. Para aquilatarlo quizás alcance con señalar que en el presente relevamiento hemos registrado el doble de agrupamientos que en la versión anterior del mismo, perpetrada cuatro años atrás. Precisamente de esta concentración reciente de alumbramientos y presencias, de esta densificación mayor de expectativas e ilusiones, de esta recurrencia casi simultánea en un horizonte que se creía perdido, apagado y anecdótico; precisamente de eso estamos hablando cuando hacemos referencia al despertar anarquista latinoamericano.
Ahora bien: ¿es esto casual? La respuesta a esta nueva pregunta no puede menos que ser, ya mismo, rotundamente negativa. Las razones de este despertar no pueden ser graciosamente simplificadas, operan en múltiples dimensiones y tienen rasgos propios en cada país; pero no tendría que haber demasiado lugar para la discusión si sostenemos que todas ellas deberían ser contextualizadas y rastreadas en el escenario histórico en que tienen lugar y en el que se dibujan sus condiciones de posibilidad. Este nuevo despertar anarquista latinoamericano no es -no podría ser- el resultado aluvional y curiosamente coincidente de una lejana decisión histórica adoptada por organizaciones ya desaparecidas o el previsible producto de una épica centenaria sin solución de continuidad que alguna vez tendría que ofrecer sus esperados frutos. Nada de ello parece ser una explicación satisfactoria y suficiente: tanto el pasado remoto como el más próximo representan un incuestionable flujo de aportes, de enseñanzas y hasta de ejemplaridades éticas de las que no estamos dispuestos a renegar; pero este despertar sólo puede ser entendido si se lo inscribe en un campo más vasto de consideraciones y complejidades, si se lo ubica en el escenario histórico que le corresponde y si se lo concibe como un momento fundacional y distinto, con sus propias claves y con sus propias exigencias; las que ya no habrán de ser -ni tendrán la posibilidad de ser- una copia fiel de sus lejanas matrices sino que están urgiendo, ahora y desde hace un buen tiempo, a transitar en forma colectiva, expresa y deliberada un proceso de re-invención anarquista.
La topografía misma de nuestro despertar está revelando en este preciso instante que éste no circula prevalentemente por los senderos tradicionales e históricamente paradigmáticos sino que sus avenidas más anchas se sustancian sobre un humus de experimentaciones y de búsquedas; las que, a su vez, se encuentran fuertemente condicionadas por el devenir de los nuevos movimientos sociales. En líneas generales, esto se corresponde con un período histórico al que hemos considerado como propio de un cierto anarquismo post-clásico que todavía no ha definido algunos de sus rasgos distintivos ni tampoco todos sus principios teóricos articuladores. No obstante ello, lo que sí es definitivamente claro es que este anarquismo post-clásico necesita responder a las mismas pautas de formación que sus antecedentes: una crítica radical de toda forma de poder de unos hombres sobre otros y una ética intransigente de la libertad. Y que, por lo tanto, no puede menos que constituirse como una re-elaboración creativa de los mismos y de la historicidad en la cual se inscribe. Por ello, la canalización necesaria de este nuevo despertar libertario es también un esfuerzo de transformación y construcción que habrá de apoyarse más sobre la interpretación y el desciframiento de un tiempo nuevo y de sus acuciantes demandas que en la repetición y la prolongación genéticamente pura de su pasado. Una vez más, como en los tiempos de Bakunin o en los de la Unión Anarquista Italiana de sus peripecias iniciales, habrá que producir una síntesis inédita en la cual reverberen el contexto cultural e ideológico de la época, las condiciones sociales, políticas y económicas particulares de cada región y de cada país en que tal acontecimiento teórico-ideológico tenga lugar y, por último pero muy especialmente, la experiencia, las vibraciones y el impulso recogidos en las luchas populares que allí representan su propio drama a través de los movimientos sociales que realmente las encarnan.
Ésta parece ser, en resumidas cuentas la principal clave interpretativa del despertar anarquista en América Latina. Lentamente, en dosis homeopáticas e inicialmente imperceptibles, desde los años 80 pero sobre todo desde la década del 90 del siglo pasado fue acumulándose un cierto bagaje de oportunidades y una cantidad de gestos militantes que apuntaron a abrazarse con ellas y a extraerles el mayor partido posible. El campo de las oportunidades fue ensanchándose con premura en algunos casos y con exasperante lentitud en otros. El estrepitoso derrumbe del mal llamado “socialismo real” reactualizó casi a velocidad de vértigo algunas tesis que se creyeron ya arrumbadas y herrumbradas en tiempos del ascenso bolchevique y a las cuales se extendió luego un nuevo pasaporte sepulcral en los tiempos más próximos de la frustrada revolución española. Casi inmediatamente, el revival capitalista y democrático, bajo su nuevo ropaje neoliberal, se presentó en los primeros años 90 dispuesto a hacer su agosto y a tomarse su cruel revancha de las crisis, las vacilaciones y los temores padecidos durante las décadas anteriores; y, sin embargo, se precipitó en el fin de siglo con una deblacle de estremecimientos varios que todavía está muy lejos de haber llegado a su punto de conclusión. Fue precisamente en ese cruce de opciones políticas en bancarrota que el pensamiento libertario comenzó a recuperar, una vez más, su vieja y belicosa vitalidad. Contaba en esos primeros años 90 con un cuerpo razonablemente importante de propuestas y de experiencias en distintos campos y se apoyaba, además, en una cierta cultura política radical, minoritaria pero remozada, en los emergentes márgenes del establishment, donde se había generado ya una cierta orfandad de ideas nuevas y se afirmaba una cierta pérdida de credibilidad en las alternativas revolucionarias hegemónicas durante los años 60 y 70. Algunas ideas que nos eran familiares y hasta distintivas -acción directa, autonomía, autogestión- comienzan a ganar terreno y a incorporarse como recursos doctrinarios inmediatos al intenso proceso de experimentaciones y de búsquedas de los nuevos movimientos sociales. En esa atmósfera, las filas anarquistas -con sus viejos y también con sus recientes antecedentes de intransigencia y de lucha- aparecían por enésima vez con las manos llenas de entregas generosas y limpias de toda contaminación en las proximidades del poder: sólo faltaba ponerlas a trabajar y así ocurrió, fundamentalmente en torno a las nuevas luchas, los nuevos enfrentamientos y las nuevas rebeliones de nuestro tiempo.

