martes, 21 de junio de 2011

La nueva fase del Impero (Toni Negri)

La nueva fase del Impero
Antonio Negri
(Charla dada el 6 de julio de 2004 en el Sherwood Festival Antonio en Padova en la “Universidad libre de Sherwood”).
Siempre que vengo a Padova, cosa que no sucede a menudo y sólo para saludar a los parientes y la familia, siempre me siento muy incomodo… esta es la ciudad donde nací, donde he crecido, a la que estoy ligado por infinitas razones, en la que también fui a la Universidad: y querría deciros ahora, quizá por primera vez desde hace 25 años después de haber sido arrestado “por horribles delitos”, que siento un poco de vergüenza de volver a Padova. Vergüenza ligada a la presencia de una Universidad que todavía no ha hecho autocrítica por abrir un año académico con una conferencia del profesor Ventura, publicada por la Revista Histórica Italiana, donde podéis encontrarla, conferencia en la cual la tesis de Calogero - por la cual mis compañeros y yo, algunos de los cuales están aquí presentes, éramos asesinos y cobardes porque no nos presentábamos como tales –ha sido sostenida con ocasión de la apertura del Año Académico. Otras veces, en la Universidad de Padova, cuando la gente decía cosas así se la echaba de la cátedra. ¿Cuándo será posible en Padova echar a estos estúpidos, intelectualmente inexistentes, que continúan manteniendo tales cosas? ¿Cuándo será posible cambiar los directores de los periódicos que no han hecho jamás autocrítica? ¿Cuándo será posible hacer pagar al procurador general Calogero las falsedades, las calumnias, las cosas vergonzosas que ha arrojado sobre nosotros arruinando familias enteras?
Soy un hombre feliz, he salido de esta historia en pie, pero del grupo de mis compañeros arrestados quince han muerto de cáncer: quisiera que el buen Dios, si existiese, se apareciese a Calogero, contándole la infelicidad que provocó y que la ley, la responsabilidad de la ley, no llena. Padova nos debe demasiadas cosas para que pueda olvidarla; Padova nos debe el estar todavía viva, y por lo agradecemos tener un buen carácter, de haber conseguido atravesar estos sucesos como personas fuertes, continuando estudiando, trabajando, proponiendo ideas y propuestas al movimiento: lo que hoy para todos dice ser lo fundamental para sostener el mundo…
Se acabó el concepto según el cual la democracia era la constitución dada; la democracia no es una de las formas de gestión del gobierno, tal como era la monarquía o la aristocracia o la democracia así como nos la han enseñado los Griegos: estas son todas formas a través de las cuales el caos de la sociedad se reduce al uno. La democracia no es otra cosa que el gobierno del pueblo; pero el pueblo es uno, exactamente como es una la democracia. Bodin, un viejo y formidable teórico del siglo XVI, decía que todas las formas de gobierno se reducen a la monarquía ya que todas pretenden ser forma de gobierno del uno, de la unidad. Esto hoy no es verdad: si se habla de democracia (y si no se habla de ella en los términos de Bush) hay que referirse a otra cosa, a la expresión de los deseos, del trabajo, de la producción, de la capacidad de poner juntas las diferencias: la democracia es esta formidable capacidad de unir a través del trabajo, la dialéctica continua, a través de la capacidad de ponerse de acuerdo, de construir en común.
