“La Metrópolis y la multitud”
por Antonio Negri.
Traducido por Laura TOPPAN.
Traducción al castellano Daniel Clavero
Pero la izquierda no lo comprende.
Pues, es necesario entender el rugido de la batalla
(Foucault)
LA METRÓPOLIS ES A LA MULTITUD LO QUE, ANTES, LA FÁBRICA ERA A LA CLASE OBRERA: A PROPÓSITO DE UN VIEJO PROVERBIO Y DE CIERTAS EXPERIENCIAS DE LUCHA MÁS PRÓXIMAS.
1. La expropiación de lo “común”
En la catástrofe de la izquierda europea, como consecuencia de la caída del muro de Berlín, hay realmente demasiados elementos: se los conoce. De una manera general, deben ser reconducidos a una percepción fija de la composición social y política de las clases. Para el hombre de izquierda, esta percepción reside (poniendo las cosas en su lugar) en la del obrero fordista y de las clases medias productivas y finalmente sobre todo éstas- aunque con nuevos elementos, como por ejemplo la presunción de ciertos parámetros, siempre más “biopolíticos”, de evaluación de lo social. Comienza a darse cuenta de la intensidad con que los factores políticos invierten y construyen la vida misma y la producción de riqueza (como la reproducción de las poblaciones), y hasta que punto, para estas determinaciones, la política es indispensable. En efecto, la biopolítica es lo “común” (sitios de saber, estructuras metropolitanas, lenguajes y modos de vida) que constituyen la mayor parte de nuestra existencia. El discurso del nuevo “partido democrático”, en sus expresiones cada vez más banales, se caracteriza (a la manera blairiana) por la tentativa de dirigir y/o controlar el proceso violento de diferenciación biopolítica de las estructuras de la renta que atraviezan la sociedad liberal. Los “demócratas” italianos, se adaptan a este modelo. Y en consecuencia, estos nuevos parámetros no se plantean para afirmar lo “común”, sino para disiparlo, no para acoger lo “nuevo”, sino para confundirlo. Esto peca por la base. Ahora bien, nosotros demócratas de izquierda, no tenemos ningún referente de clase real o social, al que dirigirnos. Las “clases medias” han hecho justicia al “obrero social”: ciertamente, pues no hay persona que produzca la lucha en esta nueva perspectiva. Es la autonomía del político, de los medios de comunicación y del parloteo la que triunfa. Tal, es la condición del debate al interior del partido político democrático. Es necesario conquistar el equilibrio biopolítico de lo social. ¿Se trata de un objetivo o de una clasificación política? Entonces, ¿no se podría dudar que el centro pudiera ser un vacío o incluso un abismo? En efecto, si se le pregunta (a los demócratas de izquierda) por qué hacen esto, no dicen nada, y hacerlos hablar parece sacarles un diente. A la derecha, la situación es más simple: la derecha mantiene sus referentes de clase, y sigue persiguiendo su objetivo, a saber enriquecer a los inversores, desgravando sus fortunas y ofreciendo, en el mercado gigantesco de las privatizaciones, nuevas posibilidades para estabilizar sus riquezas sobre los roles de poder más importantes. ¿Es como esto? ¿Es así? Frente a las propuestas vacías del centro izquierda democrático, la especificidad de las políticas del centro-derecha anti-democrático se caracterizan por el objetivo de constituir y/o de reforzar una nueva élite propietaria. Nos parece que se vuelve a la época de Luis Felipe. Pero, no es tampoco esto. En realidad, la situación es muy diferente: y si Berlusconi es el estereotipo de una repetición histórica bufonesca, la derecha y los conservadores de hoy no son ya realmente los de la época de Luis Felipe. Estos nuevos especuladores insertan sus manos y sus garras en lo “común”, construido para la nueva organización del trabajo vivo, durante el pasaje más allá del sistema de las fábricas y el fordismo. (Y por el momento –a salvo de volver después de haber hablado de los demócratas de izquierda y de los de la derecha conservadora- dejan tranquilos a los nuevos “reaccionarios” de izquierda (que a veces toman un aire ultra-derechista), esos para los cuales no se produjo en el mundo, para los cuales los patrones y proletarios son siempre los mismos, para los cuales el estado nación es siempre el mesías y el internacionalismo una utopía perniciosa.