2.- El análisis país por país del mapa anarquista latinoamericano no nos permite todavía, al menos en el actual estado de nuestra exploración, extraer mucho más que algunas sugerencias. En principio, resulta notorio que existen disparidades bastante pronunciadas y que el movimiento presenta desarrollos muy diferentes según el país de que se trate. Esos desarrollos parecen estar asociados a varios factores simultáneamente: las dimensiones del país, su grado de urbanización, sus posibilidades de acceso a las producciones culturales contemporáneas, su densidad comunicacional, su dinámica política más reciente y también la existencia o no de actividades libertarias continuadas a lo largo del tiempo, entre otros. Todo ello resulta en un mosaico de singularidades y de combinaciones variables que difícilmente den lugar a una explicación genérica y, mucho menos, a previsiones medianamente ajustadas sobre el futuro inmediato. No obstante, quizás sea posible sostener desde ya que el desarrollo relativo del movimiento y la proliferación de grupos parece ser mayor en países como Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay; presenta una situación intermedia en lugares como Bolivia, Costa Rica, Perú y Venezuela; cuenta ya con un cierto recorrido en Colombia y Ecuador, es incipiente en Dominicana, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay y Puerto Rico; y, por último, demora todavía en manifestarse en el resto de la América Central y el Caribe. Curiosamente y no tanto, tal vez sea posible afirmar también que precisamente en aquellos países en que se ha dado un mayor desarrollo relativo es donde el movimiento presenta una geografía más diversificada y problemática. Es en ellos donde se evidencia más intensamente la variedad de tendencias y corrientes y, probablemente, también una existencia exageradamente polémica, quizás conflictiva y atravesada por reyertas intestinas que, en lo sustancial, están seguramente fuera de época.
Esta constatación no puede dejar de merecer la mayor atención. Ello es así por cuanto la dinámica propia de un despertar, de un rejuvenecimiento, de una renovación de expectativas como la actual, no se mantiene indefinidamente en el tiempo sino que tiende a agotarse como tal en un lapso no excesivamente prolongado. Más allá de esos períodos primaverales, las exigencias que puedan depositarse sobre el movimiento anarquista serán de naturaleza muy diferente y seguramente expresarán la demanda de una práctica continuada -coherente con las expectativas iniciales- y de una responsabilidad más activa y de mayor peso en relación con los procesos socio-políticos. Generar la capacidad colectiva para responder satisfactoriamente a tales exigencias es, entonces, un desafío distinto al que suelen plantear resurgimientos relativamente bruscos como el presente. Sin perjuicio de esta convicción, es necesario decir que la intensidad, el ritmo y las características del despertar se dibujan siempre sobre el telón de fondo de las especificidades de cada país e incluso -al menos en aquellos de grandes dimensiones, como Argentina, Brasil y México- de su propia diversidad regional. Por ello, la clausura satisfactoria del período correspondiente al despertar y los saldos que de él puedan extraerse son globalmente imprevisibles y altamente dependientes de las condiciones de posibilidad que ofrezca cada país en su articulación con las orientaciones que cada movimiento libertario local haya sabido darse. Es muy probable, por ejemplo, que en un país de desarrollo libertario intermedio pero de baja conflictividad interna y extraordinarias posibilidades de irradiación inmediata, como Bolivia, se cierre el período en mejores condiciones que en Uruguay, aun cuando éste cuente con una presencia anarquista más continuada a lo largo del tiempo y ésta sea hoy circunstancialmente más fuerte.
De cualquier manera, lo que interesa retener ahora, como una de las tantas conclusiones que hemos intentado hilvanar, es que, en términos continentales, estamos frente a un despertar anarquista que se nos ha presentado, país por país, en su exuberante variedad de intensidades y de formas; que esta etapa de desarrollo difícilmente pueda conservar sus virginales características indefinidamente; y que, por último, su desembocadura y su futuro dependen en grado extremo de lo que cada movimiento anarquista local esté en condiciones y en disposición de realizar, por sí mismo y en relación con los demás. A esto último tendremos que darle una atención especial en el remate de este análisis.

