sábado, 18 de junio de 2011
Diccionario del nihilista. (John Zerzan)
1 BuenismoBuenismo (niceism) n. tendencia, más o menos codificada  socialmente, a enfocar la realidad en términos de si los demás se  comportan cordialmente o no; tiranía del decoro que impide pensar o  actuar por uno mismo; modo de interacción basado en la ausencia de  juicio crítico o la autonomía.Todos preferimos aquello que es amigable,  sincero, agradable. Bueno. Pero este mundo empobrecido, en verdadera  crisis desde hace ya algún tiempo, debería obligarnos a reconsiderar  todo de nuevo, radicalmente, ya que lo bueno puede ser lo falso.A menudo  la cara de la dominación es una cara sonriente y educada, incluso culta  a veces. Recuérdese Auschwitz y sus directores de campo deleitándose  con Goethe y con Mozart. O la bomba atómica, que no fue creada por  monstruos de aspecto maligno, sino por agradables intelectuales  liberales. Lo mismo puede decirse de quienes están informatizando la  vida, y de aquellos que, de una forma u otra,son los principales pilares  de este orden corruptor, como por ejemplo el agradable hombre de  negocios, eje vertebrador de una cruel existencia de ‘trabaja y compra’,  ya que oculta sus verdaderos horrores.Los casos de buenismo incluyen a  los `peaceniks´ [pacifistas], cuya ética del buenismo los coloca una y  otra vez en situaciones estúpidas y ritualizadas, propias de perdedores;  a aquellos miembros de Earth First! que rechazan enfrentarse a la  ideología siempre reprensible de la cúpula de ’su’ organización, y a  Fífth Estate, cuyas importantísimas contribuciones quedan tan a menudo  eclipsadas por el liberalismo. Todas las causas mono temáticas -desde la  ecología hasta el feminismo-, y todo el apoyo que logran atraer, son  sólo maneras diversas de evadir la necesidad de una ruptura cualitativa  con algo másque solamente los excesos del sistema.Lo ‘bueno’ como el  enemigo perfecto del pensamiento táctico o analítico: “sea agradable, no  permita que el tener ideas radicales le afecte en el terreno personal.  Acepte los métodos y los límites ya envasados de la estrangulación  diaria”. El respeto arraigado, el impulso condicionado a “jugar de  acuerdo con las reglas” -las reglas de la autoridad-, ésta es la  verdadera Quinta Columna, a que existe en nuestro interior.En el  contexto de una vida social maltratada que nos exige una respuesta  drástica aunque sólo sea para conservar la salud, el buenismo resulta  cada vez más infantil, conformista y peligroso. No puede procuramos  alegría, sólo rutina y aislamiento. El placer de la autenticidad existe  solamente en contra de los principios de la sociedad. El buenismo nos  mantiene a todos en nuestro lugar, reproduciendo confusamente todo  aquello que supuestamente aborrecemos. Dejemos de ser tan buenos con  esta pesadilla y con todos los que nos atan a ella.2  TecnologíaTecnología n. Según la definición del diccionario Webster:  ciencia industrial o aplicada. En otras palabras: el conjunto de  división del trabajo/producción/industrialoización y su impacto sobre  nosotros y sobre la naturaleza. La tecnología es la suma de las  mediaciones entre nosotros y el mundo natural, y la suma de las  separaciones que median entre cada uno de nosotros y el otro; toda la  explotación y toxicidad necesaria para producir y reproducir el  escenario de hiperalienación en el que languidecemos. Es la textura y la  forma de la dominación en cualquier contexto de jerarquía y  comercialización.Aquellos que aún sostienen que la tecnología es  “neutral”, “simplemente una herramienta”, probablemente no se han  planteado todavía lo que está en juego. Jünger, Adorno y Horkheimer,  Ellul y algunos otros autores se han dedicado a analizar el tópico. Hace  treinta y cinco años, el respetado filósofo Jaspers escribía “La  tecnología es sólo un medio, ni bueno ni malo en sí. Todo depende de lo  que el hombre haga con ella, para qué propósito le sirva, bajo qué  condiciones la utilice.” Esta fe tan superficial en la especialización y  en el progreso técnico suena cada vez más ridícula. Marcuse entendió  muchísimo mejor el problema en 1964, cuando sugirió que “el auténtico  concepto de la razón técnica tal vez sea ideológico; no sólo la  aplicación de la tecnología, la tecnología misma es dominación… control  calculado y calculador, metódico, científico.” Hoy ya experimentamos ese  control como una disminución constante de nuestro contacto con elmundo  vivo, sumergidos en el vacío de la Era de la Información, acelerado  gracias a la informática, envenenado por el imperialismo domesticador de  la alta tecnología. La gente nunca fue tan infantil, ni dependía para  todo de las máquinas; a medida que la Tierra se aproxima rápidamente a  su extinción gracias a la tecnología, su reglamentación constante ahoga y  estrecha nuestras almas. Ningún sentido de plenitud o libertad podrá  renacer sin la desaparición de la división del trabajo en el corazón del  progreso tecnológico. Este es el proyecto liberador en toda su  magnitud.Por supuesto, la literatura popular aún no refleja una  reflexión crítica ante lo que supone la tecnología. Algunas obras  celebran abiertamente la dirección que estamos tomando, como Máquinas  que piensan, de Mc Corduck y ¿Están vivos los ordenadores?, de Simon,  por mencionar dos de los peores. Otros libros aún más recientes ofrecen  un punto de vista