Estos días atrás leía una serie de reflexiones producidas, en todo el mundo y también en la Universidad de Padova, por historiadores de la filosofía y de las ideas políticas. Este sentido de la democracia, que no se reduce a la idea de Platón y Aristóteles de la ciudad-tribu que nos une a todos, sino que es producción de identidades diversas, de deseos diversos, no puede ser presentada todavía en la forma de la soberanía. En cambio viene representándose en la articulación de la expresión de los deseos, de las resistencias de las minorías; éstas son ideas que circulan por todas partes, y es este el enorme alcance del movimiento no-global: una nueva idea de democracia. Una idea de democracia que tiene poco que ver con Lenin y la democracia comunista, con los federalistas, con Madison y con la gran tradición americana que ninguno de nosotros desprecia, sino que descubre y pone de nuevo en pie. Se descubre lo que es el verdadero clinamen de libertad que atraviesa el deseo. Una democracia que en el momento en que es expresión de la multiplicidad no es caos porque nosotros vivimos en comunidad, vivimos inmersos en un lenguaje que comunica, vivimos inmersos en la producción que está en red, vivimos inmersos en los afectos que son la única sustancia que nos une, también cuando se trata de odio o sentimientos negativos. Por lo tanto, el gobierno ¿cuánto cuenta en nuestra vida? Un 10% más o menos, todo el resto lo hacemos y construimos, porque el hombre ha sido educado así: como un gran animal político de la multiplicidad. Lo que construimos no es el caos con que nos amenazan siempre, si lo construimos libremente: es siempre búsqueda de una complejidad y comunidad superior.
Quisiera resumir topología que individualizamos Michael Hardt y yo al escribir Impero, hace siete u ocho años –¡hace un siglo!- donde decíamos: se esta construyendo este Impero que tiene una forma de gobierno mixto. Éste observa la participación de la monarquía, de la aristocracia y de una forma de democracia desde abajo y que se llama multitud. EE.UU. hace unos diez años era el rey: Washington comandaba las armas, mantenía el orden en el mundo tras el fin la escisión soviética del mercado mundial, después del 89; New York sostenía de manera monárquica el mercado mundial; Hollywood, el mercado de la comunicación. Este era el esquema de la monarquía. Había una aristocracia mundial compuesta por los estados-nación y por sus intermediarios, pero sobretodo por las grandes multinacionales que no coincidían con aquellas del impero global americano y que intentaban precisamente reequilibrar el sistema. Y después estaba la gran presión de los movimientos, de los movimientos de liberación o de los trabajadores, que ahora habían adquirido esta nueva realidad. El trabajador móvil, flexible, migrante; el trabajador intelectual o de los servicios, el operario emprendedor, hombre activo en la comunicación, era alguien que llevaba consigo un nuevo patrimonio de producción y de libertad. No era ya posible producir sin producir libertad, no era ya posible producir sin ponerse en circulación: la multitud no era ya la masa, sino este conjunto de singularidad, de personas, hombres y mujeres que ponían su espíritu y su libertad en juego en la producción; no existía valor producido sin esta capacidad de compromiso.
Ya no más masificados e indiferenciados, sino un máximo de diferencias: estábamos, por tanto, en esta situación de extremo movimiento. A la primera insurrección general de la multitud, es decir, de esta nueva realidad del trabajo, ¿qué ha sucedido? Una tentativa de golpe de estado, puro y simple, sobre el Impero por parte de la dirigencia americana, de los neoconservadores, por parte de Bush. Nosotros lo habíamos parodiado diciendo “el 17 Brumario” de George W. Bush, pero en realidad se correspondía a lo que Marx llamaba el golpe de estado de Napoleón ‘il Piccolo’, de Napoleón Bonaparte, sobre el desarrollo de la republica francesa.
Un golpe de estado que venía a decir “l’empire c’est moi” y se correspondía con el unilateralismo. Era una tentativa precisa de reducir y volver a llevar a uno esta nuevas tendencias que se disponían y que era antes que nada una resistencia aristocrática fuerte. Chirac y Shroeder no estaban ciertamente interesados en el movimiento de las nuevas libertades productivas de la multitud: pensaban concretamente en los intereses de sus multinacionales y de sus mercados financieros y veían en la posición de Bush un ataque y una reducción feroz a la unidad del Impero Americano. Se oponían por esto, no porque amaran la paz: ¡no se les pasaba ni siquiera por la cabeza el amor por la paz! Tal vez a Chirac le preocuparan por un momento las manifestaciones, pero son elementos completamente relativos respecto a la verdadera razón de su posición. Se decía “los franceses son unos bribones porque no aceptan la guerra”: es cierto, son unos bribones, se deben a sus intereses. Pero el hecho importantísimo era que debiéndose a sus intereses, coincidentes con la opinión publica mundial, por la multitud mundial nuevamente organizada, estos hombres rechazaran la guerra, a pesar de la estructura mixta compuesta por monarquía, aristocracia y multitud, estas aristocracias se vieran fueran obligadas de alguna manera a no coincidir con el monarca americano. Esta ha sido una gran victoria de la multitud: que la guerra irakí haya devenido una guerra que de algún modo ha aislado a EE.UU.