2. Condición metropolitana: explotación y resistencia
Pero hoy, ¿dónde están los beneficios, las rentas, los salarios? ¿Se puede hoy reconocer la propiedad, los cercamientos, el poder? La respuesta a estas cuestiones –dicen algunos de mis amigos y camaradas, cuya opinión compartimos- se “localiza” y se centraliza en la metrópoli. En efecto, es la metrópoli el lugar en el que se realizó la gran mutación de la fuerza-trabajo y, en consecuencia, donde se establecen los hilos del desarrollo, y de la resistencia. El trabajo se convirtió en una red de actividad, la valorización un proceso cognitivo, la riqueza una circulación de informaciones: la metrópolis es pues una condición esencial de la producción. Pero, hay algo más (los movimientos revolucionarios de los suburbios franceses nos lo mostraron una vez más): si el espacio de la valorización, de la explotación y de la exclusión se convirtió en un espacio social, precisamente el espacio metropolitano, sobre el cual la composición de clases muestra una modificación radical –entonces, las luchas sociales se confunden con este espacio, y se extienden en el tiempo y en el proyecto metropolitano de liberación para la multitud de los explotados. Así pues, las contradicciones de la renta y el beneficio, de la exclusión y la explotación capitalistas, se acumulan en el espacio metropolitano junto a la enorme productividad del trabajo. Ya habíamos comenzado a hablar, hace tiempo, a mediados de los años 70, cuando habíamos comprendido por primera vez, de manera definitiva e irresistible, que el sistema de fábricas se había desplomado y que los antagonismos se habían difundido en la sociedad, hasta hacer explotar todos los parámetros de la disciplina social. En la época, habíamos introducido la tendencia hegemónica del “obrero social”. Hoy, seguimos verificando esta transición, después de haber conquistado, para nosotros mismos, los nuevos conocimientos y nuevas pasiones. Hoy, sabemos que el sistema de fábricas se debilita cuando la producción se vuelve social, cognitiva y en red; cuando la vida misma se hace parte de la producción, el espacio metropolitano es atravezado por todas las contradicciones que la producción del capital determina, plantea y mistifica. Antes en la fábrica, hoy en la metrópolis. La metrópolis se convirtió en una enorme cuenca de actividad y explotación, y es sobre la base de una actividad medida en estas dimensiones (y de las virtualidades infinitas que contiene) que el proletariado “multitudinario” evoluciona en la metrópolis. Por otra parte, es sobre la base de las nuevas contradicciones metropolitanas, que el patrón mismo actúa. Busca introducir los sistemas de control sobre este espacio metropolitano que el nuevo trabajo vivo construyó, busca imponer, a través de los cercamientos y jerarquías, un nuevo modelo: el de la inercia, a fin de confirmar la obediencia a sus órdenes. Incluso la resistencia utiliza este espacio metropolitano y, al interior de este último, se multiplica.
3. Metrópolis, globalización, post-moderno
Se cree saber de que se habla, cuando se dice que la metrópoli es el lugar donde se acumulan las contradicciones y los antagonismos de un nuevo modo de producción. No obstante, esta realidad nueva y original permanece aún bastante desconocida. Los arquitectos y urbanistas, nos ofrecen las imágenes más complejas de la ciudad metropolitana. Pero, antes de cruzar esta complejidad, es necesario ponerse de acuerdo sobre un elemento que nos parece central: la metrópolis contemporánea es una realidad totalmente nueva entre las figuras de la cohabitación de los hombres en la historia, y se trata de un fenómeno irreversible. La metrópolis define lo post-moderno por su sola existencia. La metrópolis muestra una extrema complejidad contradictoria, pero siempre nueva. Una novedad intransitiva, y un elemento irreversible. Ciertos investigadores, de derecha como de izquierda, piensan que la globalización del capital existe desde que el capital existe, como consecuencia desde el comienzo del Renacimiento. Esto no es verdad: en sus formas actuales, la mundialización del capital es un fenómeno muy nuevo. En cualquier caso, incluso si fuera cierto que la mundialización es antigua, ciertamente la historia no nos ha mostrado jamás una acumulación tal de ciudadanos y trabajadores, de potencia productiva como la que hoy tenemos en las metrópolis. La mitad de la población mundial está acumulada. La globalización, y el nacimiento de la gran estructura metropolitana, son fenómenos contemporáneos, que nacen alrededor, y después del 68. En consecuencia, las teorías sistémicas que considera el planeta compartido entre centro/semi-suburbio/suburbio, entre primer/segundo/tercer mundo –y bien, todas estas teorías cayeron definitivamente. Con estas teorías, incluso las ilusiones de un desarrollo “durable” y “equilibrado” cayeron. En adelante, ¿dónde están la esperanza y la teoría de un “desarrollo sosstenible”? ¿Dónde están las utopías de la ciudad global? El espacio de la multitud imperial, es el espacio metropolitano; el espacio metropolitano, es el espacio de los antagonismos multitudinarios. Hic rodus, hic salta.