que por fin parece levantar el vuelo, desafiando a la  propaganda pro-tecnológica de masas, pero caen estrepitosamente al  llegar a las conclusiones. Murphy, Mickunas y Pilotta publicaron El  reverso de la alta tecnología: Tecnología y deformación de las  sensibilidades humanas, cuyo agresivo título contrasta totalmente con un  final en el que se dice que la tecnología se humanizará tan pronto como  cambien nuestras asunciones sobre ella El alto coste de la alta  tecnología, de Siegel y Markoff; es bastante similar; después de varios  capítulos detallando los variados frentes de debilitamiento tecnológico,  de nuevo oímos que no es más que una cuestión de actitud: “Debemos,  como sociedad, entender el impacto completo de la alta tecnología si  hemos de configurarla como una herramienta que realce el confort humano,  la libertad y lapaz.” El protagonismo de este tipo de análisis cobardes  y tan poco honestos se debe -al menos en parte- al hecho de que los  grandes grupos editoriales no desean publicar ideas fundamentalmente  radicales.Esta escapada hacia el idealismo no es una táctica de evasión  nueva. Martin Heidegger, considerado por algunos el pensador más  original y profundo de este siglo, imaginaba al individuo sólo como la  materia prima para la expansión ilimitada de la tecnología industrial.  Increíblemente, su solución encontraría en el movimiento nazi ese  “encuentro esencial entre la tecnología global y el hombre moderno”.  Tras la retórica del Nacional Socialismo, por desgracia, había sólo una  aceleración de la técnica, incluso en la visión del genocidio como un  problema de producción industrial. Para los nazis y para los crédulos,  se trataba, una vez más, de una cuestión de entender la tecnología de  forma ideal, en lugar de afrontar la realidad. En 1940, el Inspector  General del Departamento de Carreteras alemán lo resumía así: “El  hormigón y la piedra son cosas materiales. El hombre les da forma y  espíritu. La tecnología Nacional Socialista consigue en todo logro  material la satisfacción ideal”.El extraño caso de Heidegger debería  recordarnos que todas las buenas intenciones se pueden desviar  gravemente sin una voluntad de afrontar la tecnología y su naturaleza  sistemática como parte de una realidad social práctica. Heidegger temía a  las consecuencias políticas de un análisis verdaderamente crítico de la  tecnología; su teorizar apolítico tomó parte así en el acontecimiento  más monstruoso de la modernidad, dejando sus intenciones a un lado.Earth  First! propone anteponer la naturaleza a todas las ‘políticas’  insignificantes. Pero bien podría ser que a la arrogancia machista de  Dave Foreman (y de los teóricos de la “ecología profunda” que también  nos advierten contra los radicalismos) le suceda un acobardamiento como  el de Heidegger, posiblemente con consecuencias similares.3  CulturaCultura n. Normalmente descrita como la suma de costumbres,  ideas, artes, patrones, etc. de determinada sociedad. A menudo se da  como sinónimo de civilización, recordándonos que el cultivo -como en la  domesticación- forma también parte de ella. En 1960, los situacionistas  decían que “la cultura se puede definir como un conjunto de medios por  los cuales la sociedad piensa sobre si misma y se muestra a si misma “.  Barthes comentaba, más certero aún, que es “una mdquina para mostrar  deseos. Para desear; siempre para desear; pero nunca para  entender”Aparentemente, la cultura era más respetada hace algún tiempo,  era algo en lo que había que ‘estar al día’. Ahora, en lugar de  preocuparnos por cómo le fallamos a la cultura, denunciamos cómo la  cultura nos ha fallado. Definitivamente hay algo en el trabajo que nos  frustra, que no nos satisface, y esto se hace más evidente a medida que  afrontamos, a nivel global y en nuestro interior, la muerte de la  naturaleza. La cultura, como lo opuesto a la naturaleza, crece  discordante, se pudre, se desvanece a medida que nos asfixiamos en el  aire cada vez más contaminado de la actividad simbólica. Alta cultura o  underground, palacio o chabola, se trata de la misma prisión de la  conciencia; lo simbólico como lo represivo.Es inseparable del  nacimiento, una extensión de la alienación, y sobrevive, como siempre,  como una compensación, un canje de lo real por su objetivización. La  cultura representa la ruptura entre el todo y sus partes, que van siendo  progresivamente dominadas. El tiempo, el lenguaje, la numeración, el  arte… imposiciones culturales que han llegado a dominarnos a todos, con  nuestra vidas dedicadas a ellas por completo.Las revistas y los  periódicos aparecen hoy día repletas de artículos que lamentan la  epidemia de analfabetismo cultural y de amnesia histórica, dos hechos  que reflejan una molestia básica en la sociedad. En nuestra época  postmoderna las actitudes más frecuentes son la indiferencia y el asco,  mientras aumentan el consumo de drogas duras, el suicidio y la  discapacidad emocional. Hace un año viajé de Berkeley a Oregón con una  estudiante de último curso de la Universidad de California. Durante el  trayecto, después de hablar de los años sesenta, entre otras cosas, le  pedí que describiera a su generación. Hablaba desus compañeros en  términos de sexo sin amor, incremento del uso de la heroína y “un  sentimiento de desesperación enmascarado por el consumismo”.Mientras  tanto, continúa el rechazo