domingo, 19 de junio de 2011

Gobierno del miedo e insubordinación (Entrevista con Maurizio Lazzarato)

Gobierno del miedo e insubordinación.Entrevista a Maurizio Lazzarato por el Colectivo Situaciones.

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Situcaiones: Hay en su libro un desarrollo particular de una noción que está en el centro de muchos debates contemporáneos: la de biopolítica. Usted hace una distinción entre biopolítica y noo-política en el marco de las sociedades de control, contraponiéndose así al vínculo entre biopolítica y sociedades de control establecido por Hardt y Negri en Imperio y Multitud. Y también introduce un concepto de vida ya no ligado con la actividad mecánica del cuerpo sino con el cerebro, recuperando la consideración de la vida como memoria de la obra de Bergson. ¿Podría situar su teoría de la biopolítica en el marco de las discusiones actuales a partir de estos elementos?

Lazzarato: En Foucault, la biopolítica, como las disciplinas, es una actividad humana. la biopolítica no tiene la última palabra en la evolución de su pensamiento. debe ser comprendida en un marco más amplio, que es el de las prácticas del gobierno de las conductas: cómo dirigir las conductas de los demás y cómo gobernarse a sí mismo. La noo-política forma parte de las tecnologías humanas de gobierno de los demás.

Los dos últimos cursos de Foucault en el collège de France, publicados en 2004, parecen ir en el sentido que indico en el libro. Primero, según Foucault, no hay que considerar la población únicamente desde el punto de vista “biológico” (nacimiento, enfermedad, muerte, etcétera). “La población es entonces todo lo que va a extenderse desde el enraizamiento biológico a través de la especie hasta la superficie de captura ofrecida a través del público” (securité, territoire, population, en adelante STP). El público es “la población tomada a partir de sus opiniones” (STP), agrega Foucault, y continúa: “los economistas y los publicistas nacieron en el mismo momento”. Hay técnicas para las “conductas de las almas” que conciernen a la población-público y que Foucault no analiza, pero que hoy son estratégicas para la definición del capitalismo. el concepto de vida y de vivo cambia completamente si se parte de esta definición de la población como público, como opinión. Moviliza en efecto el cerebro, la memoria, el lenguaje y las técnicas que actúan sobre estos elementos.

Yo me limité a dar algunos elementos en este sentido utilizando la teoría de tarde sobre la opinión y el público. Me parece que la teoría de Giorgio Agamben pasa al costado de la definición de la biopolítica, porque por un lado limita la biopolítica a lo “biológico”, y por el otro, la tradición de la que Foucault la hace derivar (la del poder pastoral, del “gobierno de las almas”), es la tradición de la iglesia católica que, según el decir de Foucault, no tiene nada que ver con la tradición romana ni con el “homo sacer”.

En segundo lugar, las técnicas biopolíticas que Foucault llama de aquí en más “técnicas de seguridad” tienen una relación muy estrecha con el acontecimiento. La vida es comprendida como acontecimiento y no sólo en su dimensión biológica. “seguridad tratará de acondicionar un medio en función de acontecimientos o de una serie de acontecimientos o de elementos posibles, serie que hará falta regularizar en un marco multivalente y transformable. el espacio propio de la seguridad remite a una serie de acontecimientos posibles, remite a lo temporal y a lo aleatorio, un temporal y un aleatorio que hará falta inscribir en un espacio dado. el espacio en el que se desenvuelven las series de elementos aleatorios es, creo, aproximadamente lo que llamamos el medio” (STP).

Hay novedades destacables en la teoría de Foucault que corremos el riesgo de perder de vista si vamos demasiado rápido y si simplificamos demasiado su pensamiento. De la diferencia entre sociedades disciplinarias y sociedades de control (Foucault prefiere llamarlas sociedades de “seguridad”) podemos extraer una serie de reflexiones muy útiles para la “ontología del presente”. Es muy estimulante, por ejemplo, la distinción entre el poder que actúa directamente y el poder que actúa a distancia. Las técnicas de la sociedad de control no actúan directamente sobre el individuo, como las disciplinas, sino sobre la acción del individuo. El poder, según la última definición de Foucault, es “un modo de acción que no actúa directa e inmediatamente sobre los demás, sino que actúa sobre su propia acción”.