Creo ser el menos antiamericano del mundo: para mi los EE.UU. son siempre interesantes, hubiera querido emigrar allí de pequeño… pero el problema no es ser el menos antiamericano sino considerar objetivamente cuánto sucede: un golpe de estado que ha sido derrotado y no solamente por las luchas, sino también por la ruptura de las alianzas del poder. Es esta ruptura de las alianzas que debemos analizar, pues estamos en una fase en que la derrota complica enormemente las cosas. Que los americanos no se hayan apoderado de toda la energía mundial a través de la operación irakí, para confirmar su poder unilateral, es una victoria, aunque abre también enormes problemas. Creo que las reflexiones del movimiento deben insertarse en este marco y pienso que gran parte de las posiciones críticos dentro del movimiento, así como ciertas “conversiones criticas”, “cíclicas”, que lo atraviesan deben ser trasladadas a este gran cuadro.
Por tanto, nosotros podemos pensar que en los próximos años se dará una recomposición “constitucional” del Impero. Podemos pensar con toda probabilidad que en los próximos años Chirac, Shroeder o quien sea se podrán de acuerdo con Bush o quien sea; que la alianza entre monarquía y aristocracia imperial se recompondrá y que las posibilidades de las multitudes, de los trabajadores, de los oprimidos se recompondrá en términos nuevos. Creo que dentro del pasaje que estamos viviendo hay algunos elementos irreversibles. El primero es la guerra, la concepción de la guerra preventiva.
“Guerra preventiva” no significa “guerra imperialista”, sino “policía imperial”; significa la transformación de los ejércitos en estructuras policiales dispuestas a intervenir, a partir de este centro mundial recompuesto, para ordenar en términos de desarrollo capitalista todos los espacios del mundo. No hay ya una guerra entre naciones o el “imperialismo” de una nación fuerte respecto a una nación débil, sino que hay una red de poderes policiales que intervienen dondequiera que sea y ha entrado ya de manera totalmente profunda en la organización misma de las fuerzas armadas siendo ser irreversible. Ahora las fuerzas armadas ya no son aquellas que nos presentaban para combatir sobre frentes alzando continuamente el estandarte del potencial de destrucción que poseían. Las fuerzas armadas son ahora móviles, dinámicas, más o menos mercenarias (como es mercenaria la policía), siempre dispuestas a intervenir donde sea para poner orden, organizadas en red en torno a unidades móviles, constituyendo al mismo tiempo una capacidad de intervención y una capacidad de asistencia, de organización, de nation-building.
La vergonzosa experiencia italiana en Nassirya y la aún más vergonzosa propaganda hecha a su alrededor son pequeños ejemplos y paradigmas de en qué se está convirtiendo la organización del poder: ¡pensad que mundo más bello, con los Carabineri distribuidos por todas partes! Esta retícula de counterinsurgency, un termino casi intraducible porque no es contra-guerrilla, sino contra-insurgencia, contra-libertad, debe contener todo el conjunto que constituye este bello mundo capitalista: Organizaciones No Gubernamentales, la Banca; puede contener las religiones, organizadas, juntas, combinadas o unificadas. Esto es un elemento respecto al cual no volvemos atrás. Emerge entonces la relación entre democracia y violencia: entre una democracia como aquella de la que hablaba antes, que es efectivamente expresión de necesidades, de deseos y de capacidad en común, de comunidad; expresión de voluntad desde por abajo, de federalismo, todas estas cosas formidables que sentimos en nosotros mismos y percibimos como naturales, como parte de nuestra vida del mismo modo que el lenguaje, su enriquecimiento, la investigación, etc… Frente a este pensamiento que se expande, está el horizonte de la guerra ahora ya irreversible. La guerra de Irak ha quebrado la tensión unipolar, monárquica, exclusivista, del grupo dirigente americano, pero ha iniciado y generalizado esta nueva situación de guerra.