masivo. En una colección reciente de ensayos  sobre la cultura, D. J. Enright ofrece el sabio consejo de que “cuanto  más normalmente se aireen el sufrimiento personal y el descontento, más  firmemente arraigarán estas desgracias en nosotros”. Regresión  deliberada, de Robert Harbison, es otro libro que despliega una completa  ignorancia respecto al vacío fundamental de la cultura: “resulta  difícil entender por qué el entusiasmo por lo primitivo y la idea de que  la salvación está en desaprender llegaron a estar tan presentes en casi  todos los campos del pensamiento”.Ciertamente las ruinas están ahí, a  la vista de todos. Desde un arte exhausto en forma de batibutrillo de  postmodernismo reciclado, hasta los tecnócratas postestructuralistas  como Lyotard, que describen los bancos de datos como “la enciclopedia  del mañana… la ‘naturaleza’ para el hombre postmoderno”, incluyendo  formas de ‘oposición’ tan absolutamente inútiles como la ‘micropolítica’  y la ‘esquizopolítica’, poco queda en pie, salvo los síntomas obvios de  la fragmentación general y de la desesperación. Peter Sloterdijk  (Crítica de la razón cínica) apunta que el cinismo es la actitud  constante, cardinal, la mejor que hasta ahora nos ofrece el rechazo.Pero  el mito de la cultura se las arreglará para sobrevivir mientras nuestro  sufrimiento, en constante crecimiento, no nos obligue a cuestionarlo, y  así el cinismo perdurará mientras permitamos que la cultura ocupe el  lugar de la vida no mediada.4 SalvajeSalvaje adj. Que existe en un  estado natural, como los animales y plantas que viven libremente; que ha  regresado al estado natural desde la domesticación.Habitamos un paisaje  de ausencia donde la vida real está siendo sistemáticamente eliminada  por el trabajo degradado, el ciclo vacío del consumismo y la vacuidad  mediatizada de la dependencia de la alta tecnología. Hoy ya no se trata  solamente del estereotipo del yuppie adicto al trabajo que intenta  engañar su desesperación por medio de la actividad, prefiriendo no  contemplar un destino no menos estéril que el del planeta y la  subjetividad {domesticada} en general. Noshallamos frente a las ruinas  de la naturaleza, frente a la ruina de nuestra propia naturaleza, un  inmenso acantilado construido con un montón de mentiras, de sinsentidos y  de falsedades. Todavía es pan y circo para la inmensa mayoría, mientras  una pobreza más absoluta que la pobreza financiera deja aún más  desolada la Zona Muerta universal de la civilización. ¿’Potenciados’ por  la computerización? Infantilizados, más bien. ¿Una Era de la  Información caracterizada por una comunicación en aumento? No, para ello  necesitaríamos una experiencia que valiera la pena comunicar. ¿Una  época de respeto sin precedentes hacia el individuo? Traducción: la  esclavitud del sueldo necesita de la estrategia de la autonomía del  trabajador hasta un grado en que la producción pueda conjurar la crisis  continua de la productividad, los estudios de mercado deben acertar en  el blanco de cada ‘estilo de vida’ , en vistas a la supervivencia de la  cultura del consumidor.En esta sociedad patas arriba, la solución que se  propone para la alienación masiva y el uso inducido de drogas es una  cortina mediática, con resultados tan vergonzosos como los cientos de  millones gastados inútilmente contra el aumento de la abstención  electoral. Mientras tanto, la televisión, voz y alma del mundo moderno,  sueña en vano con detener el incremento del analfabetismo y lo que queda  de salud emocional por medio de anuncios de treinta segundos o menos.  En una cultura industrializada de depresión, aislamiento y cinismo  irreversibles, el espíritu será el primero en morir, y su epitafio será  la muerte del planeta. Así será, a menos que acabemos con este orden  corruptor, con todas sus categorías y sus dinámicas.Mientras tanto,  prosigue el desfile de oposiciones parciales (y por tanto falsas) por  sus caminos habituales. Los Verdes y similares intentan prolongar la  vida del tinglado electoral, justificándose en la falacia de que es  válido que una persona pueda representar a otra; estos tipos podrían  llegar sencillamente a perpertuar un ‘nuevo espacio para la protesta’,  en lugar de aspirar a cambios radicales. El ‘movimiento’ pacifista  exhibe, en cada uno de sus gestos (uniformemente patéticos) que es el  mejor amigo de la autoridad, la propiedad y la pasividad. Bastará con  una ilustración: en mayo de 1989, en el vigésimo aniversario de la  batalla del Parque de Berkeley, mil personas se amotinaron  admirablemente, saquearon veintiocho negocios e hirieron a quince  policías; Julia Talley, portavoz de los pacifistas-sumisos, declaró:  “Motines como éste no serán nunca acogidos en el seno del movimiento  pacifista”. Lo que me recuerda a los estudiantes mal aconsejados que en  la Plaza de Tiananmen, después de que comenzara la masacre del 3 de  junio, trataron de convencer a los trabajadores para que no lucharan  contra las tropas del gobierno. y otra realidad: la universidad es la  primera fuente de esa lenta estrangulación llamada reforma, del rechazo a  una ruptura cualitativa con la degradación. Earth First! reconoce que  el problema central es la domesticación (p. e. Que la agricultura en sí  es maligna), pero muchos de sus activistas no pueden imaginarse que  nuestra especie pueda volverse salvaje. Los ambientalistas radicales  saben muy bien que la reconversión de los bosques nacionales en granjas  arborícolas forma parte de un proyecto general que tarde o temprano  exigirá su eliminación. Pero deberían buscar lo salvaje en todas partes,  no sólo en la naturaleza salvaje’ vista como reserva aislada del  mundo.Freud sabía que no hay civilización sin una obligatoria renuncia a  los instintos, sin una coerción monumental. Pero la civilización se  justifica porque las masas son “perezosas y no inteligentes”, razonaba.  