4. Del fordismo al post-fordismo
Si todo esto es verdadero, si es cierto que en la metrópolis, el nuevo modo de producción, y la nueva consistencia de la valorización, se forman a partir de la concentración y la acumulación de fuerza de trabajo vivo de trabajo inmaterial y cognitivo (he aquí en torno a qué la centro derecha y la centro izquierda se confunden y regocijan); si en la metrópolis, los flujos de conocimiento y de saber, se presentan en adelante como un elemento común, entonces todo esto significa (como ya hemos dicho) que la dimensión metropolitana toda, es recorrida por la lucha de clases, y que al interior de esos flujos y de la transformación que la lucha determina, la metrópolis deviene el motor de producción de sujbetividad. A veces productiva, a veces antagonista: he aquí donde la derecha y la izquierda no se regocijan más. Así pues, habíamos comprendido el pasaje de la resistencia en la fábrica del obrero fordista, a la construcción de una realidad del trabajo independiente en el territorio, recorriendo así el pasaje obrero de la dependencia de la gran industria a la autonomía del proyecto industrial. En la época, la pequeña y mediana industria, integrada en el distrito, estaba en vías de renovar el modo de producción. También habíamos comprendido la modificación en la composición antropológica, social, técnica y política del proletariado. De todas maneras, habíamos concluido estos análisis preguntándonos cuánto tiempo sería capaz este tejido de producir beneficios, cuánto tiempo sabría desarrollarse, y cuándo habría de explotar. Cuando se hablaba de este tejido, no se entendía simplemente el desarrollo de la industria socialmente difusa; se entendía la extensión de la industrialización de lo social, es decir la producción de la sociedad. Hoy, comenzamos a tener una respuesta a los interrogantes planteados en la época. En efecto, si este tejido estallara, la socialización productiva (por parte del capital) del tejido metropolitano, no llegaría a mantenerse. Es lo que hoy comenzamos a verificar. El pasaje de la producción fordista (de fábrica) a la post-fordista (metropolitana), está en vías de concluir –pero los sistemas de control que han ordenado esta transformación están agotados. El pasaje se realizó, pero, al realizarse, consumió los instrumentos y las funciones del orden. Los mecanismos jerárquicos y disciplinarios distribuidos sobre lo social, son en adelante inadaptados e inadecuados para hacer funcionar masas cada vez más diferentes, y multitudes variables de trabajadores. La ilusión del control del territoio metropolitano, se mostró (con toda la fuerza que una explosión llega a expresar) en la gran revuelta de los suburbios parisinos. Pero, no se trata de un fenómeno simplemente vinculado a los procesos de asimilación de la inmigración y a su crisis, ni de fenómenos vinculados a las desigualdades, a la ineficiencia de los procesos de gobernancia: se trata sobre todo (incluso si no solamente, como es evidente) de fenómenos ligados a la desintegración del tejido metropolitano productivo, a la multiplicación de las fronteras culturales y las metamorfosis mezcladas, que se realizan al final de la crisis del fordismo, y durante la afirmación del nuevo modo de producir cognitivo. Esta crisis es una crisis de transición –formidable en sus características- digna de consideración revolucionaria. Pero la izquierda, dónde está?
5. ¿Cómo “hacer multitud” en la metrópolis?