3.- Una de las cosas que nuestro listado parece dejar rotundamente clara es la diversidad de respuestas organizativas adoptadas por el movimiento anarquista en América Latina en el actual escenario histórico. Ello es así no sólo en lo que tiene que ver con las concepciones o modelos asumidos en forma más o menos expresa sino también en relación con el porte organizativo que se ha sido capaz de asumir. A diferencia de lo que ocurría en tiempos del anarco-sindicalismo histórico o en las épocas más próximas del “especificismo”, prácticamente no existen, en país alguno, federaciones nacionales que puedan reclamar para sí una representación amplia y genuina de la totalidad del movimiento anarquista o, al menos, del grueso de sus huestes. Lo normal es encontrar que, en aquellos países donde existen organizaciones con vocación de alcance nacional, se establecen también agrupaciones regionales y de base, agrupaciones contraculturales, identitarias y temáticas o simplemente publicaciones que reivindican implícitamente formas autónomas de actuación. Más aún, casi estaríamos tentados de afirmar que, embriológicamente, tal como lo demuestran los países de desarrollo libertario incipiente, los recorridos comienzan a partir de alguna modesta y silvestre agrupación de composición juvenil y de orientación básicamente contracultural que se multiplicará por irradiación o no y que adoptará o no formas más ambiciosas y complejas de actividad en su inevitable devenir.
De acuerdo a lo que hemos venido sosteniendo consistentemente, ello es así, entre otras cosas, en virtud de la ausencia de modelos de organización y acción capaces de suscitar en torno suyo una aceptación amplia y sin fisuras. Pero también es así por el hecho de que uno de los criterios que se ha implantado con más fuerza entre los nuevos movimientos antagonistas es precisamente el de la autonomía; la cual, a su vez, no puede interpretarse más que como el resultado bastante obvio de una cierta proliferación social de identidades en construcción y en movimiento. El movimiento anarquista, entonces, tampoco escapa a las estribaciones periféricas de la crisis de representación política y encuentra dificultades propias para ensamblar organizaciones de amplio espectro y que puedan reclamar sin impugnaciones un alcance nacional. La dispersión del movimiento anarquista, por lo tanto, debe ser interpretada como una consecuencia de nuestro circunstancial vacío paradigmático pero siempre en íntima e indisoluble relación con procesos de segmentación y fragmentación socio-cultural que nos desbordan holgadamente.
El despertar anarquista latinoamericano, entonces, parece sustanciarse sin pausas pero también sin prisas; verificándose sobre todo en la multiplicación de agrupaciones y publicaciones y, seguramente, también en la presencia incrementada en aquellos movimientos que hoy expresan más contundentemente el nuevo flujo movilizativo a nivel continental. Una cierta impaciencia revolucionaria y orientada a una incidencia política inmediata podría, por tanto, cuestionar severamente los dibujos concretos que adopta nuestra geografía; pero, a nuestro modo de ver, esos trazados quizás sean más una muestra de sabiduría y un augurio de novedades necesarias que unas desgracias por subsanar. De un modo o de otro, en un inacabable surtido de ensayos y de errores, los anarquistas latinoamericanos parecen estar buscando los caminos de desarrollo del movimiento y cubriendo los espacios abiertos por las actuales condiciones de posibilidad. En este terreno, las nuevas oportunidades comunicativas parecen jugar un papel vital y desactualizan repentinamente algunos de los problemas clásicos del movimiento anarquista en materia organizativa. En efecto, ¿qué sentido puede tener hoy una ardorosa polémica respecto a la composición y a la orientación de un órgano de prensa que refleje con ubicuidad y ponderación las opiniones consensuales o mayoritarias cuando múltiples nucleamientos pueden, aun con escasos recursos, desarrollar simultáneamente sus propias andanadas expresivas, volcarse plenamente en ellas y multiplicar por capilaridad las posibilidades de irradiación ideológica y agitativa? Por otra parte, ¿cuál sería el cometido de un comité relacionador que concentrara y distribuyera informaciones y propuestas en un momento en que tales cosas se están volviendo progresivamente innecesarias por cuanto la circulación de mensajes en red tiende a generalizarse cada vez más y a marcar con sus características y sus ritmos la cultura de las comunicaciones militantes?
Pero esto, por supuesto, no resuelve algunos otros problemas bastante obvios. Por lo pronto, se hace preciso distinguir entre las condiciones de circulación de mensajes y el contenido de los mismos y concluir que, así como aquéllas admiten ser parcialmente resueltas en términos tecnológicos, la materia misma de las comunicaciones no puede dejar de ser una operación de pensamiento que dista mucho todavía de su resolución. Es cierto que la dispersión del movimiento tiene raíces culturales y políticas muy sólidas y es cierto además que esa dispersión permite reforzar identidades y generar capacidades expresivas que, de otro modo, tal vez no afloraran con la misma fuerza. Pero también parece claro que nuestra dispersión responde muchas veces a una existencia internamente conflictiva, a una ausencia de entendimientos básicos y a una cierta negligencia en el trazado de vínculos no excluyentes. Y todo ello, a su vez, se sustenta en la falta de convicción para asumir un proceso de re-elaboración teórico-ideológica que no termina de consolidarse; sobre todo, en lo que respecta a cuáles deberían ser sus orientaciones fundamentales. Si se analizaran someramente los contenidos de las publicaciones libertarias, los ciclos de cine o la propia lista de artículos anarquistas que fuera posible rastrear, se notará que allí se está delatando en forma más o menos nítida una cierta preferencia por la reivindicación de la historia remota del movimiento anarquista. Esto tiene, sin dudas, fundamentos muy sólidos y también atiende necesidades reales; pero, incluso así, una actividad tan sesgada en esa dirección tal vez esté expresando una demora en la re-elaboración teórico-ideológica y una cierta debilidad en ese plano que es imprescindible situar y revertir.