No se actúa directamente sobre el individuo y sobre su cuerpo, como lo hacen las técnicas disciplinarias y el par legalidad/punición, sino sobre el “medio ambiente”, porque el individuo no es el origen absoluto de la acción. La acción no es reducible al individuo y a su subjetividad, encuentra también su fuente en su “medio”. Y un medio comprendido como espacio de acontecimientos posibles, y no como “estructura”, sistema. Según Foucault, las técnicas de seguridad (o de control si se utiliza la definición de Deleuze) deben actuar sobre las “reglas del juego” más que sobre el juego mismo.
Los dispositivos de seguridad definirán, a diferencia de los dispositivos disciplinarios, un marco bastante “laxo” (porque, precisamente, se trata de la acción sobre las acciones posibles, sobre los acontecimientos), donde “habrá una intervención que no será del tipo del sometimiento interno de los individuos, sino una intervención de tipo medioambiental [environnementale]” (Naissance de la biopolitique).

Hay que actuar entonces sobre el “medio”, sobre el “marco”, sobre el “medio ambiente” (todas definiciones de Foucault) del individuo. ¿Y qué es el medio? “es lo que se necesita para dar cuenta de la acción a distancia de un cuerpo sobre otro. Entonces el soporte y el elemento de la circulación de una acción” (STP, p. 22). Se podría decir que la seguridad actúa a través de la moneda, la comunicación, el consumo, etcétera, sobre el “soporte” y el “elemento de circulación” de la acción, en lugar de actuar sólo a través del adiestramiento directo del cuerpo (disciplinas).

Creo que hay que comprender en este sentido los desarrollos de Foucault contenidos en estos cursos. De todas maneras, es en este sentido, también, que se desarrolla mi investigación. La acción de poder es así “acción a distancia” de un individuo sobre otro individuo. Es exactamente la definición que utilizo de Tarde para dar cuenta de la acción del público, de la opinión.

Cité mucho a Foucault para mostrar que se han dicho muchas cosas imprecisas y simplificadas sobre su pensamiento, cuya actualidad es asombrosa. Aconsejo a todo el mundo leer y trabajar estos últimos cursos (Securité, territoire, population y Naissance de la biopolitique), que son seguramente los libros más importantes de los publicados en los últimos quince años.

S: El público y la opinión serían el objeto ubicado en el centro de los dispositivos de seguridad, que intentarían a través del “medio ambiente” reducir el campo de lo posible. ¿Puede relacionarse con lo que usted dijo en otra entrevista acerca de que se puede comprender el éxito de Bush con los medios teóricos de la “filosofía de la diferencia y el acontecimiento”? Dicho de otro modo, ¿cómo funciona este aparato teórico para explicar los movimientos reaccionarios de las sociedades actuales?

L: Comencemos por un ejemplo a partir de una lucha y un modo de gobierno de las conductas muy concretos: el conflicto de los empleados temporarios [intermittents] del espectáculo en Francia. la acción de la “reforma” del régimen de indemnización por desempleo de estos empleados, que constituye el objeto de este conflicto, se ejerce a la vez a través de las más viejas técnicas disciplinarias y de las más modernas técnicas de seguridad. Al mismo tiempo, la activación de estas tecnologías humanas, disciplinarias o de seguridad, requiere una inflación de actos jurídicos y legales y la desmultiplicación de la producción de normas y reglamentos (los dispositivos jurídico-legales). La reforma procede a la vez según una lógica jurídica, disciplinaria y de seguridad. Apunta a reducir el “exceso” de empleados que pueden acceder al seguro de desempleo. Hay demasiados empleados temporarios, demasiadas compañías, demasiados espectáculos, demasiados artistas.