Este modelo o fórmula se nutría de la idea de que la vida precivilizada  estaba plagada de brutalidad y privaciones, una idea que,  sorprendentemente, ha cambiado por completo en los últimos veinte años.  En otras palabras, antes de la agricultura la humanidad vivía en un  estado de gracia, facilidad y comuni6n con la naturaleza que difícil,  mente podríamos imaginar hoy.El panorama de la autenticidad surge a  partir nada menos que de una disoluci6n completa de la estructura  represora de la civilización, que Freud describía como “algo que una  minoría impuso a una mayoría que se resistía, porque entendió cómo  obtener la posesión de los medios de poder y coerción”. Podemos  continuar pasivamente por el camino de la domesticación y la destrucci6n  absolutas, o bien podemos girar en direcci6n a una revuelta optimista,  apasionada y salvaje, que aspira a bailar sobre las ruinas de los  relojes, los ordenadores y esa degradación de la imaginaci6n y de la  voluntad llamada trabajo. ¿Acaso podemos justificar nuestras vidas con  algo menos que esta política de rabia y sueños?5 División del  trabajoDivisión del trabajo n. 1. La división en tareas especificas y  circunscritas para obtener la máxima eficiencia de resultados que  caracteriza a la fabricación; aspecto cardinal de la producción. 2. La  fragmentación o reducción de la actividad humana en tareas separadas,  origen de la alienación; la especialización básica que hace que la  civilización aparezca y se desarrolle.La relativa plenitud de la vida  precivilizada se articulaba sobre todo en la ausencia de una separación  restrictiva que confinara a la gente en roles y funciones diferenciadas.  La división del trabajo ahoga nuestra experiencia, es el cimiento de  nuestra impotencia ante el reino de los expertos, que tan agudamente  sentimos hoy. No es casualidad que los ideólogos clave de la  civilización hayan puesto todo su empeño en justificarla. En La  República de Platón, por ejemplo, se nos dice que el origen del estado  reside en esa desigualdad ‘natural’ de la humanidad que supone la  división del trabajo. Durkheim celebraba un mundo fraccionado y  desigual, descubriendo que la piedra de toque de la ’solidaridad  humana’, su valor  esencial, es… adivinen cuál. Antes que él, hacia el año 1600, según  Franz Borkenau, se produjo un gran incremento de la división del trabajo  que originó la categoría abstracta de trabajo, que a su vez posibilita  la aparición de la noción cartesiana, completamente moderna, de que  nuestra existencia física es solamente un producto de nuestra conciencia  (abstracta).Adam Smith, en la primera frase de La riqueza de las  naciones (1776), describió la esencia de la industrialización al  asegurar que la división del trabajo representa un incremento  cualitativo de la productividad. Veinte años después, Schiller reconocía  que la división del trabajo favorecía el desarrollo de una sociedad  donde sus miembros eran incapaces de desarrollar su humanidad. Marx  observó ambos aspectos: “como resultado de la división del trabajo”, el  trabajador “es reducido a la condición de una máquina”. Pero resultó  decisivo elculto de Marx a una producción plena, como medio para obtener  la liberación humana; consideraba el empobrecimiento de la humanidad  como un mal necesario en el trayecto del desarrollo del capital.El  marxismo no puede eludir la impronta determinante de esta decisión a  favor de la división del trabajo; de hecho sus principales voces  reflejan esta idea. Lukacs, por ejemplo, prefirió ignorarla, llegando  sólo a denunciar los “efectos cosificadores de la forma de producto  dominante” en su atención al problema de la conciencia del proletariado.  E. P. Thompson advirtió que con el sistema implantado en las fábricas,  “el personaje-estructura del rebelde trabajador preindustrial o artesano  fue violentamente sustituido por el del trabajador individual sumiso”.  Pero, sorprendentemente, dedicó escasa atención a la división del  trabajo, el principal mecanismo para conseguir esta transformación.  Marcuse intentó conceptualizar una civilización sin represión, aunque  demostró sobradamente la incompatibilidad de ambas. En una concesión a  la ‘naturalidad’ inherente a la división del trabajo, afirmó que “el  ejercicio racional de la autoridad” y “el avance del conjunto” dependen  de ella, aunque algunas páginas después (en Eros y civilización)  reconocía que “el trabajo que uno desempeña llega a ser más alienante  cuanto más especializada sea la división del trabajo”.Ellul comprendió  cómo “el filo de la especialización del trabajo ha pasado como una  cuchilla a través de la carne viva”, cómo la división del trabajo  acarrea ignorancia y un “universo cerrado” que aparta al sujeto de los  demás y de la naturaleza. Horkheimer resumía este debilitamiento de un  modo similar: “así, para lograr toda su