De todos modos, una observación sensata del mapa anarquista latinoamericano y de su evolución reciente nos permite concluir que, tanto en cuanto guarda relación con la distribución de corrientes y tendencias como en lo que hace al porte organizativo de sus nucleamientos, el movimiento ha ido cubriendo con velocidades variables las zonas de actuación que era posible y necesario abarcar. Quizás todo ello parezca, no obstante, momentáneamente insuficiente; sin embargo, es evidente que una situación de despertar y rejuvenecimiento como la que actualmente vivimos no puede dejar de ser transicional ni de albergar tendencias que apunten a la superación de las realizaciones organizativas que presenta el actual panorama. En tal sentido, queremos creer que la formación de redes que hoy por hoy se insinúan, tanto a nivel nacional como internacional, es una concreción por demás auspiciosa y un sendero a engrosar, a promover y a consolidar.

4.- Sea como sea, el reciente despertar anarquista afecta favorablemente a cualquiera de las tendencias en que se subdivide el movimiento, mientras que los estigmas de época se imprimen solamente en lo que hace a la intensidad diferencial a través de la cual el fenómeno se verifica. Si comparamos la situación actual de la corriente anarco-sindicalista o de la reconocida como “especificista”, encontraremos también que ambas nos muestran un desarrollo cierto con respecto al panorama que podían presentar, por ejemplo, diez años atrás; un desarrollo que, a su vez, puede ser contrastado en diversos planos: formación de nucleamientos recientes, renovación generacional de los elencos militantes, nuevos impulsos propagandísticos y agitativos, etc. Pero, aun así, parecería que lo más sustancial, distintivo y nutrido del resurgimiento libertario discurre, como ya lo anotáramos por caminos diversos. Ello tal vez sea así por cuanto los modelos tradicionales de organización y acción han sufrido un cierto desgaste histórico pero también porque no parecen estar ya en condiciones de dar respuesta a todas las exigencias y demandas de nuestro tiempo.
El anarco-sindicalismo, por ejemplo, no puede operar de la misma forma en que lo hacía un siglo atrás porque las condiciones han cambiado sustancialmente y ya no se parecen a lo que fueron en su momento de auge. En aquel entonces, el anarco-sindicalismo era una propuesta con toda la fuerza y el empuje de una buena y esperanzada nueva, pero un siglo más que largo de experiencias sindicales no pasan en vano y no puede pretenderse ya contar con la misma frescura de los tiempos pioneros. Pero no sólo esto se constituye como un límite que es muy difícil sortear sino que habrá de considerarse también la situación real por la cual atraviesan las organizaciones sindicales existentes en cada país de América Latina, las nuevas condiciones productivas, el perfil de las relaciones laborales, el cambiante rol del Estado, etc., etc. Nada de lo cual debería ser leído, por supuesto, como una incitación a la prescindencia, pues buena parte de las perspectivas libertarias sigue jugándose en torno a su capacidad para arraigar nuevamente en el seno de las organizaciones de la clase trabajadora e imbuir a las mismas de su impronta radical. En todo caso, las condiciones reales y presentes en las que podría operar un sindicalismo de orientación revolucionaria en América Latina deben ser entendidas sí como una incitación a la renovación y a la búsqueda de los modelos de organización y acción que efectivamente demuestren su capacidad para ser asumidos nuevamente por las organizaciones de clase del continente y por sus propias experiencias de lucha.