Para reducir el número de empleados temporarios la reforma utiliza en principio el simple endurecimiento de las condiciones necesarias para el acceso a los derechos del seguro del desempleo. Luego, bajo la incitación del ministerio de cultura, se agregan otras técnicas de selección: la “división entre los ineptos y los incapaces” y los “aptos y capaces”, que es una vieja práctica disciplinaria utilizada para dividir a los “pobres”, recalificados en este caso en la división entre profesiones artísticas y profesiones no artísticas. el “marcado” de los individuos entra en el mismo registro de activación de las viejas técnicas de división: se “pestifera” a los desempleados, con el doble objetivo de culpabilizarlos y de mostrarlos ante los demás como reacios a la empleabilidad.

Esta reducción de los intermitentes es asimilable a una “exclusión” pero, aquí, los excluidos son incluidos en una “población” (el conjunto del mercado de trabajo) sobre la cual se ejerce la acción gubernamental como gestiones diferenciales de desigualdades. La tecnología disciplinaria de la exclusión es tomada en el funcionamiento de una tecnología de seguridad que opera por gestión de disparidades.

La acción de gobierno en relación con la seguridad se expande en un continuum que va del erremista , que vive con un mínimo vital pagado por el estado, hasta los asalariados incluidos en los contratos de duración indeterminada, que es beneficiario del ahorro salarial y del “accionariado popular”, pasando por el desempleado, el trabajador pobre, el precario, el asalariado de medio tiempo, etcétera. Este continuum está regido por una selva de leyes, de normas, de reglamentos que instauran una desmultiplicación de los tipos de contratos de trabajo, de los modos de inserción, de recalificación, de formación, de indemnización, del acceso mínimo a los derechos (sociales). Este continuum, es necesario subrayarlo, es “social”, y no exclusivamente “salarial”. En realidad, este continuum es un conjunto de discontuinuidades, de umbrales, de divisiones, de segmentos que las tecnologías de seguridad permiten gobernar como un todo, como una misma población. Lo propio del gobierno será entonces localizar las “diferencias” de estatus, ingresos, formación, garantías sociales, etcétera, y de hacer jugar eficazmente las desigualdades unas contra otras.

En este continuum, ninguna de las posiciones de desigualdad relativa debe sentirse estable ni segura de ella misma. la construcción de lo precario, del desempleado, del pobre, del trabajador pobre, la multiplicación de los “casos” y de las “situaciones” (los jóvenes, los jóvenes de las ciudades, los pre-jubilados, etcétera) apunta a fragilizar no sólo al individuo que se encuentra en esta situación, sino también, de manera evidente y diferencial, a todas las posiciones del mercado de trabajo.

Las políticas de empleo y las políticas del workfare son políticas que introducen en grados diversos la inseguridad, la inestabilidad, la incerteza económica en la vida de los individuos. no hacen insegura sólo la vida de los individuos, sino también la relación de los individuos con todas las instituciones que hasta ahora los protegían. la inseguridad del desempleado y del precario no es la misma que la del empleado de una gran multinacional, con capacidad de ahorro y participación financiera en los beneficios, pero existe sin duda un diferencial de miedos que corre de una punta a la otra de este continuum. ¿Cómo explicar de otro modo el sentimiento de inseguridad generalizado y no sólo económico en una sociedad que nunca estuvo tan “protegida”?

De la gestión diferencial de las desigualdades se desprenden miedos diferenciales que alcanzan a todos los segmentos de la sociedad, sin distinción, y que constituyen el fundamento “afectivo” de este gobierno de las conductas a través de las desigualdades. Estas últimas son eficaces al punto de establecer grandes desviaciones. No obstante, los umbrales y las desviaciones son relativos a lo que una determinada sociedad puede “tolerar” o “soportar”.

Dos conclusiones, entonces. Primero, me parece que la teoría de la diferencia es muy útil para comprender el funcionamiento del poder. Las políticas neoliberales son políticas del gobierno de las conductas que pasan por la gestión diferencial de las desigualdades, de las desviaciones de situación, de ingresos, de status, de formación, etcétera, por medio de la “optimización de los sistemas de diferencias”, como dice Foucault. La optimización de las disparidades se obtiene por una “modulación”, concepto a la vez deleuziano y foucaultiano, de los derechos, de las normas, de los reglamentos, y por una modulación de las maneras de ejercer el poder sobre los individuos (los dispositivos disciplinarios, de seguridad, de soberanías) que se adapta y favorece a una segmentación “suave” de la población.