actividad, los individuos se  vuelven más pasivos; para obtener todo su poder sobre la naturaleza, se  vuelven más impotentes respecto a la sociedad ya sí mismos”. En la misma  línea, Foucault destacaba la productividad como la principal represión  contemporánea.Pero el pensamiento marxista reciente sigue inmerso en la  trampa de tener que sostener finalmente la división del trabajo en  beneficio del progreso tecnológico. Trabajo y monopolio capital, de  Braverman, un libro excelente en muchos sentidos, explora la degradación  del trabajo, pero lo entiende principalmente como un problema de  pérdida de “la voluntad y la ambición por arrebatar el control , de la  producción de las manos del capitalismo”. Y Consecuencias psicosociales  del trabajo natural y del alienado, de Schabbe, está orientado a  eliminar toda dominación en la producción, proyectando una autogestión  de la misma. La razón de que ignore la división del trabajo, obviamente,  es que se trata de algo inherente a la producción; no encuentra  contradictorio hablar de liberación y de producción en el mismo texto.La  tendencia de la división del trabajo ha sido siempre buscar peones  intercambiables para trabajos forzados dentro de un aparato autónomo  expansivo impermeable al deseo. La esclavitud a la tecnología, es decir,  la división del trabajo, es el barbarismo de los tiempos modernos. “La  especialización”, escribía Giedion, “avanza sin descanso”, y hoy más que  nunca podemos ver y sentir el mundo estéril carente de erotismo al que  nos ha conducido. Robinson Jeffers concluía “no creo que por la  civilización industrial valga la pena distorsionar la naturaleza humana,  ni la mezquindad ni la pérdida de contacto con la Tierra que  implica”.Mientras tanto, los perseverantes mitos de la “neutralidad” y  de la “inevitabilidad” del desarrollo tecnológico son cruciales para  sujetar a todos al yugo de la división del trabajo. Los que se oponen a  la dominación a la vez que defienden su núcleo principal perpetúan  nuestra cautividad. Considérese a Guattari, ese postestructuralista  radical que piensa que el deseo y los sueños son bastante posibles  “incluso en una sociedad con una industria altamente desarrollada y con  servicios de información pública altamente desarrollados”. Nuestro  francés oponente a la alienación se mofa de los ingenuos que detectan la  “perversión esencial de las sociedades industriales”, pero nos aconseja  “cuestionarse la actitud totalitaria de los especialistas”. No la  existencia de los especialistas, solamente su “actitud”.A la pregunta”  ¿Cuánta división del trabajo deberíamos tirar por la borda?”, la  respuesta más lógica, en mi opinión, es “¿Cuánta plenitud queremos para  nosotros y para el planeta?”6 ProgresoProgreso n. l.[arcaico] Viaje  oficial, como el de un gobernante. 2. Desarrollo histórico, en el  sentido de avance o mejora. 3. Curso hacia delante de la historia o la  civilización, como en una película de terror o en un viaje a la  muerte.Quizá nunca haya existido una idea tan importante para la  civilización occidental como la noción de progreso. También es cierto,  como dijo Robert Nisbet, que “actualmente todo indica que la fe de  Occidente en el dogma del progreso está menguando rápidamente a todos  los niveles y planos en este tramo final del siglo XX”.También en el  entorno antiautoritario corren malos tiempos para el progreso. Hubo un  tiempo en que los cabecillas sindicales, al igual que hacían sus  parientes cercanos los marxistas, podían arengar con más o menos éxito a  aquellos que no estaban interesados en organizar su alienación mediante  uniones sindicales, asambleas y similares, tachándoles de marginales e  insignificantes. En lugar del antiguo respeto a la productividad y la  producción (los pilares del progreso), hoy se impone una fórmula ludita  en las fábricas, y el antitrabajo es el punto de arranque del diálogo  radical. Vemos incluso a viejos leopardos intentando cambiar de piel:  los Trabajadores Industriales del Mundo, avergonzándose de la segunda  palabra de su nombre, se mueven hacia delante rechazando la primera (no  como una organización, por supuesto).La eco-crisis representa un claro  factor en descrédito del progreso, pero lo más desconcertante es el  hecho de que un dogma de fe como éste haya permanecido incuestionado  durante tanto tiempo. Porque, después de todo, ¿qué ha significado el  progreso?Su amenaza comenzó a manifestarse desde el mismo principio de  la historia. Con el nacimiento de la agricultura comenzó, por ejemplo,  la destrucción progresiva de la naturaleza; vastas regiones de Oriente  Próximo, África y Grecia se vieron reducidas rápidamente a tierras  desérticas, quedando abandonadas por improductivas.En cuanto a la  violencia, la transformación desde la vida principalmente pacífica e  igualitaria del cazador-recolector hasta la violencia propia de la  agricultura/civilización fue veloz. “La venganza, los feudos, las  revueltas, las guerras y batallas parecen nacer entre los pueblos  domesticados y ser típicos de ellos”, según Peter Wilson. y lo cierto  es, no hace falta explicarlo, que la violencia ha progresado a través de  los siglos, desde las armas estatales de destrucción masiva hasta el  reciente incremento de los asesinos en serie.La enfermedad propiamente  dicha se encuentra muy asociada a la invención de la vida civilizada;  cada