5.- La situación del “especificismo” es diferente, pues, por su propia naturaleza, éste resulta ser menos dependiente de algunas de las condiciones de su entorno. Pero ello no quiere decir, por supuesto, que pueda independizar completamente tanto su derrotero como su futuro -sean sus logros o sus decepciones- del contexto real en el cual opera. Antes de observar concretamente este aspecto, conviene puntualizar primero las características más salientes del campo “especificista”. Si analizamos la lista que hemos dado de estos nucleamientos, podremos apreciar allí que existe sólo una federación “de síntesis”, en el sentido clásico: la Federación Libertaria Argentina; la que, incluso, como rúbrica de su condición, es la única organización latinoamericana adherida de pleno derecho a la Internacional de Federaciones Anarquistas. Mientras tanto, la Federación Anarquista Uruguaya se encuentra en una situación intermedia y cuenta con una historia que así lo refleja: en sus orígenes más lejanos, durante la segunda mitad de la década de los 50 era también una federación “de síntesis”, pero luego de experimentar una severa escisión a principios de los años 60 y posteriormente, en un contexto de actuación clandestina, se orientará hacia formas organizativas ya no basadas en acuerdos revocables y no vinculantes sino en la construcción de un “centro político”. Ya en los años 70, esa federación desaparecerá en tanto tal y habrá que esperar hasta 1986 para que se constituya una organización que ocupará su lugar y que, luego de un breve período de indefiniciones, reclamará para sí la continuidad histórica completa de la vieja FAU pero con un énfasis muy claro en el período 64-73. Es en torno a esa historia -y, sobre todo, al último tramo mencionado- que abrevan las elaboraciones doctrinarias de la mayoría de los nucleamientos “especificistas” que existen actualmente en el continente y es a través de la influencia, directa o indirecta, de la organización irlandesa Workers Solidarity Movement que empalman las mismas con la vieja reflexión “plataformista”. En líneas generales, entonces, puede decirse que la característica predominante adoptada actualmente por el “especificismo” en América Latina es de corte prevalentemente “plataformista” y, como tal, es uno de los ejes reconocibles de desarrollo del movimiento en un radio de influencia que abarca a Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay, y en menor medida, también a Bolivia y Perú; casualmente aquellos países donde el movimiento anarquista presenta mayores trazas de desarrollo o se encuentra en una situación intermedia.
El problema planteado por este giro organizativo-práctico es que el grueso de los elementos detonantes de su reflexión no se sitúa a nivel de las demandas y exigencias reales de un cierto contexto social concreto y de su correspondiente historicidad sino que se articula básicamente con polémicas internas al movimiento anarquista; fundamentalmente como una impugnación o puesta en tela de juicio de su muy dudosa eficacia política en circunstancias históricas concretas. Ese tema, por supuesto, no es un invento de medianoche ni una circunstancia episódica y, como tal, debe prestársele la atención que se merece. En cambio, lo que no parece acertado es desligar las soluciones al dilema del contexto histórico en el cual éste se inscribe actualmente y, en su lugar, vincularlas a algunos principios abstractos extraídos de la evaluación crítica de una derrota revolucionaria ocurrida en Rusia y en 1921. En los hechos, tal como ha quedado bastante demostrado en el recorrido reciente del “plataformismo” latinoamericano y tal como lo evidencia nuestro propio mapa, la unión general de los anarquistas no ha podido ni podrá ir mucho más allá de la unión parcial de algunos anarquistas. Al mismo tiempo, no deja de ser ambiguo en su propio formato de presentación: el “plataformismo” se presenta en América Latina como una corriente renovadora y que apunta a resolver los problemas político-prácticos a los que se ha enfrentado el movimiento anarquista, pero, al mismo tiempo, lo hace sobre la base de un respaldo doctrinario que sólo puede encontrar su justificación y su sustento en un escenario histórico que, definitivamente, ya no es el nuestro.
Pero el problema es mayor todavía. La principal limitación al desarrollo de los nucleamientos “plataformistas” en espacios más amplios que el de la familia libertaria se configura en un cierto nudo de contradicciones e incongruencias donde no parece posible compatibilizar en lo inmediato la prioridad conferida a las formas políticas de presentación y representación con las exuberantes tendencias a la descentralización, a la autonomización y a la coordinación por transversalidad y diseños reticulares de los movimientos sociales. En efecto, las formas político-partidarias de presentación y representación se incorporan rápidamente, en forma involuntaria y por la propia lógica interna de tales cosas, a un mosaico de ofertas alternativas cuya hegemonía se condensa y se dirime habitualmente -dentro del marco de distribución de poder y legitimidad en que vivimos- en la órbita del Estado. Mientras tanto, las formas sociales de presentación y representación que están ganando terreno se constituyen hoy en torno a modalidades autogestionarias de base que no siempre admiten sin escozores o beligerancias ser expresadas en un mayor nivel de abstracción en el que, inevitablemente, habrán de perder su perfil y sus rasgos básicos. En ese contexto, la unidad táctica no puede ni podrá resolver jamás los variados y arrítimicos problemas que se plantean en la base de los movimientos sociales y deviene necesariamente, en lo que a la organización “específica” respecta, en una práctica regulada desde comités que pasan a constituirse en la administración cotidiana e institucionalizada de los acuerdos generales de trabajo político en el mismo momento en que sus militantes en el seno de esos movimientos tienen o deberían tener una vida de relaciones e intercambios abiertos y signada por una pluralidad, una diversidad y una singularidad intransferibles e innegociables que sólo pueden transcurrir libremente y expandirse en el vértigo caótico y sublime de las asambleas. Casi necesariamente, la lógica “plataformista” desemboca en la elaboración de programas políticos y, por lo tanto, se ubica a pocos pasos del espacio de competencia de los partidos estatales: mientras tanto y por el contrario, uno de los grandes problemas de la práctica anarquista consiste en cómo resolver eficazmente su enérgica oposición a los unos y a los otros.