El segundo elemento a destacar es la ambigüedad de la nueva alianza entre monarquía y aristocracia. Una alianza totalmente ambigua, porque los americanos sabían que antes o después tenían que llegar a una situación del genere (de este tipo). Hay un ejemplo formidable en la historia anglosajona: la constitución de la Carta Magna. En el siglo XIII, el rey Juan debe costarse (hasta un cierto punto) las guerras que ha hecho (Cruzadas, guerra contra Francia, etc…) y los nobles, la aristocracia, le dicen: “querido amigo, nosotros no te damos más soldados, si tu no nos das el poder”. Desde aquel momento la relación entre la aristocracia y el rey se convierte en una relación contractual, constitucional. La Carta Magna, que ahora nos dicen es el fundamento de la democracia y de la libertad, es en realidad un acuerdo entre el rey y la aristocracia guerrera, que dice “antes que masacrarnos nosotros mismos, queremos el poder que tú tienes. ¿Por qué el rey tiene este poder?” Hoy podemos pensar que más o menos las cosas andan en estos términos: Chirac, Schroeder o los Chinos se presentaran a Bush: “Paga!” Paga en términos de acuerdo político, de distribución del poder.
Hablar del fin del monocentrismo es una cosa hermosísima: pero el fin del monocentrismo americano se corresponde con la emergencia de un policentrismo que en cuanto nos concierne –en cuanto multitud de proletarios explotados, en cuanto multitud de trabajadores- nos interesa bastante, aunque no demasiado.
Sabiendo que irían hacia la situación que os he planteado han intentado la estrategia del ‘divide y vencerás’, han intentado dividir, subdividir, romper ‘tutti quanti’. En lo que respecta a Europa esto se ha llevado a cabo de manera incluso mezquina, la tentativa de ruptura se ha hecho a través de las formas más espantosas.
Esto vale para América Latina, vale para las relaciones con la ex Unión Soviética, vale por lo que respecta a China y su ingreso en la Organización Mundial del Comercio. Cuando nosotros procuramos individualizar este pasaje debemos verlo en todas sus diferencias: diferencias que sin embargo revelan el enorme poder de la insurrección que está desarrollándose.
¿Europa? Es desde 1953 que el Tratado sobre la Defensa Europea intenta unificarse. La oposición de los americanos con respecto a los Estados Unidos de Europa, a la posibilidad de una unificación europea como mercado y como potencia política ha sido continua. El hecho de que Europa se unifique es para nosotros un elemento de enorme importancia y de importancia secundaria al mismo tiempo. De enorme importancia porque es sólo sobre dimensiones europeas que una política a nivel mundial puede salir adelante; de secundaria importancia porque una Europa hecha sólo por las aristocracias, por los Chirac y Schroeder, puede concernir solo relativamente los intereses de los trabajadores. Y esto vale también para América Latina donde las nuevas políticas globales, fundamentalmente brasileñas y argentinas, determinan pulsiones a la unidad y a la construcción de polos continentales que son fundamentales en el equilibrio y en el contrapoder respecto a los Estados Unidos y a su voluntad monárquica. Vale para China, que no es de ninguna manera ese país unitario dirigido por el Partito Comunista: como todos saben es un país en continuo movimiento, donde doscientos o trescientos millones de personas ya están incorporadas a un proceso capitalista fuerte, pero mil millones de campesinos pobres presionan para tener libertad. La nueva constitución imperial, donde monarquía y aristocracia se combinan, ¿cómo puede abrir los espacios a los nuevos movimientos?