Es claro que en la metrópolis la multitud está sometida a los procesos temporales y de dispersión espacial: es al interior de estas condiciones, que los movimientos de la multitud se oponen continuamente, sobre el terreno metropolitano, con el enemigo. Y esta oposición tiene lugar concretamente. Pero, ¿cómo unificar, cómo recomponer, guardando al mismo tiempo la diferencia de singularidades, la multitud contra los dispositivos de discontinuidad y dispersión, que sufre continuamente en la relación productiva, y en el conflicto político que atravieza la metrópolis? (Por otra parte, esta cuestión puede estar ligada a la que se plantea en torno al tema de la recomposición de los sujetos –post-fordistas, cognitivos- flexibles y móviles. La discontinuidad es, como la flexibilidad, la característica temporal del hacer; la dispersión es, como la movilidad, una determinación espacial). Es aquí donde nace el problema de “hacer la multitud”, es decir el problema de pasar de la resistencia (o si se quiere del consistir fenomenológico en la multitud, del “ser multitud”) a su dimensión política constitutiva. En particular, es necesario destacar que el concepto de multitud es un concepto de un conjunto de diferencias, un concepto ontológico, es decir planteado a un nivel primario. Las formas discontinuas (en el tiempo) o dispersas (en el espacio), y las diferencias de la multitud, se presentarán pues como características existenciales, formas fenomenológicas, a un nivel, por así decir, secundario. Por último, el concepto de multitud se presentará siempre como un concepto de un conjunto de diferencias, cualesquiera sean las discontinuidades o dispersiones a las cuales la multitud esté sometida.
En consecunecia, hay ciertos problemas que nacen. Es necesario preguntarse: ¿cómo es posible identificar una interface comunicativa entre la multitud, en calidad de conjunto de singularidades, y las determinaciones temporales y espaciales, que recomponen y/o disipan su aparición, los movimientos metropolitanos? ¿Cómo describir estos últimos, como clasificarlos, como preverlos (y qué ciclos y qué tendencia)? Se abre un nuevo campo de investigación: pero también un nuevo campo de clasificación y de definición de períodos históricos. Aquí estamos delante de una curva fundamental y definitiva del tiempo histórico.
6. Biopolítica y metrópolis
El problema es muy importante porque el propio capital, en este nivel de desarrollo, no llega a indicarnos ningún orden coherente y, en consecuencia, no llega a ejercer ninguna capacidad de orden, que sea otro que el recurso al estado de excepción. Incluso el orden del capital está tocado por la discontinuidad y la dispersión de elementos dinámicos de la producción, de la constitución de lo común y de la producción de subjetividades. Es aquí que la centro derecha y la centro izquierda encuentran el máximo de complicidad. No teniendo verdaderos modelos alternativos, para unos y para otros, la alternativa se disuelve en la imagen ilusoria y un poco ebria del vaso medio vacío y medio lleno. La homología en la concepción de poder, entre derecha e izquierda (quiero decir que izquierda y derecha consideran el poder de la misma forma), hace a los protagonistas ciegos y/o indiferentes. Si el poder es considerado formalmente homogéneo, por qué debería mostrar su indiferencia, desde el punto de vista y del contenido? Al principio, decíamos que el modelo democrático defendido por la izquierda (modelo puesto más allá, o mejor, para reformar y/o borrar la imagen de una sociedad dividida en clases) tenía la ventaja de profundizar y descubrir ciertas referencias biopolíticas; no obstante, añadíamos que la defensa de ese modelo se hacía con el objeto (consciente o no) de confundir las ideas, más que de abrirse a ciertos desarrollos de resistencia y lucha). Mientras siga faltando un nuevo esquema de inteligencia y promoción de la lucha de clases, es decir, mientras que no se asuma la hegemonía del trabajo inmaterial (cognitivo, intelectual, de servicio, afectivo, etc.) sobre todo el proceso de producción, incluso la defensa del modelo biopolítico de bienestar (es decir la voluntar de extender sobre toda la sociedad los efectos de la renta, del beneficio y del salario, y en consecuencia la capacidad de concebirlos de manera antagonista a este nivel), mientras falte el dispositivo teórico-político, y en consecuencia mientras la metrópolis no sea el polo de referencia de toda descripción de la explotación post-moderna donde imaginar toda posibilidad de insurrección –en este caso la concepción de biopolítica no podrá producir más que efectos perversos. Sigue siendo un hecho que el capital no llega a determinar (en lo que concierne a las potencias financieras e industriales y políticas) un “happy end”, para el destino de la multitud metropolitana.