Sin embargo, y sin perjuicio de estas anticipadas objeciones, es de hacer notar también que la corriente “plataformista” incorpora insistentemente -y probablemente sea la que lo hace con convicción y energía mayores- una propuesta a la que es preciso prestar el máximo de atención. Esa propuesta gira básicamente en torno a la necesidad de lo que, en su vocabulario corriente, se conoce como “inserción social” y se verifica también en términos de lo que sería su expresión inversa: la necesidad de evitar que el movimiento anarquista se convierta en un blanco poco escurridizo y aislado de la corriente principal de luchas populares, sin nexos ni raíces con las agitaciones realmente existentes en cada tiempo y en cada lugar. Es harto probable que esta orientación básica de actuación no siempre sea desarrollada con tino y, en ocasiones, parece confundirse simplemente con una presentación social distinta de algo que no es mucho más que la propia organización “específica”; no obstante lo cual la preocupación como tal deberá seguir teniendo la consideración que se merece. Seguramente, además, no es ésta una contribución original y su realización más acabada, en términos históricos, habrá que buscarla y encontrarla entre las viejas organizaciones anarcosindicalistas; pero, aun así, tampoco es posible desentenderse fácilmente de una requisitoria cuya pertinencia no podrá ser puesta en duda con demasiada fuerza ni con un bagaje argumental demasiado vigoroso.

6.- Mientras tanto, el esquema actualmente prevalente de agrupaciones autónomas enfrenta problemas propios y diferentes. Dichas agrupaciones son, en términos de su realidad nuclear, el equivalente de los clásicos grupos de afinidad; y la novedad entonces no está constituída por su existencia en sí sino por el hecho de no encontrarse federados ni tener demasiada prisa en hacerlo. Tal como ya dijéramos en su oportunidad se trata básicamente de grupos primarios, de relaciones directas y cara a cara; lo cual les permite encarar su práctica distintiva -sea cual sea ésta- en régimen de asamblea permanente, desde afinidades básicas ampliamente compartidas, en un marco de confianzas e intensidades afectivas y en un contexto facilitador de la expresividad individual. Unámosle a ello el hecho de que su propia condición -sin la densidad de relaciones y procedimientos característicos de las organizaciones complejas; en un régimen de máxima “movilidad” y adaptabilidad- les permite concentrar su tiempo en la tarea que han elegido, desarrollar una sabiduría específica en torno a la misma y dedicarse con más fuerza a la formación colectiva y a la más amplia socialización de su experiencia de luchas. Sin embargo, el esquema tiene también sus desventajas más o menos obvias: básicamente, limitación de los “recursos” materiales y simbólicos; un radio de acción reducido; y, por último, una incidencia social amortiguada, en desacuerdo con sus potencialidades y muchas veces también con sus deseos. Por añadidura, un régimen de intercambios deliberadamente disminuído en sus posibilidades puede ser también el camino para construir un mundo cerrado, que no se coteja con realidades “extrañas” y que se dirige sin percatarse a su empobrecimiento, su pérdida de vitalidad y su rutinización.
Pero nada de esto puede ser observado e interpretado correctamente si no es a partir de la adopción previa de una perspectiva histórica. Desde este ángulo, bien cabe concluir que el esquema actualmente prevalente de agrupaciones autónomas está cumpliendo el encomiable papel de reintegrar -con fuerzas y velocidades variables- una modalidad libertaria para el encare de al menos algunos de los antagonismos de nuestro tiempo. En tal sentido, dicho esquema ha permitido generar espacios que -discúlpesenos la insistencia- no existían hasta unos pocos años atrás y cuya emergencia mal puede ser atribuída a un centro político visionario y rector; espacios que, por lo tanto, no existen ahora por obra y gracia de la ocurrencia o del capricho sino que responden a necesidades sociales limitadas pero reales. No obstante, una perspectiva histórica exige no sólo reparar en el momento y en sus antecedentes sino también en los horizontes y en el recorrido por venir. Frente a este desafío: ¿el actual esquema de agrupaciones autónomas constituye el modelo de organización y acción que permita afrontar no sólo algunos de los antagonismos sino todos; haciéndolo además no como si se tratara de una instantánea circunstancial sino en su desenvolvimiento histórico?

7.- Hemos hablado desde un principio, repetida y cansadoramente, de un modelo de organización y acción renovado para el movimiento anarquista y ahora corresponde afirmar -ya sobre el final- que el mismo bien puede o quizás debería ser un anti-modelo: es decir; no un dibujo replicable con papel de calco sino apenas un conjunto de procedimientos de construcción que no necesariamente conducen a una figura geométrica determinada. Tanto el anarco-sindicalismo como el “especificismo” contaron y todavía cuentan con un diagrama de organización y acción perfectamente ubicable; el cual se sustancia a partir de un cierto cuerpo de nociones sobre la sociedad, del correspondiente proyecto revolucionario y, por tanto, de una prefiguración de la historia subsiguiente; sin que nada de ello pierda su unicidad interpretativa ni admita visiones alternativas o complementarias. En el marco de ese esquema, la organización hace su aparición en escena como una matriz de la sociedad futura, como una herramienta y como una necesidad. Pero ¿qué ocurre cuando no hay una representación de la sociedad sino varias, elaboradas desde lugares y recorridos diferentes que no aceptan ser ordenados y conjugados más que por transversalidad? ¿qué ocurre cuando no existe una dominación y una resistencia sino que éstas se multiplican y se vuelven plurales? ¿qué ocurre cuando el poder no es una institución ni un edificio a derribar? ¿qué ocurre cuando la revolución no es el absoluto comienzo ni el absoluto final sino apenas el resquicio por el cual podrían filtrarse las revoluciones por venir? ¿qué ocurre cuando no hay una Historia sino historias? En ese caso, si se nos permite el juego de palabras, no puede plantearse la necesidad de la organización sino la organización de la necesidad; caso en el cual sólo puede hablarse de una organización-proceso, modular y cambiante, en condiciones de resolver necesidades múltiples, que no pueden reunirse verticalmente ni se acomodan a una explicación central, que se escabullen y adoptan formas diversas de un lugar a otro y de un momento al siguiente. Tal vez ése y no otro sea el modelo de organización y acción que se está desplegando ante nuestros ojos en América Latina y lo que percibe nuestra mirada no constituya más que el jalón de un proceso que se ajusta a posibilidades todavía muy magras pero de indudable despliegue. Tal vez sea por eso que los telares libertarios se abocan implícitamente al tejido de redes todavía vacilantes, que se forman y se transforman a través de hilos delgados y de sinuosas trayectorias. Dicho esto, parece llegada la hora de sintetizar nuestras (in)conclusiones a modo de final abierto.