La nueva lógica de guerra como “policía” (interna y externa) está vinculada directamente con esta gestión diferencial de las desigualdades, con esta optimización de las competencias. La competencia y las desigualdades son disolventes y sólo la “seguridad” (interna y externa) puede funcionar como “pegamento” de esta multiplicación de las divisiones, de las jerarquizaciones de las desigualdades. La policía de seguridad es una necesidad de este tipo de gobierno.

En segundo lugar, el gobierno de las conductas es un agenciamiento de dispositivos diferentes. la historia del arte de gobernar no es una sucesión donde se pasa de la era legal a la era de lo disciplinario y a la era de la seguridad (y de la noo-política). Los mecanismos de seguridad no ocupan el lugar de los mecanismos disciplinarios, que a su turno habrían ocupado el lugar de los mecanismos jurídico-legales de soberanía.

De hecho, tenemos una serie de dispositivos complejos en los cuales lo que va a cambiar son las “técnicas mismas, que van a perfeccionarse, o en todo caso a complicarse, pero sobre todo lo que va a cambiar es la dominante o más exactamente el sistema de correlación entre los mecanismos jurídico-legales, los mecanismos disciplinarios y los mecanismos de seguridad” (STP, p. 10).

S: Además de Foucault, usted se apoya mucho en la obra de Deleuze y Guattari, particularmente con la utilización de la “diferencia y la repetición”, los conceptos de mayoría y minoría y la reflexión sobre las dinámicas creativas, que opone regímenes de signos y de expresión al agenciamiento maquínico de los cuerpos. ¿Podría explicarnos el modo en que estas influencias sirven para comprender los procesos de lucha en estas sociedades de seguridad?

L: Tenemos aún una concepción “economicista” del capitalismo, que deriva del marxismo y de la economía política. lo mismo podría decirse en lo que concierne a la categoría de “trabajo”. Mi crítica del trabajo va en este sentido.

La metodología de la filosofía de la diferencia es muy diferente y puede ayudarnos muy bien en el trabajo de investigación. Por ejemplo, para analizar la “producción del desempleado”.

En su trabajo sobre Foucault, deleuze utiliza las categorías lingüísticas de “contenido” y “expresión” elaboradas por Hjemslev para aplicarlas a las distintas instituciones que fijan e integran las relaciones de poder en las sociedades occidentales. El contenido y la expresión tienen, cada uno, su “forma” y su “sustancia”, de manera que no podemos captar lo que nos pasa según la oposición entre estructura y superestructura, real y representación, significante y significado, como lo hacen el marxismo, el situacionismo y la lingüística.

Según Deleuze, “una época no preexiste a los enunciados que la expresan, ni a las visibilidades que la completan”, es decir, que no preexiste a la distribución de lo que se dice y lo que se hace. si, por nuestra parte, aplicamos esta nueva distribución de lo discursivo y lo no discursivo, de lo visible y de lo enunciable a las instituciones de constitución, de gestión y de control del desempleo, y si tratamos de clasificar sus funciones tal como el movimiento de los empleados temporarios del espectáculo [intermittents] las ofreció a la luz a través de su acción y su movilización, obtenemos entonces esta distribución.

La forma del contenido está constituida por los dispositivos (la ANPE y los Assedic, que distribuyen las asignaciones de desempleo ) que inscriben, fichan, controlan, convocan, distribuyen las asignaciones, deciden las radiaciones y las sanciones, organizan el seguimiento (entrevista, dossier, formación), etcétera, de los desempleados.

La sustancia del contenido está constituida por los “desempleados”, que son gerenciados según dos lógicas diferentes: como “sujetos de derecho” y como “individuos vivos”, como “ciudadanos” y como “gobernados”, es decir, como una población.

Los dispositivos materiales utilizan “tecnologías humanas”, procedimientos e instrumentaciones para ejercer sus funciones de clasificación, control, represión e incitación, solicitación y sometimiento. Estas “tecnologías humanas” son a la vez disciplinarias, o de seguridad, y también tecnologías para las conductas de las almas y tecnologías de construcción de sí.