7. Expropiación y éxodo metropolitano
Pero, como es evidente, la insurrección no es suficiente para determinar el éxodo. La rebelión es siempre hermosa, la desobediencia es siempre útil –pero hoy, para las multitudes, el momento de irse ha llegado, con los rebaños que los alimentan y las tiendas que los protegen y las armas que las defienden. Rebelarse es justo, pero no es suficiente. Lo que está convirtiéndose en capital, en esta enorme transformación de la vida humana, en el post-fordismo y en la globalización, es la producción de una nueva subjetividad en la metrópolis. Esto quiere decir que el análisis de la producción metropolitana de subjetividades, se vuelve fundamental. Al comienzo, dijimos que la insuficiencia de la izquierda (democrática), consiste en la incapacidad de concebir la nueva estructura de clase, al interior de la producción contemporánea, es decir al interior de una producción en la que los procesos de valorización se volvieron cada vez más inmateriales y cognitivos, mientras que –desde el punto de vista espacial- se lanzan y se hunden en las metrópolis. La metrópolis es el lugar de la hegemonía del trabajo inmaterial. La apropiación por el capital del plustrabajo cognitivo y la explotación generalizada del saber se realizan, en la metrópolis. Es la metrópolis, el punto en el cual la cooperación y las redes se extienden para construir una abundancia de mercancías y de reacciones, sino de riquezas. En la metrópolis, el capital desarrolla los procesos de aplicación, más avanzados. Pero después de esta captación de trabajo y de saber, se añaden otras formas de apropiación del capital: son las que pasan a través de la fiscalidad o que se organizan a través de la expropiación de servicios públicos, de actividades comunes, de la fuerza productiva social que expresa la metrópolis. Es sobre este terreno que la expropiación de la cooperación por el capital, en la figura post-moderna, incluye todas las operaciones de miseria, exclusión y destrucción del Estado de Bienestar. La explotación se extiende pues generalmente, y ocupa todos los espacios de lo social, incluso los de la exclusión (que no son necesarios para la organización y las jerarquías metropolitanas). Podríamos añadir, en este punto nodal muchos otros elementos de reflexión. Basta insistir en uno solo y fundamental, el que pone en relación la cooperación metropolitana, en sus figuras generales, y las formas del salario. Si la producción es social, la medida del salario debería colocarse al interior de esta forma social. Esto no sucede: ¿por qué? ¿Es que el capital podría sostener esta relación de medida (producción social igual a salario social) y la presión que la sigue? En todo caso, es aquí que los dispositivos de la discontinuidad y de la dispersión de la multitud (así como la movilidad y flexibilidad del trabajo) se cruzan con el problema estratégico de la reproducción social. Sin embargo, cuando se habla de producción de subjetividades, se habla de una producción de subjetividades que se refiere al tejido social metropolitano como una red de condiciones cooperativas. Si la multitud es un conjunto de singularidades, una vez reconocido que estas singularidades (identificadas en la dimensión salarial) pueden recomponerse en lo común, es necesario preguntarse cómo lo común podrá producir la decisión, de la lucha, de la voluntad de transformación revolucionaria.
8. La multitud en la metrópolis
En este punto, no tenemos ninguna conclusión que proponer. Debemos simplemente profundizar la consciencia de ser en medio de un nuevo camino: de una nueva problemática irreductible, planteada para territorializar el concepto de multitud. Solamente, a través de la territorialización de la multitud, el tiempo de las singularidades puede en efecto abrirse a la virtualidad histórica: a los acontecimientos. Y pueden ser estudiados en tanto tales. Querría añadir que cuando se territorializa el concepto de multitud, toda referencia posible a la consciencia “externa” al movimiento falta, toda pretensión de universalización del proyecto desaparece, y en consecuencia una reapropiación de las condiciones materiales y de producción de subjetividades de cooperación de singularidades adecuadas a este proyecto, se presenta con fuerza, Una potencia finalmente territorializada.