8.- La pérdida de centralidad cultural del trabajo y la severa puesta en cuestión de la política suponen otras tantas condiciones limitantes para el desarrollo del anarco-sindicalismo y del “especificismo” en sus traducciones clásicas. Los lugares conceptuales vacantes están siendo ocupados ahora y desde hace un buen tiempo por las nociones de poder y de dominación; las que no sustituyen ni pueden sustituir totalmente pero sí abarcan, subsumen y reubican en un contexto teórico-ideológico familiar pero distinto a los conceptos de explotación y alienación del trabajo por un lado y de gobierno, Estado, autoridad, etc. por el otro. Los modelos de organización y acción de los anarquistas, entonces, buscan una configuración y un lugar remozados en un nuevo contexto, que ahora reclama reunir de un modo diferente un vasto arco de problemas que vaya desde las prácticas nucleares e indivisibles de resistencia y de construcción de sí mismo hasta los proyectos emancipatorios de mayor alcance y más largo aliento. Un proceso de experimentaciones y de búsquedas parece haberse abierto, aunque el mismo sea todavía objeto de percepciones y dedicaciones de intensidad dispar, cuente con desniveles bastante obvios y, aparentemente, esté lejos aún de concitar adhesiones indudables y orientaciones explícitas firmes y ampliamente extendidas. Además, ese proceso de experimentaciones y de búsquedas tampoco puede apoyarse exclusiva o predominantemente en ninguna de sus variantes particulares: ni los conflictos juveniles ni la contestación cultural ni la problemática de género ni los dramas ecológicos ni los antagonismos étnicos ni ninguna otra práctica que se constituya aisladamente en torno a un eje alternativo puede aspirar por sí misma a sustituir con dignidad teórica y ventaja a los viejos núcleos paradigmáticos. No obstante ello, la incontestabilidad de los acontecimientos históricos y las tendencias subyacentes pero relativamente desveladas de nuestro tiempo ejercen condicionamientos que se nos presentan como irreversibles: la trayectoria secular del movimiento anarquista sólo podrá ser un patrimonio entrañable al que no resultará oportuno renunciar pero ya no contará con la posibilidad razonable de constituirse en una tradición irrevocable o en un recetario prescrito cuya vigencia se sustraiga permanentemente de la discusión, de la duda y del esfuerzo compartido de reinvención.
Esfuerzo compartido de reinvención: he aquí la consigna, el tema de fondo y la tarea inmediata. Ese esfuerzo de reinvención no levita en el vacío ni parte de la nada y admite intuir ahora mismo algunos de sus rasgos básicos. En primer lugar -si es que las sociedades no aceptan ya ser explicadas, interpretadas, subvertidas y recreadas a partir del control demiúrgico sobre algún misterioso mecanismo central determinante-, la ubicación y la orientación práctica fundamentales de los anarquistas no pueden sustanciarse de otro modo que como una constelación inacabable y abierta de enfrentamientos contra el poder que vayan bastante más allá de aquellas dos viejas condensaciones que todo lo cifraban en la socialización de los medios productivos y en la destrucción del Estado. En segundo término, parece obvio que dichos enfrentamientos, si es que apuntan a una gravitación real, sólo podrán ser expresados por una diversidad de movimientos sociales históricamente condicionados y que, de acuerdo a las características de nuestro tiempo, habrán de legitimarse y de fortalecerse mediante la afirmación de su identidad básica, de su autonomía, de su descentralización, de su capacidad de autogestión y de su coordinación por transversalidad. Por último, y seguramente como corolario de lo dicho anteriormente, el modelo de organización y acción que hoy despunta en el horizonte de visibilidad del movimiento anarquista no es otro que el que se corresponde con la formación de múltiples redes provisorias, superpuestas y de prioridades intercambiables; en el que, de todos modos, los aportes del viejo anarco-sindicalismo y del “especificismo” tienen todavía un destacado lugar.