La “expresión”, como el contenido, también tiene su forma y su sustancia. La “forma de expresión” está constituida por un conjunto de agenciamientos, de dispositivos de enunciación múltiples y heterogéneos. Los enunciados y sus funciones son de naturalezas muy diferentes: el Parlamento enunciador de las leyes (en este caso, el derecho del trabajo y de la seguridad social), el Unedic de las normas, los ANPE y los Assedic de los reglamentos, las universidades de las categorías y de las clasificaciones científicas, los medios masivos de las opiniones y de las definiciones no científicas, los expertos en juicios específicos sobre la materia. la “sustancia de la expresión” está constituida por la proliferación de discursos, enunciados, categorías, opiniones, juicios. En nuestro caso, los objetos de enunciación son el “desempleo”, el “empleo”, el “trabajo”.

Repito que la utilidad de esta nueva distribución reside en el hecho de no considerar la “expresión” como ideología, representación superestructural que significa el “contenido”. La expresión dispone de dispositivos, de una organización y de una división del trabajo, como una universidad, un diario, un canal de televisión, una empresa consultora, etcétera.

El desempleo, el empleo, el trabajo, no son realidades “naturales” que tienen una existencia objetiva, una existencia en sí que preexistiría a las instituciones que se supone que los regulan. Desempleo, empleo y trabajo son el resultado de una construcción que se realiza en el cruce de dispositivos que enuncian la ley, la norma y la opinión con otros dispositivos que producen categorías “científicas” y con otros más que gerencian y controlan las conductas y los comportamientos de los individuos. En los extremos de las prácticas discursivas y de las prácticas no discursivas podemos comprender el desempleo, el empleo y el trabajo como “efectos globales”, “efectos masivos” de una multitud de procesos que se apoyan unos en otros. El “desempleo” no es en principio una categoría económica o, para decirlo de otro modo, lo económico debe ser comprendido de entrada como un conjunto de actividades reguladas.

¿Reguladas por quién y por qué? Reguladas por la ley, pero también por las normas, las costumbres, los saberes, las prescripciones religiosas, mediáticas y culturales, por una multiplicidad de dispositivos, etcétera. Las actividades económicas son actividades reguladas por diferentes técnicas y procedimientos, por diferentes saberes y modos de enunciación, como lo hemos definido anteriormente en nuestra distribución cuatripartita.

Dicho de otro modo, hay que cuidarse de pensar que hay, como nos lo sugieren Marx y los economistas, una “realidad propia y simplemente económica del capitalismo, o del capital y de la acumulación del capital”, que las leyes, las normas y los dispositivos no económicos deberían luego regular. el capital no tiene una lógica propia, leyes autónomas e independientes que deberían limitarse y controlarse a través de los derechos, la opinión y los saberes. El capitalismo no tiene existencia histórica si no es dentro de un cuadro institucional y de reglas positivas (legales y extralegales) que constituyen su condición de posibilidad.

El proceso económico y el cuadro institucional “se llaman uno al otro, se apoyan uno al otro, se modifican uno al otro, modelados en una reciprocidad incesante” (Naissance de la biopolitique, p. 169). Me parece que el análisis de la acumulación del capital, de la mundialización, todavía se hace desde un punto de vista “economicista”. lo mismo podría decirse de las divisiones y los conflictos.

Lo hemos visto en el ejemplo de la gestión del mercado de trabajo. Las divisiones, los clivajes, las diferenciaciones son fractales más que dualistas. Incluso pasan al interior de las antiguas divisiones de clases y hacen a muchas de ellas, de este modo, inoperantes desde el punto de vista político. Tenemos la costumbre de pensar mediante dualismos. El pensamiento de la multiplicidad, sobre todo en política, es más raro.

La inteligibilidad de un dualismo, de una división binaria, como por ejemplo la “lucha de clases”, reside en un cuestionamiento que podemos fácilmente hacer remontar a Foucault y a Deleuze-Guattari: ¿cómo se componen los efectos globales, cómo se constituyen los efectos masivos a partir de las situaciones locales, específicas, particulares?