Si se quiere llegar a una conclusión a toda costa, la única creíble es la que indica la investigación (mejor la co-investigación militante). Se trata, en el dispositivo hasta ahora solamente definido, de determinar cómo la multitud podrá presentarse y articularse en la metrópolis, sin olvidar la forma en la cual la clase obrera se presenta en la fábrica (pero al mismo tiempo, cosa evidente, olvidándolo). ¿Qué significa pues olvidar las luchas multitudinarias en los barrios de las metrópolis, sobre los territorios que confluyen en las metrópolis? ¿qué significa poner los territorios en el trabajo de la subversión multitudinaria? Se debe admitir que hasta ahora, solamente los fanáticos religiosos que matan sin discriminación (en este caso, son potencias equivalentes al poder del Estado), llegan a bloquear la ciudad: es absurdo, las luchas sociales son reemplazadas y reprimidas, borradas y mistificadas por el terror y la prevención del terror (en la prevención del terror se produce y se muestra la incapacidad del capital de encontrar un fin a las actividades de acumulación). Atención, por lo tanto: los cuerpos asesinados que bloquean la ciudad cuando ataca el terrorismo, son los de los trabajadores. Se trata (si se quiere ponerlos en una relación no pasiva con los acontecimientos) de reinvertir esta situación e impedir que los cuerpos de los trabajadores puedan presentarse como las víctimas de las bombas del terrorismo –como para los bombardeos del orden establecido por los Thiers o por los Bava Beccaris. En la actualidad, es el momento de la desobediencia activa, simple prodromo e introducción a la organización multitudinaria para la conquista de la metrópolis. Tenemos aún, en nuestra biblioteca, el libro de la Tercera Internacional (editado por Palmiro Togliatti) sobre la conquista insurreccional de las ciudades capitales de los estados nación: como asediar los palacios de gobierno, el correo, la radio y todas las sedes de las agencias de estado y/o militares. Esto, no sirve hoy para nada. No hay más vanguardias que puedan conducirnos en los centros del poder. Por el contrario, los centros de poder pueden ser absorbidos y dispersados en la multitud. Las huelgas del 95-96 de París, las luchas argentinas de los primeros años del 2000, las grandes luchas en torno al problema del agua y de las condiciones ecológicas en India, e incluso las actuales en el Valle de Susa, nos enseñan mucho más que los teóricos insurreccionales. Plantear la multitud contra la metrópolis, significa reconocer que la metrópolis está constituida por lo común, significa imponer de manera insurreccional y común, la verdad que solamente la multitud puede hacer vivir a la metrópolis.
9. La multitud contra la metrópolis
En la lucha entre la clase obrera y la multitud, existen pues semejanzas, y también, y sobre todo, diversidades. Es sobre la relación entre similitud y diversidad que se define poco a poco, de manera peligrosa, pero con efectos, el destino de la multitud. La multitud es un nuevo nombre para indicar el sujeto coelctivo que sufre y que se rebela a la explotación. La multitud sustituyó a la clase obrera en la producción y en la vida de la explotación, como en la resistencia. Hoy, la multitud está en vías de definir el espacio de expresión, sobre el cual inscribir el tiempo de la liberación de la explotación. Pero no es una casualidad si el pasaje del sujeto revolucionario de la fábrica a la metrópolis representa una metamorfosis para el sujeto mismo: el cruzamiento entre los espacios y tiempos de la liberación no son indiferentes con relación a la composición social y política del sujeto. Esta “fusión” que el “viejo Sartre” proponía para definir la clase obrera en lucha, y el proceso de realización del comunismo, -hasta disolverse en tanto que función de clase, reduciéndose a la extensión de la lucha de la fábrica a lo social- y bien, esta fusión es ulteriormente extendida en el espacio, y la disolución de la fábrica como lugar central de lucha transfirió su potencia sobre los nuevos sujetos y sobre el nuevo espacio de la metrópolis. En consecuencia queda claro a qué punto es profunda la ceguera, de la derecha y de la izquierda, frente a esta metamorfosis. Si, como habíamos destacado desde el comienzo, la derecha y la izquierda no llegan a salir del modo de apropiación de la fuerza-trabajo colectiva que se concentra en una acción de poder homóloga/homogénea/compacta, esta singular transformación del tiempo y el espacio en los dispositivos constitutivos, de la multitud seguramente se les escapará. Al ocupar el espacio, la multitud determina incluso las Articulaciones, se presenta como un flujo, como colectiva y política, como poder constituyente. No nos asombra que sobre estos