Nada de esto es un delirio: las condiciones materiales para la formación de tales redes en América Latina están dadas y, en los hechos, ya se ha avanzado lentamente en esa dirección. Los núcleos anarco-sindicalistas, feministas y anarco-punks mantienen un tejido que los relaciona con sus iguales y los potencia internamente con resultados variables; las agrupaciones “especificistas” han realizado también algunos intentos de aproximación; las comunicaciones intra-libertarias a secas y en cadena se han multiplicado y densificado; en algunos países, la idea de formar una red amplia, abierta y sin exclusiones ha sobrevivido, con los altibajos y las vacilaciones del caso; en alguna región, inclusive, se ha instaurado una conexión entre los agrupamientos existentes, tal como ocurrió en Venezuela, Colombia y Ecuador o en los encuentros del sur peruano y el norte chileno. He aquí, entonces, en forma embrionaria, esa trama de redes provisorias, superpuestas y de prioridades intercambiables. Entonces: ¿qué es lo que detiene su desarrollo? ¿qué razón ha impedido que se adopte abiertamente y sin proscripciones un esquema de relaciones que permite la permanencia imperturbable de las plásticas y variables identidades originales? ¿por qué no pensar, ahora mismo, en la constitución de redes nacionales en cada país? ¿por qué no aventurar, además, la idea de que una red continental es inmediatamente posible? Es probable que las respuestas sean ingratas y haya que buscarlas en nuestro propio arsenal de limitaciones y de temores: entonces, habremos de encontrar algunos exclusivismos anacrónicos, algunas desconfianzas seculares y algunos sectarismos sin futuro; incluso aunque exista ya un abundante caudal de experiencias que vuelven irreal y mítica la idea de dilatar todo acercamiento hasta el momento en que sea posible reconocer en el otro el reflejo puntual y textual de la propia imagen o plasmar en una nueva suma teológica libertaria la absoluta semejanza de los puntos y las comas.
Quizás algunas razones haya que buscarlas también en esa tensión implícitamente planteada entre la tradición y la renovación; entre el peso de un pasado cargado de glorias que opera como un manto de certezas y las promesas de un futuro que no acaba de definir su silueta ni su épica fundacional. Habida cuenta de que la mayor parte de los agrupamientos no reclaman para sí una historia demasiado prolongada ni fundamentan su existencia en tradiciones organizativas más o menos arraigadas y contínuas, parece obvio que el resurgimiento libertario en América Latina no se da a partir de una línea recta que se apoye íntegra o exclusivamente en los presupuestos teórico-doctrinarios y en las prácticas del anarquismo clásico; aun cuando, lógica y afortunadamente, ello se dé siempre o casi siempre en un contexto de memorización y rescate de nuestro propio pasado. Así sea por intuición o por la propia fuerza de los contextos en que actúan los nuevos agrupamientos, parece claro que la geografía libertaria latinoamericana está expresando desde ya una tendencia a la renovación que quizás quepa volver más explícita todavía. Es en ese terreno de paciente re-elaboración teórico-ideológica, y en la perseverante contrastación de la misma con las luchas reales de los movimientos sociales que bullen en el continente, donde seguramente habrá que buscar la resolución de muchas de nuestras actuales carencias. Unas carencias que han sido ensombrecidas por el regodeo que provoca todo despertar pero que, tarde o temprano, habrán de manifestarse nuevamente en todo su esplendor y en toda su crudeza.
Toda empresa de renovación genera incertidumbres, corre el riesgo de transformarse en un esfuerzo fallido y desconoce su desembocadura; por lo cual, ocasionalmente, también provoca recelos, suspicacias y resistencias. Las demoras en aceptar un nuevo modelo de organización y acción seguramente se fundamentan en ese espacio; el que se une tranquila y cómodamente a aquel otro en el que el predominio de ciertas inflexiones ideológico-políticas se justifica en la tradición y en la lealtad al pasado. Sin embargo, no puede dejar de señalarse la existencia, detrás de todo ello, de un par de confusiones. En primer lugar, es necesario reconocer que una orientación revolucionaria no necesita rendirle imperiosamente culto a sus orígenes ni vivir pendiente de su conmemoración o de su réplica sino que, antes bien, está compelida a preservar a todo precio su futuro. En segundo término, es preciso y vital entender que el anarquismo como movimiento histórico sobrevivirá y se desarrollará en la medida que sepa ofrecerse en cuanto respuesta a las opresiones, los sojuzgamientos y las miserias no de cualquier tiempo sino del nuestro y que ello es un condicionamiento insalvable antes que un acto autárquico de voluntad de parte nuestra. De ambas confusiones es posible emerger sabiendo que no elegimos la propia época ni su configuración ni sus características ni sus nociones básicas sino que ellas nos son dadas; y sabiendo también, sin embargo, que sí podemos elegir en las mismas nuestros proyectos, nuestras formas definitorias y nuestras prácticas de resistencia y emancipación. Unos proyectos, unas formas definitorias y unas prácticas que, en América Latina como en cualquier otra parte, sólo pueden, florecer, vivir y realizarse como expresión de sus sucesivos porvenires inmediatos. Otra vez, entonces, estamos obligados a elegir y otra vez habrá que hacerlo, como tantas veces a lo largo de nuestra historia colectiva, entre la seguridad de la estructura y el riesgo de imaginar.

Daniel Barret

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