Para intentar responder a esta pregunta, hay que partir de una multiplicidad de procesos extraordinariamente diferentes y mostrar a continuación cuáles han sido los fenómenos de “coagulación, de apoyo, de refuerzo recíproco, de puesta en cohesión, de integración” de estos elementos heterogéneos.

Los efectos globales, los efectos masivos (la mundialización, los grandes dualismos de clases, el imperio) no son el origen o la causa de lo que pasa, sino un resultado. existe toda una serie de preguntas y de problemas que corremos el riesgo de obviar si no hacemos nuestra la lección de la filosofía de la multiplicidad: los “efectos de poder” de los dispositivos económicos y sociales (del salariado y del estado de Bienestar), los efectos de poder de las prácticas discursivas, las restricciones y las libertades implicadas en las relaciones de poder y de saber, los dispositivos de sometimiento, pero también de subjetivación, la dinámica estratégica y acontecimental del conflicto. Y, sobre todo, la relación entre lo micro y lo macro, la relación entre la dimensión molecular y molar que, en la acción política contemporánea, asume una importancia particular que todavía, a pesar de que mayo del 68 pasó por aquí, es desconocida o despreciada.

S: Usted también cita el caso de otro lingüista reivindicado por Deleuze, Mijail Bajtin, para explicar el alcance de la noción de acontecimiento en la política contemporánea. ¿Podría desarrollar la distinción, fundamental en su argumentación, entre el “giro acontecimental” del que formarían parte Bajtin y Deleuze y el llamado “giro lingüístico”?

L: Vamos a recurrir nuevamente a un ejemplo político. A partir de mediados de los 90, asistimos al retorno, con fuerza, de la filosofía analítica (el giro lingüístico) y de la lingüística saussureana allí donde no se las esperaba, tras las críticas teóricas de la filosofía de la diferencia en los 60 y 70 y las críticas prácticas de los movimientos políticos de aquella época. Para tratar de dar cuenta de la naturaleza y de la función política del lenguaje (su “potencia de acción”) en el proceso de subjetivación, tanto las teorías de ciertos componentes de los movimientos feministas y antirracistas en estados Unidos como las teorías postobreristas en Europa hacen referencia a la filosofía analítica y sobre todo a la categoría de performativo.

En Estados Unidos, la categoría de “performativo” está siendo movilizada por militantes que luchan contra la pornografía y los “discursos de odio” racistas. De este modo, las categorías de Austin salen de la atmósfera polvorienta de la academia universitaria para entrar en las salas de los tribunales. Según los defensores de los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas, la pornografía y los insultos racistas (“los discursos de odio”) son enunciaciones performativas en el sentido de que no son simplemente la expresión de un punto de vista, de una opinión (y como tal protegidas por la primera enmienda de la constitución norteamericana), ni se limitan a describir una situación. Estas enunciaciones actúan sobre sus oyentes contribuyendo a la constitución social de aquellos a quienes se dirigen (la condición de la mujer o de una minoría étnica). No reflejan simplemente una relación social de dominación, sino que decretan, establecen o restablecen esta estructura de poder por la mera potencia de la palabra. Entonces, la enunciación performativa es asimilable a una conducta, a una acción que neutraliza la potencia de actuar de las personas a quienes está dirigida y, como tal, puede ser llevada a un tribunal.

La tentativa de Judith Butler de oponerse a las derivas judiciales norteamericanas de la defensa de las mujeres y de las minorías, que corren el riesgo de dar al estado el poder de decidir lo que es legítimo de lo que no lo es, de dejar a los jueces el poder de establecer lo que puede o no puede enunciarse, me parece muy débil. Asume, al igual que las posiciones que ella quiere criticar, que la potencia de actuar y la fuerza de transformación del lenguaje y de los signos está correctamente descripta por la teoría de los “actos de habla” de la filosofía analítica (y fundamentalmente los performativos). su programa lingüístico-político es el siguiente: “el performativo debe ser repensado”.