espacios territoriales todas las categorías de la economía política estén en crisis. En adelante, ¿cuál es la relación entre el beneficio, la renta y el salario? ¡En adelante, la relación monetaria de explotación es completamente arbitraria! ¿Cuál es la nueva definición de la explotación, que no está ya vinculada a la ley del valor sino a la expropiación de la cooperación común? En adelante, ¿cuál es, y cuál podrá ser, la relación entre el gobierno político de la explotación y el movimiento de las luchas sobre estos nuevos espacios y en torno a estas nuevas torsiones del vivir multitudinario y metropolitano? En adelante, las crisis financieras y fiscales y las crisis políticas y productivas, no son más que crisis ontológicas del vivir común. En consecuencia, cuando abordamos el problema de la relación entre la multitud y la metrópoli, entramos en un territorio totalmente nuevo, con relación a la experiencia revolucionaria tradicional, y con relación a las dinámicas de la transformación, sobre la base de las cuales actuamos hasta aquí. En el apartado precedente, reconocimos en algunas grandes luchas a caballo de los siglos XX y XIX, las características nuevas y ejemplares, que se refieren a lo que estamos explicando. Ciertamente, se trata de fenómenos nuevos, pero también irreversibles (la novedad no debe crear ilusiones: con relación a la eventualidad esperada de que este nivel retroceda, la novedad del acontecimiento es la expresión de una acumulación irreversible de luchas). “Recomenzar desde (a partir de) el comienzo, no significa ya volver para atrás”: nunca ha significado eso, pero en particular no lo significa hoy. Quien reincia desde el comienzo, las luchas sociales y comunistas para la transformación de este mundo, en adelante lo hace sobre la base de una transformación ontológica del sujeto, del tiempo y del espacio en los cuales se inscribe (y lo hace también sobre la base de la consciencia de que el capital se ha vuelto totalmente parasitario). Sigue siendo el hecho que este nuevo destino debe revelar un kairos específico, que esta nueva composición debe expresar una capacidad de decisión adecuada, que el círculo debe ser capaz de transformarse en línea directa. Para explicarnos mejor (incluso si muchos no fueran del parecer de no incluir): existe una continuidad profunda entre las luchas de los suburbios parisinos y las (por ejemplo) del Valle de Susa.
10. Temas de investigación
Ahora bien, con relación a estos problemas nacientes, la investigación militante metropolitana debe desarrollarse. Se trata de problemas que afectan directamente a las políticas de la izquierda, porque ellas renuevan las metrópolis de Italia, de Europa y de Estados Unidos de manera radical, con relación al modo de gobernar de la derecha. Si la autonomía multitudinaria se expresa de la manera en que se expresa en las metrópolis, obviamente plantea ciertos temas programáticos que son fundamentales y prioritarios con relación a toda opción política. Estos temas son de dos tipos: unos, vinculados a la gestión socio-económica de la metrópolis, los otros a las determinaciones socio-políticas del gobierno de las metrópolis. En lo que se refiere al primer tema, dos puntos están en estrecha relación uno con el otro: el ataque a la renta urbana, como base para la determinación de un ingreso de ciudadanía metropolitano. En otros términos, la destrucción de la renta urbana, podría permitir el financiamiento del ingreso de ciudadanía. Un segundo punto de vista, concierne a la construcción de una relación profunda e irreversible, entre inversiones productivas, e inversiones para los servicios en las metrópolis: lo “común” de la multitud, se construye al interior de esta relación económica metropolitana. Esto significa que las inversiones privadas y/o públicas, deben estar consagradas esencialmente al crecimiento de los servicios metropolitanos, considerados como base fundamental de todo crecimiento de la productividad. Otros problemas se refieren, como ya se dijo, a la gestión de la metrópolis. Es aquí donde la autonomía metropolitana debe ser redefinida completamente y organizada, y por lo tanto asumida institucionalmente. El desarme de la policía y la radicalidad democrática-urbana de la Magistratura (y el control de una y otra parte por la autogestión metropolitana) deben imponerse. Se trata de construir, al interior de un lenguaje y de una máquina constitucional adecuadas, una articulación eficaz, y democrática, de relación entre autonomía de la multitud de metrópolis y gobierno (gobernancia) de países. En la gobernancia global, muchas experiencias se refieren a las relaciones “movimientos/gobierno” y sería necesario profundizar este tipo de temáticas, pero por el momento eso basta.