enfermedad degenerativa conocida forma parte de la factura por la  mejora histórica. Desde la plenitud y la vitalidad sensual propias de la  prehistoria, al panorama actual de enfermedades endémicas y sufrimiento  psíquico generalizado; más progreso.La Era de la Información que  vivimos es la cúspide del progreso, que representa una progresión en la  división del trabajo, a partir de un tiempo anterior de mucha mayor  capacidad de entendimiento sin mediación, pasando por el estado donde el  conocimiento se convirtió en un simple instrumento de la totalidad  represiva, hasta la actual era cibernética, donde lo único que queda son  datos. El progreso se ha encargado de que el significado mismo eche a  volar.La ciencia, paradigma del progreso, ha aprisionado e interrogado a  la naturaleza, mientras que la tecnología la ha sentenciado (también a  la humanidad) a trabajos forzados. Desde la división original el yo que  supone la civilización, pasando por la separación cartesiana entre la  mente y el resto de objetos (incluido el cuerpo), hasta nuestro árido  presente de alta tecnología. Hace dos siglos, los primeros inventores de  la maquinaria industrial recibían los escupitajos de los trabajadores  textiles ingleses sujetos a ella, y todos les consideraban unos villanos  excepto sus patrocinadores capitalistas. Los diseñadores de la  esclavitud informatizada de hoy día son aclamados como héroes  culturales, aunque se empieza a organizar cierta oposición.A falta de  una resistencia fuerte, la lógica interna del desarrollo de la sociedad  de clases culminará, en su último estadio, en una vida totalmente  tecnificada. La relación entre el progreso de la sociedad y el de la  tecnología es cada vez más convergente. Walter Benjamin, en su última y  mejor obra, Tésis sobre filosofía de la historia, lo expresa de un modo  lírico:“Una pintura de Klee titulada Angelus Novus muestra a un ángel  que parece alejarse de algo que contempla fijamente. Sus ojos miran con  atención, tiene la boca abierta y las alas extendidas. Así se imagina  uno al ángel de la historia. Su cara está vuelta hacia el pasado. Allí  donde percibimos una cadena de acontecimientos, él contempla una simple  catástrofe que sigue acumulando ruinas sobre ruinas y las arroja a sus  pies. Al ángel le gustaría quedarse, despertar a los muertos y  recomponer lo que ha sido triturado. Pero sopla una tormenta desde el  Paraíso; se ha cogido a sus alas con tal violencia que el ángel ya no  puede cerrarlas nunca más. Esta tormenta le impulsa irresistiblemente  hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras la pila de  escombros que se encuentra ante él crece hacia el cielo. Esta tormenta  es lo que llamamos progreso”.7 Inteligencia artificial, vida  artificialAunque algo ralentizada en la pasada década, la carrera de la  Inteligencia Artificial avanza a ritmo vertiginoso. El desarrollo  completo de la Inteligencia Artificial marcaría un cambio cualitativo en  las acciones, la cultura y la auto percepción de la raza humana;  muestra de ello es el tiempo que hace que se inició esta búsqueda.Hace  diez afios Marvin Minsky describió el cerebro como un I ordenador de  carne de tres libras de peso, una definición secundada por otros  teóricos de la Inteligencia Artificial, como los Churchills. El  ordenador sirve como metáfora constante de la mente o del cerebro  humano, hasta tal punto que solemos vemos reflejados como máquinas que  piensan. Obsérvese la cantidad de términos mecánicos que se han  infiltrado en el vocabulario común del conocimiento humano.La metáfora  del ordenador, que entiende la mente como una máquina procesadora de  información y manipuladora de símbolos, ha determinado la aparición de  una psicología que busca en las máquinas sus conceptos fundamentales. La  psicología cognitiva se asienta en la orientación matemática o teoría  de la información y en la ciencia de los ordenadores. De hecho, el campo  de la Inteligencia Artificial está ahora directamente relacionado con  el de la psicología cognitiva y con la psicología de la mente. El modelo  informático abarca desde las disciplinas académicas hasta el uso  cotidiano.En 1981 Aaron Sloman y Monica Croucher escribían Porqué  tendrán emociones los robots, y el Psychology Today de diciembre de 1983  dedicaba un artículo a la Máquina sentimental, un tributo claro a las  promesas de la Inteligencia Artificial. En el Scientific American de  enero de 1990, John Searle preguntaba, ¿Es la mente un programa  informático en el cerebro?, mientras Patricia Smith Churchill y Paul  Churchill insisten en el tópico ¿Pueden pensar las máquinas? Las  tentadoras respuestas son, a mi entender, menos importantes que la  profusión de tales preguntas.Hace treinta años Adorno ya estudió la  minimización y la deformación contemporáneas del individuo a manos de la  alta tecnología, y su impacto sobre el pensamiento crítico. “El  ordenador, al que el pensamiento quiere hacer su propio igual, ya que su  mayor gloria sería autoeliminarse, es una declaración de insolvencia de  la conciencia”. Ya en 1950 Atan Turing predijo que en el año 2000 “el  uso de las palabras y la opinión general se habrán alterado tanto que  uno será capaz de hablar de máquinas que piensan sin miedo a incurrir en  una contradicción”. Su pronóstico no se refería, claro está, al estado  de las máquinas, sino a un futuro ethos