Hoy por hoy el movimiento mundial, tal como se había posicionado contra la guerra, está acabado. ¿Por qué?
Primero: en gran parte ha sido un movimiento soberanista, es decir, pensaba que la restauración de los estados-nación y su capacidad fuese de por sí suficiente para batir al imperialismo, en este caso, americano.
Segundo: principalmente en los países del Sur se pensaba otra vez en la posibilidad, a través de la reafirmación soberanista, de un proyecto de desarrollo autónomo: también esta es una gran mentira.
Tercero: el mecanismo general de las alianzas no se confrontaba con los movimientos.
Pero el movimiento ha sido más fuerte que todo esto. Si hoy nos encontramos frente a un relativo impasse ante este nuevo proceso que se configura, es decir, una nueva alianza entre monarquía estadounidense y aristocracia europea, latinoamericana, china, etc…, nos encontramos también frente a algunas otras cosas fundamentales. Sobre todo la liquidación del terreno soberanista, del Estado-nación que no es ya un ámbito sobre el que se pueda llevar a cabo una lucha eficaz para la liberación de las multitudes. El Estado-nación es un lugar en el cual la estructura imperial, especialmente esta que se nos presenta de nuevo determinada por la presencia imperial americana y por las varias asociaciones, por los capitalistas y por las elites política locales, debe ser superada. No podemos ya hacer política a nivel nacional. El nivel nacional es un nivel en el que no se decide ya nada: ni el valor de la moneda, ni la capacidad de la fuerza, ni la capacidad del lenguaje ni de la comunicación. El nivel nacional está ya completamente acabado en la experiencia de la liberación.
En segundo lugar la liquidación de una idea de gobierno ligada a aquel concepto de democracia del cual se hablaba antes. Ha sido una grandísima experiencia ya sea en China como en los países de América Latina: los gobiernos no se cierran más a los movimientos, no hay ya un gobierno que hasta cierto punto pueda planificar por sí mismo el desarrollo del sistema normativo y regulativo, de los dispositivos generales de organización social, si no tiene presente en su interior la dinámica de las fuerzas de contrapoder, de los movimientos. No existe posibilidad de desarrollar producción y riqueza si no es en este sentido. No se trata de que un concepto de democracia nuevo haya penetrado en los movimientos. Se trata de que cuando tú debes trabajar, ahora ya, participando con tu inteligencia y capacidad mental en el trabajo, poniendo en juego tu libertad en el trabajo, en ese momento no existe la posibilidad de producir si no determinando espacios de aceptación de esta libertad, de esta nueva fuerza productiva. Todo esto no tiene nada que ver con las fuerzas sindicales, aquellas clásicas que conocemos bien. Tiene que ver en general con la estructura misma del trabajo. En el ejemplo de los campesinos, esa enorme masa que todavía produce bienes alimentarios o agrícolas, nos encontramos frente a modificaciones enormemente interesantes. Encontramos grandes multitudes que no son ya simplemente atraídas por los grandes mecanismos de la producción masificada, sino que viven una diferenciación continua y singular de su capacidad productiva.
El campesino ha sido siempre esa criatura formidable que se ponía en relación con el tiempo, con las producciones, con el cambio de los cultivos y que portaba en la producción esta singularidad. Hoy estos son procesos que se expanden por todas partes: si queréis valorizar la producción agrícola debéis actuar singularmente. Estos fenómenos no se refieren a los campesinos del Val Padana, sino a las grandes extensiones de producción en Sudamérica o en los EE.UU. o en China.
Otra enorme transformación es la del trabajo de servicios, de afecto, de relación: estas formas de trabajo que ahora ya piden siempre más libertad y capacidad de expresión.
Dicho esto os encontráis frente a gobiernos que balbucean, que no consiguen expresar ya sustancia normativa si no se ponen en relación con esta nueva forma de gobierno. Los intentos hechos en Brasil por el gobierno Lula y en Argentina por el de Kirchner respecto a los grandes movimientos que estaban desarrollándose, están en este punto de vista de los paradigmas. Ciertamente, hoy nos encontramos frente a los bloques también sobre este terreno, bloques que representan las grandes dificultades; pero tenemos experiencias y debemos ponerlas en el centro de la situación que vivimos.