11. Más allá de la representación, más allá del éxodo
Una última cuestión para el debate. Esta puede considerarse (para nosotros) como un anexo a lo que ya dijimos, o como la indicación de un nuevo pasaje constituyente que debe recorrerse. He aquí la cuestión: como se puede COLOCAR la potencia de la multitud con relación a la representación poltica (¿a quién se confía la gestión de la metrópolis en el marco propuesto por el orden del capital?). Un punto se nos aparece claramente: el ataque a la renta urbana, la predisposición (o preconstitución) de un fondo metropolitano para la renta de ciudadanía, una política productiva de instrumentos de investigación, de documentación muy singular, y de gobernancia democrática para el autogobierno metropolitano: estos son los objetivos inevitables. Y bien: o las estructuras del gobierno local se pliegan a estas urgencias (exigencias), o es necesario obligarlas, a plegarse. En el primer caso, las estructuras “locales” de gobierno de la metrópolis (aunque no sean ya locales, ya lo vimos) y los movimientos, se organizarán juntos para actuar fuera de las determinaciones centrales del orden del capital). En el segundo caso, estas mismas estructuras (y movimientos) irán hacia nuevas formas de legitimación, para su acción y querrán construir nuevos instrumentos de gobierno. Para nosotros, es interesante que la relación entre lo exterior y lo antagónico sean siempre evidentes para la inteligencia y la voluntad de las singularidades que actúan al interior de la multitud. “Exterior” significa que se sabe adonde se va, se sabe cuáles son los problemas a resolver, y los recursos (las fuerzas) a movilizar para construir una sociedad mejor que aquella en la que vivimos. “Antagónico”, significa haber tomado consciencia del éxito, y de las formas en las cuales poder aún actuar desde el interior de la sociedad burguesa contra el imperio del capital. Es la relación que nos interesa: un éxodo radical. Algunos, nos llaman utopistas –quizás hace mucho tiempo lo hayamos sido, cuando aún no habíamos experimentado la fuerza disruptiva de la relación entre los movimientos multitudinarios y los gobiernos (y todas las demás instituciones del capital) que se establecen en la gobernancia tal que como lo prevemos. Quízás hace mucho tiempo lo hayamos sido, cuando considerábamos aún al partido Comunista como una fuerza revolucionaria, y teníamos confianza en su participación en una lucha “en y contra” nuestro destino. Quizás lo hayamos sido, incluso en otras ocasiones. Pero hoy, ¿por qué nos acusan de eso? Hoy, para nosotros ser “antagónico” al capitalismo significa declinar en mil maneras las posibilidades concretas, biopolíticas del ser. En adelante, el capitalismo es un barco de patrones cansados y enfermos, con una bandera amarilla que navega en aguas inquietas, una historia parasitaria de familias; como las derrotas de muchos inutiles moralizadores… ¡Se acabó! ¡Realmente se acabó! Una banda de supuestos hombres de izquierda, democráticos, miserables, bastardos, quiere mostrarnos (incluso demostrar) lo contrario… ¡Qué lo hagan! ¡Qué deriva nos reservan! El trío Berlusconi-Rutelli-D’Alema… ¡qué escándalo! ¡qué miseria! Estamos irremediablemente fuera de esta falsificación desvergonzada de lo real. “Contra” y “fuera”: antagónico, como puede ser solo el rechazo más radical de la explotación del modo de vida en el capitalismo; antagónico, como solo nos lo permite la imaginación de construir un nuevo mundo, y la consciencia fuerte de hacerlo, hasta ahora, de tener ideas para…En esta fase del proyecto, se trata en consecuencia de comenzar a asediar la ciudadela del poder metropolitano. En la ciudad, la batalla ya está en marcha, hormigueante, y la posibilidad de revolucionar el mundo capitalista, a partir de las metrópolis, no nos parece del todo irrealista. El deseo de hacer es en consecuencia irreversible.
Este artículo, comenzó por la discusión sobre las políticas de la social-democracia y sobre su catástrofe, siguió por un análisis de las nuevas formas de lucha que las multitudes expresan en las metrópolis, y llegó a un primer esquema de los temas de la autonomía multitudinaria, que podrían ser desarrollados por las disposiciones colectivas del movimiento. Es solamente un principio, pero es un orden del día que es importante comenzar a abordar. La utilidad de este artículo, será quizás simplemente destacar (e insistir) sobre el hecho que los problemas ligados a la relación entre la multitud y las metrópolis, son finalmente los únicos problemas con relación a los cuales se califica una nueva política de izquierda –es decir, la transformación de los modos comunes de vida al interior de la metrópolis. Se trata de problemas importantes (capitales), porque en adelante, no solamente los objetivos comunistas, sino también los modos democráticos, deben tratarse juntos. Y en la metrópolis de la multitud, no hay uno sin otro.
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