Es todavía más sorprendente la recuperación de los performativos por parte de la teoría post-obrerista italiana (Virno, negri-Hardt, Marazzi) porque, me parece, está construida a partir de un malentendido que afecta a la definición misma de performativo. Aquí también me parece mal planteado el problema de la aprehensión de la potencia política de actuar del lenguaje en el proceso de subjetivación. Esta teoría querría radicalizar la teoría de los performativos, introduciendo la categoría de “performativo absoluto” (Virno). Pero no retiene más que una parte de la definición de Austin: la enunciación no describe una acción, sino que la realiza (al decir “declaro abierta la sesión”, “está usted condenado”, “lo prometo”, no describo una situación, sino que realizo lo que enuncio).

Según la teoría de Austin, la fuerza de la enunciación performativa proviene del hecho de que implica una “obligación social” (en el caso de una promesa, compromete a quien la enuncia, so pena de “perder el rostro”, o en el caso de una pregunta, compromete a aquel a quien se dirige la pregunta so pena de interrumpir la conversación).

Esta última y fundamental condición del performativo es inexplicablemente abandonada en la teoría post-obrerista del lenguaje, de manera que la enunciación “yo hablo”, que no es un performativo, se transforma en “performativo absoluto”, forma verbal que, según Virno, caracterizaría “por completo a la actual sociedad de la comunicación”. En efecto, “yo hablo” no puede ser un performativo, porque el resultado de esta enunciación es una simple información, de la cual no se deriva ninguna “obligación social”. si realiza lo que enuncia, no es todavía un performativo. “Yo hablo” es una enunciación que comunica algo, pero que no actúa. No crea una situación nueva para el interlocutor en la que estaría obligado a tomar en consideración el hecho de que se le dirigió una enunciación (responder, obedecer, no obedecer, respetar una promesa, etcétera).

Tanto Virno como Butler, aunque sea de modos diferentes, cierran la enunciación sobre la lengua, como si la lengua pudiera tenerse en pie sobre ella misma; secretar, a través de sus estructuras sintácticas, fonéticas o gramaticales, las significaciones; engendrar la potencia de actuar sobre los demás y explicar la fuerza de transformación del lenguaje y de los signos. Esta recuperación del performativo en Virno y Butler está acompañada de una referencia más o menos crítica a la teoría de Hannah Arendt. Esta vuelta a una definición “aristotélica” del ser político como ser de lenguaje parece coherente porque la filosofía política de Hannah arendt, del mismo modo que la lingüística y la filosofía del lenguaje, opera una especie de purificación de la palabra y de la acción, y de allí de lo político.

El “giro acontecimental” desarrolla un punto de vista radicalmente diferente. En la teoría de Bajtin (pragmática), el concepto de performativo no tiene lugar, porque “todo acto de habla”–y no solamente los performativos– “es un acto social”. Toda enunciación –y no solamente los performativos– es un acto ilocutorio que compromete una “obligación social”.

A pesar de la homología de los términos, hay notables diferencias entre la teoría del acto ilocutorio de Austin y la de Bajtin.
Para empezar, existe una diferencia de naturaleza entre la lengua y la enunciación. Para que las palabras, las proposiciones, las reglas gramaticales se conviertan en una enunciación completa, un acto de lenguaje, hace falta un “elemento suplementario” que “permanece inaccesible a todas las categorizaciones o determinaciones lingüísticas, cualesquiera que sean”.
La palabra, la forma gramatical, la proposición, separadas de la enunciación (del “acto de habla”) son “signos técnicos” al servicio de una significación que es sólo potencial. La individuación, la singularización, la actualización de esta potencialidad de la lengua operada por la enunciación (la culminación), nos hace entrar en otra esfera del ser, la esfera “dialógica”. Lo que permite transformar las palabras y las proposiciones de la lengua en una enunciación completa, en un “todo”, son fuerzas afectivas pre-individuales y fuerzas sociales y ético-políticas que son externas a la lengua, pero internas a la enunciación.

Para ser lo más breve posible voy a aplicar la concepción de las categorías del “giro acontecimental” de Bajtin a una situación real: la revuelta de los suburbios de París de 2005, desatada por un “discurso”. Aquí se puede ver funcionando la relación entre la lengua y las fuerzas afectivas pre-individuales y fuerzas sociales y ético-políticas que son externas a la lengua, pero internas a la enunciación.