He estado en Madrid en los días sucesivos a la derrota electoral de Aznar, y he escuchado del relato directo de muchos compañeros, pero también por desconocidos, la emoción de aquellos días.
Una emoción que consistía en el hecho de que una enorme multitud de ciudadanos, encontrándose frente a una falsedad evidente (atribuir a ETA la autoría del atentado de la estación de Atocha), se organizaba singularmente. El partido socialista (PSOE) de Zapatero no ha organizado a nadie, sino que han sido los grupos de personas que han dicho ¡NO! a la mentira. Y entonces comunico a mi amigo por un SMS, telefoneándole, quedando, esta exigencia. Y esta multitud de singularidades ha derribado al gobierno en un día, pero no sólo eso: lo ha sacado de la alianza irakí, lo ha acercado a Europa. Los compañeros españoles llamaban a este movimiento “la Comuna de Madrid”: es una forma insurreccional no a través de masas, sino a través de la conciencia de verdad de cada singularidad. Y es lo mismo que se pide para la producción, es su revés.
Todo esto sucede de manera absolutamente inesperada: todos los instrumentos del poder, desde los sondeos a la unánime presión de los medios, daban la victoria a Aznar y ¡NO! Ocurre lo contrario en dimensiones irresistibles. Pienso que el movimiento ha tomado conciencia del gran pasaje que se anuncia, en el cual no se trata ya de luchar por la paz y contra la guerra americana, sino de luchar por la paz contra la resistencia de las multitudes y de todos aquellos que trabajan.
En tercer lugar subrayo la idea de que las formas de organización y de representación son diversas respecto a aquellas que nosotros habíamos visto en el siglos pasados y que hoy finalmente empiezan a revelarse agotadas. La continuación de los nuevos contenidos de las luchas sociales, ligadas a la nueva forma del proletariado y de las multitudes que trabajan, ha devenido ahora ya en pasaje fundamental.
Nosotros decimos frecuentemente que se trata de formular un programa post-socialista; el socialismo, esta gran experiencia que todos nosotros hemos visto y en la que incluíamos también el comunismo soviético, era un programa que se basaba en la toma del poder por parte del proletariado para desarrollar la capacidad productiva del capital. Hoy comenzamos a proponer un programa, para nada anárquico o veleidoso, que es el de conquistar colectivamente el poder para expresar la potencia productiva de todos; para expresar con la producción la libertad. Tenemos los nuevos estratos, centrales a la producción temporanea, que están ahí, fundamentalmente concentrados sobre el punto más importante del desarrollo productivo. Son estos estratos que deben producir con su deseo un programa. Por un lado, el movimiento que hemos visto ha recompuesto el poder sobre una posición diversa, reunificando monarquía y aristocracia, y por otro ha expresado nuevos sujetos y nueva subjetividad. Esta nueva subjetividad nace de las nuevas formas del trabajo, de las nuevas formas de comunicación, de las nuevas formas de producción en general que atañen a campesinos, mujeres, el trabajo domestico, en suma todo; que generalizan el contenido reticular de la producción de la multitud.
Necesitamos constituir un programa a la altura de este desarrollo: este es el Nuevo Manifiesto Comunista que nos aguarda, el nuevo tipo de movilización que debemos determinar.
Podemos concretar algunos temas fundamentales o centrales de la construcción de este programa postsocialista. El primer tema es el global del cosmopolitismo, de la ruptura de las fronteras nacionales, de la construcción por ejemplo de Europa, o de la unidad de América Latina, en fin la expresión de todas aquellas potencias que se dan a nivel continental con la capacidad de condicionar el poder imperial.
El segundo terreno, fundamental, es la posibilidad de determinar específicamente las nuevas formas de renta, es decir, de la reproducción, de la capacidad de producción de reproducción que tenemos. El tema de la renta de ciudadanía no debe simplemente estar ligado a la desocupación u otra cosa, sino que está ligado a la producción general y social: si la sociedad es del trabajo, ¡todos deben tener la posibilidad de participar en el trabajo!