dominante. El crecimiento de la  alineación supone una metamorfosis que afecta al sujeto entero, y que en  última instancia incluye una redefinición de lo que significa ser  humano. Tal vez lleguen a reconocerse incluso las ‘emociones’ de los  ordenadores y se confundan con lo que quede de las sensibilidades  humanas.Por otro lado, las simulaciones de ordenador del físico Steven  Wolfram reproducen supuestamente los procesos físicos que ocurren  libremente, llegando a la discutible conclusión de que la propia  naturaleza es un enorme ordenador. En un plano más tangible, más  espeluznante incluso, vemos los intentos por crear vida sintética  mediante simulación por ordenador, cuyos avances acapararon la atención  de la Segunda Conferencia de Vida Artificial de Santa Fe en febrero de  1990. El significado de estar vivo también está sufriendo una  redefinición cultural.Otra iniciativa sorprendente es el Proyecto Genoma  Humano de los Institutos Nacionales de la Salud, un esfuerzo del  gobierno estimado en tres billones de dólares cuyo objetivo es descifrar  la secuencia genética que codifica el crecimiento humano. El Proyecto  Genoma es otro ejemplo del modelo deshumanizador que nos rodea: un  premio Nobel ha afirmado que si llegamos a conocer la secuencia completa  sabremos lo que los seres humanos son realmente. Súmense a este  reduccionismo los caminos que abre el proyecto para la ingeniería  genética.En Forbes del 5 febrero de 1990 David Churchbuck escribía su  artículo “El último juego de ordenador: ¿Por qué conformarse con la  realidad si puedes vivir en un sueño más seguro, más barato y más fácil  de manipular? Los ordenadores harán posible ese mundo muy pronto”. Su  largo título anuncia la llegada de los juegos del ‘ciberespacio’ que  simulan entornos completos, nada que ver con los video- juegos.Una buena  prueba de la creciente pasividad y del aislamiento en un mundo cada vez  más vacío y artificial. Aquellos que aún perciben la ‘tecnología como  algo neutral’, como una simple herramienta que existe al margen de los  valores dominantes y del sistema social, son culpables de ceguera frente  a la voluntad aniquiladora de nuestra cultura en su viaje hacia la  muerte.8 ComunidadComunidad n. 1. Grupo de gente con intereses comunes.  2. [Ecol.] Agrupación de organismos con relaciones mutuas. 3. Un  concepto al que se recurre para establecer la solidaridad; a menudo  cuando se echan en falta las bases de tal afiliación o cuando su  contenido real contradice el objetivo político propuesto de  solidaridad.Comunidad, que parece indicar algo más que, digamos,  vecindad, es un término muy escurridizo, aunque se utilice a menudo en  valoraciones críticas y radicales. En realidad, elementos de todo tipo  recurren a él, desde las acampadas pacifistas cerca de los lugares de  pruebas nucleares, a los izquierdistas ‘al servicio del pueblo’ o al  estilo de los asentamientos colonos Mrikaneer protofascistas. Se invoca  para una gran variedad de propósitos y objetivos, pero como noción  liberadora no es más que una ficción.Todos sentimos la ausencia de  comunidad, porque en realidad el compañerismo humano debe combatir, para  poder existir siquiera remotamente, contra lo que significa realmente  la ‘comunidad’. La familia nuclear, la religión, la nacionalidad, el  trabajo, la escuela, la propiedad, la especialización de los roles… toda  comunidad superviviente desde la imposición de la civilización parece  estar compuesta por alguna combinación de éstos términos. De modo que se  trata de una ilusión, y argumentar que pueda existir alguna forma  cualitativamente superior de comunidad dentro de la civilización  equivale a reafirmar la civilización. La aceptación de esta falacia  extiende la mentira de que lo auténticamente social puede coexistir con  la domesticación.Fifth Estate, por ejemplo, contradice su crítica  (parcial) a la civilización al defender la comunidad, y se ata a ella en  el resto de sus ideas. A veces parece que algunas películas de  Hollywood (La selva esmeralda, Bailando con lobos) superan a nuestros  periódicos antiautoritarios al mostrar que una solidaridad libertaria  surge a partir de la no-civilización y su combate contra la ‘comunidad’  de la modernidad industrial.El rechazo a la comunidad se podría tildar  de aislamiento autoderrotista, pero siempre será preferible y más  saludable que declarar nuestra lealtad a la construcción diaria de un  mundo progresivamente autodestructivo. La alienación magnificada no es  una condición que elegimos los que defendemos 10 verdaderamente social  frente a lo falsamente comunitario.La defensa de la comunidad es un  gesto conservador que vuelve la espalda a la necesaria ruptura radical.  ¿Por qué defender aquello que nos tiene como rehenes?En verdad, no  existe la comunidad. Sólo si abandonamos lo que se hace pasar por tal  podremos plantearnos rescatar formas de comunión y conexión reales en un  mundo que no se parezca en nada a éste. Solamente una ‘comunidad’ en  negativo, basada explícitamente en el desprecio por las categorías de la  comunidad actual, es legitima y apropiada para nuestros propósitos.9  SociedadSociedad n. del latín socius, compañero. 1. Congregación  organizada de individuos y grupos interrelacionados. 