¿Cuáles fueron los efectos del “discurso de odio” del ministro de la República Francesa (“¿Están hartos de esta lacra [racaille] ? Bueno, yo los voy a librar de ella”) pronunciado frente a las cámaras de televisión? La palabra “lacra”, muy injuriosa y despreciativa, salida de la boca de un ministro de la República, no neutralizó la potencia de actuar de los habitantes de los barrios pobres de los suburbios franceses, sino que, por el contrario, la activó, y en proporciones inimaginables antes de esta enunciación. En lugar de constituir a los jóvenes habitantes de estos barrios como dominados, la enunciación los activó como sublevados, insubordinados, a partir precisamente del rechazo a la asignación que les fue dirigida de ser “lacra”. la enunciación injuriosa contribuyó a constituirlos en “sujeto político”.

La enunciación del ministro no constituye en ningún caso un performativo, sino que es una utilización “estratégica”, dialógica, de la enunciación. Preferimos aprehender el discurso de odio, como lo definen los norteamericanos, no como una fuerza que realiza lo que anuncia (performativo), sino como una “acción sobre acciones posibles”, abierta a lo imprevisible, a la indeterminación de la respuesta-reacción del otro (de los otros).

La enunciación “ustedes son la lacra” quiere intervenir en una situación sociopolítica para modificarla, llamando a los “amigos” y designando los “enemigos”, amenazando a los últimos y calmando y consolidando a los primeros. Busca aliados, y para construir las nuevas alianzas evoca su enemigo: el emigrado. Quiere reconfigurar el espacio político convocando a los demás en tanto que “jueces y testigos”, “obligándolos” a posicionarse, a expresar un punto de vista, una evaluación que es siempre a la vez afectiva y ético-política.

El espacio abierto por la palabra “lacra” no es el del performativo, sino el de la indeterminación, de lo imprevisible, del acontecimiento dialógico. Los efectos no están predeterminados como en los performativos, donde el locutor, el enunciado y el destinatario están ya instituidos.

Aquí el enunciador y los “públicos” a los que se dirige mediante la televisión (enunciación maquínica) están abiertos al devenir de los acontecimientos, porque la palabra dialógica presupone que los locutores son activos y libres. La enunciación injuriosa, ¿permitirá a Sarkozy ganar o perder las elecciones presidenciales? ¿Fue un golpe ganador o perdedor en el juego estratégico para debilitar a los demás candidatos de su propio campo en esa elección y ganar votos en el electorado de derecha y de extrema derecha? ni él lo sabe. Y de todos modos, la “respuesta-reacción” se encargó de recordarle la naturaleza dialógica de todo acto de lenguaje. Toda enunciación implica una comprensión, una “capacidad de respuesta activa”, una “toma de posiciones”, un “punto de vista”, una “evaluación de la respuesta”. Suscitó todo ello más allá de lo que el autor mismo hubiera deseado.

Podemos utilizar la concepción del dialogismo para dar cuenta de la evolución del espacio público, porque lo que hemos visto y oído en esas noches de estallidos y esas jornadas de confrontación semiótico-lingüística es la acción estratégica, tal como la describe Bajtin: por un lado, los enunciados se refieren a otros enunciados, polemizan con ellos, se oponen a ellos o los consienten; por el otro, los completan, se apoyan en ellos.

El enunciado es en sí mismo una respuesta a otros enunciados, entra en el espacio público desmarcándose de otros enunciados, confirmando a otros tantos, convocando a otros tantos. existe entonces una imposibilidad de encerrar la enunciación en la lengua, de hacer surgir las significaciones, la potencia de transformación y de subjetivación de las meras estructuras semánticas, fonéticas o gramaticales de la lengua.También existe una imposibilidad de hacer de la enunciación una simple convención, una simple institución, una simple confirmación de las relaciones sociales ya instituidas. Me parece, en fin, que hay una diferencia notable entre la teoría de los juegos lingüísticos de Wittgenstein y el discurso como relación dialógica en Bajtin, entre el “giro lingüístico” y el “giro acontecimental”.

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