El tercer tema es la producción de subjetividad, es decir, por un lado la ruptura sistemática de todas las formas en las que la comunicación es comandada, y por otra parte la reapropiación constructiva de las formas de la comunicación, ya sea de la subjetividad como de la de los grandes medios de comunicación.
El quarto tema es el proyecto de nuevas formas de gobierno. ¿Qué significa tomar el poder? Nada, si por el poder se entiende la gestión del capital. ¿Qué puede significar si decimos que tomar el poder es expresar libertad plena, libertad de producción y pensamiento, libertad desde todos los puntos de vista. Es un proyecto en el cual la excedencia de nuestra vida está puesta en juego. Corremos siempre el peligro del extremismo, pero somos extremadamente cautos en esto, lo hemos dicho más veces, lo éramos incluso a los tiempos en los que nos acusaban de ser extremistas…
El problema es de nuevo vez construir las formas de gobierno que comiencen a investir el común y toda la actividad política militante con capacidad de forzar, de destruir los vínculos de gobierno, para que la iniciativa de base retome una capacidad real de modificación. Son cosas que siempre hemos dicho, pero que ahora asumen una valencia distinta, porque ahora ya las estructuras federales, de participación, las cuales la formación misma de la riqueza activa, son terriblemente diversas. Y luego hay otro elemento fundamental:
el poder no acepta todo esto.
Este poder ha asumido como justificación de sí mismo la guerra, por una simple razón: el capital es siempre más parasitario, los capitalistas ya no tienen capacidad para comandar. Esta es la gran realidad que esta fase de movimiento y de lucha nos ha revelado.
Los capitalistas no tienen ya más el control de la producción: cuando la producción deviene social y común, cuando significa que todos nosotros somos más inteligentes, los capitalistas no pueden comandar más. En su día los capitalistas cogían a nuestros abuelos en el campo, les ponían un despertador al cuello y les decían: cuando suene tira de la palanca. Y después les han puesto delante de una maquina a la que deben responder: ¡hoy la producción es inteligencia y la inteligencia no se puede programar! ¡Y la libertad no se puede contener: los capitales se convierten en el gendarme mundial no ya de guerras entre imperialistas, sino en formas de policía global en el momento en que la producción no se puede contener, en que el capitalista no sirve para nada!
Por tanto, la temporalidad del programa socialista debe ser puesta sobre estos pasajes y requiere un cambio radical de la representación. [No podemos aceptar ya los partidos nos digan “esta es nuestra línea, si os conviene bien, si no, no. Nosotros somos los representantes de los movimientos”. No, no sois los representantes de nadie. Los movimientos deben ser representados continua y sistemáticamente; el partido, si todavía sirve para algo, no puede ser una caricatura de las exigencias de los movimientos.]
Otro tanto vale para la administración. Nosotros debemos estar presentes en todos los pasos administrativos sabiendo que cada uno de ellos está roto, que su normatividad va fraccionada haciendo emerger energías nuevas; debemos estar presentes en todas las luchas sindicales, pero sabiendo que el problema no es el costo del trabajo porque el costo del trabajo ya no existe: son sólo necesidades de la sociedad para reproducirse. Luego debemos generalizar la encuesta sobre la renta; debemos estar presentes en todas las luchas de la enseñanza sabiendo que esta es un recurso productiva central; debemos estar presentes en todas las luchas de la mujer sabiendo que la diferencia de la mujer constituye la cualidad del salto da una sociedad patriarcal a una sociedad de producción abierta. Nosotros debemos estar inmersos de todo esto porque representa el único programa. Teniendo presente que nos encontramos en una situación nueva y, como siempre, difícil.
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Publicado en Antonio Negri, Movimientos en el imperio. Pasajes y paisajes. Paidós. Barcelona, 2006. Páginas 161-179

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