2. Aparato  totalizador que avanza a expensas del individuo, la naturaleza y la  solidaridad humana.La sociedad está impulsada en todas partes por la  rutina del trabajo y el consumo. Este movimiento ciego y sordo, tan  ajeno al estado de compañerismo, va acompañado de agonía y desencanto.  ‘Tener más’ no puede ser una compensación al hecho de ’ser menos’, como  prueba el aumento de las adicciones a las drogas, al trabajo, al  ejercicio, al sexo, etc. Se puede abusar y se abusa de casi cualquier  cosa en busca de la satisfacción, en una sociedad que se caracteriza  precisamente por negar la satisfacción. Pero tal exceso al menos  evidencia un ansia de plenitud, es decir, una inmensa insatisfacción con  lo que tenemos ante nosotros.Los charlatanes suministran evasiones de  todo tipo, por ejemplo, panaceas Nueva Era, misticismo materialista a  gran escala: enfermizo y autoabsorto, aparentemente incapaz de analizar  ningún aspecto de la realidad con valor y sinceridad. Para los  practicantes de la Nueva Era, la psicología no debe contener ideología y  la sociedad resulta irrelevante.Mientras tanto, Bush, reconociendo la  existencia de unas “generaciones nacidas en el letargo de la  desesperación”, se comportó de un modo repugnante al culpar a los  victimizados citando su “vacío moral”. El grado de miseria espiritual  que hemos alcanzado se refleja I claramente en el Informe Federal de los  alumnos de enseñanza secundaria llevado a cabo en 1991, que decía que  el veintisiete por ciento había pensado seriamente en suicidarse durante  el año anterior.Quizás la preocupación por lo social, dado el  crecimiento de los niveles de alienación (depresión en masa, rechazo a  la alfabetización, ascenso de los desórdenes psíquicos) pudiera estar  manifestándose por fin a nivel político. Fenómenos como la subida  continua de la abstención en el voto y la profunda desconfianza hacia el  gobierno llevaron a la Fundación Kettering a anunciar en junio de 1991  que “la legitimidad de nuestras instituciones políticas es más frágil de  lo que imaginan nuestros líderes”, tras elaborar un estudio en tres  estados donde se apreciaba “un peligroso divorcio entre los gobernantes y  los gobernados”.La esperanza en un mundo y una vida sin mutilar se topa  con un hecho escalofriante: bajo la fe en el progreso de la sociedad  moderna subyace la insaciable necesidad del capital de crecimiento y  expansión. El colapso del capitalismo de estado en la Europa del Este y  en la URSS deja el liderazgo en solitario a la variedad ‘triunfante’ del  mismo, enfrentada ahora a contradicciones mucho más serias que las que  supuestamente venció en su pseudolucha contra el ’socialismo’. Desde  luego, la industrialización soviética no era cualitativamente diferente  de cualquier otra variante del capitalismo, y, aún más importante,  ningún sistema de producción (con dosis más o menos iguales de división  del trabajo, dominación de la naturaleza y esclavitud del tipo ‘trabaja y  paga’) puede garantizar la felicidad humana o la supervivencia  ecológica.Ahora mismo podemos vislumbrar a medio plazo el mundo como una  tumba tóxica, sin ozono. Si hubo un tiempo en que la gente veía la  tecnología como una promesa, ahora sabemos con certeza que nos matará.  La computerización, con su tedio coagulado y sus venenos disimulados,  marca una nueva trayectoria de la sociedad, estructurada elegantemente  lejos de la existencia sensual, que encuentra su apoteosis actual en la  realidad virtual.El escapismo de la realidad virtual no es el mayor  problema, ¿quién de entre nosotros podría seguir adelante sin escapes?  No es tanto una diversión de la conciencia como una conciencia en sí de  extrañamiento total respecto al mundo natural. La realidad virtual  refleja una patología profunda que recuerda a los lienzos barrocos de  Rubens, que muestran caballeros con armadura rodeados de mujeres  desnudas, pero separados de ellas. Aquí los ‘tecno-yonquis’ alternativos  de Whole Earth Review, promotores pioneros de la realidad virtual,  muestran su verdadero pelaje. Un fetichismo por las ‘herramientas’, y  una falta total de interés por criticar la dirección de la sociedad,  dirigida a la glorificación del paraíso artificial de la realidad  virtual.El vacío consumista de la simulación y la manipulación de la  alta tecnología debe su crecimiento a dos tendencias sociales en alza la  especialización del trabajo y el aislamiento de los individuos. En este  contexto surge el aspecto más aterrador del mal: normalmente lo lleva a  cabo gente que no es particularmente mala. La sociedad, que de ningún  modo soportaría una inspección consciente, está estructurada  precisamente para evitar esa misma revisión.Las ideas dominantes,  opresivas, no saturan al total de la sociedad; antes bien, su éxito está  asegurado por la naturaleza fragmentada de la oposición a la que se  enfrentan. Lo que más teme la sociedad son precisamente las mentiras  sobre las que sospechamos que está construida.Adorno comentó en los  sesenta que a medida que pasan los años esta sociedad atrapa y  discapacita con más fuerza. Predijo que las discusiones acerca de las  causas de los problemas sociales ya no tendrían sentido: la sociedad  misma es la causa. La lucha por una sociedad del cara a cara (si aún se  pudiera llamar así) dentro del mundo natural, debe sustentarse en un  entendimiento de la sociedad actual como una marcha fúnebre monolítica y  global.
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